A 1,4 millones de atmósferas
el xenón, un gas, se hace metálico.
Entre el apretado bisel de un yunque de diamante
trozos de grafito dentados forman glóbulos
por efecto de un láser YAG. Nadie
ha visto carbono líquido. Trata
de imaginar ese mundo denso
entre imperturbables diamantes
cuando la presión aumenta,
y el entramado de una sal
sufre, nucleándose en los defectos
un cambio a un orden más ajustado.
Trata de ver un hervor de grafito. De
imaginar una mano, en una prensa,
en un sótano de Buenos Aires,
una tosca prensa, fácil de girar
con una mano, buena para quebrar
un dedo de la mano de otro
hombre, el hueso asomando,
para ser aplastado de nuevo.
No. Vuelve, sube hacia arriba,
hacia arriba como el buceador
con el tubo cortado, arriba, rápido,
al mundo ordenado de rubí
e hidrógeno a 2,5 megabares,
el hidrógeno coloreándose al acercarse
a la metalización, pero tú oyes
el grito en el sótano, ¿verdad?,
y el buceador sube demasiado rápido.