Fecha
Autor
León Amores, Carlos. Espasa Calpe. Madrid, 2009. 300 páginas.

Buceando en el pasado. Los grandes naufragios de la Historia.

UN INSTRUMENTO INDISPENSABLE PARA RECONSTRUIR LA HISTORIA MARÍTIMA<br> Reseña realizada por Nieves Rodríguez Amunátegui<br> Museo Naval de Madrid

Carlos León, buceador profesional y arqueólogo submarino, es licenciado en Prehistoria y Arqueología por la Universidad Autónoma de Madrid. En este reciente trabajo que presentamos expone una serie de naufragios analizando cada hundimiento y utilizando una terminología científica nos introduce en cada campaña de localización y excavación.

En su introducción hace una pequeña historia de la relación del hombre con el mar y el papel que la arqueología desempeña en la reconstrucción de la historia de la navegación, Nos habla de la importancia de los materiales con los que se construyeron desde las primeras canoas hasta los grandes navíos de línea del siglo XVIII, como la madera, el junco o el cuero, todos ellos perecederos, motivo por el que solo en casos excepcionales se han conservado en buen estado. Con la ayuda de fuentes como la iconografía, los textos escritos y las herramientas para su construcción ha sido posible conocer partes de las embarcaciones, que bajo el agua nunca se conservan como el aparejo y la arboladura. Gracias a la poderosa burocracia que generaban los viajes por mar y del estudio de las embarcaciones que aún hoy construyen los carpinteros de ribera, es posible estudiar los barcos antiguos desde diferentes puntos de vista, como la construcción naval, la navegación y las rutas comerciales.

A continuación hace un recorrido por los más conocidos e importantes hallazgos de barcos hundidos, desde la Edad de Bronce al siglo XVIII. Nos llevará al hallazgo del Cabo Kaledonia del año 1800 a C y el Ulu- Burum, donde se localizaron restos de una nave del siglo XIV a C. Los hallazgos de la época de los fenicios, los griegos y los etruscos. Ejemplos de estas épocas son los de Mazarrón del siglo VII a C encontrados en 1991, importantes por descubrirse un sistema de construcción heredado de los egipcios y la nave de Giglio, para conocer las relaciones comerciales entre los griegos y los etruscos.

Continúa por los hallazgos del siglo IV a C en los que se encontraron una gran cantidad de ánforas griegas de una manera casual por un pescador chipriota, Andreas Cariolou, con un equipo de arqueólogos americanos de la universidad de Pensilvania, que perplejos y con la ayuda de un magnetómetro de protones localizaron una embarcación de quince metros de eslora, en un yacimiento intacto en el que aparecieron más de cuatrocientas ánforas de diez tipologías diferentes. La nave Kyrenia, como se le denominó dejó impresionado al equipo de Richard Steffy, ingeniero naval, por el modo de construcción del casco.

A continuación estudia el mundo romano, que se convertiría en una potencia naval en el Mediterráneo en el siglo 201 aC, en el que el comercio por mar ocupó un importante lugar y en el que el transporte de trigo, aceite y vino necesitaban un tipo de envase que se generalizará en todo el Mediterráneo. Es el ánfora, que se utilizará hasta el siglo XVIII especialmente en los barcos españoles de la Carrera de Indias. En el Mediterráneo el transporte se efectuará en grandes cargueros, uno de los que se localizarán será el mercante La Madrague de Giens hundido en el siglo I a C.

Las invasiones bárbaras acabaron con la Roma majestuosa, mientras el imperio bizantino consolidó su cultura hasta la Edad Media. El Dromon, nave de guerra bizantina mantuvo el comercio marítimo hasta el siglo XIII. Ejemplos de este periodo son el Yassi-Ada I, en las costas de Turquía, isla peligrosa y donde naufragaron muchas naves. Una de ellas mereció la atención de un equipo de arqueólogos liderados por Bass que después de cuatro años y tres mil quinientas inmersiones localizaron un yacimiento en el que un barco bizantino lleno de ánforas que transportaba arroz, lentejas y vino, con cerámica de uso cotidiano y en el que se encontraron hasta once anclas de hierro de tres tamaños diferentes.

Situándonos en el Norte de Europa, en las costas noruegas, en un fiordo se localizó un enterramiento vikingo de una manera casual, se consiguió localizar uno de ellos conocido como el barco de Gokstad en un magnífico estado de conservación .También se localizó posteriormente, en 1903, otro barco en buen estado, conocido como el barco de Osemberg ,era un barco majestuoso, con decoración con ajuar femenino y gran cantidad de objetos de uso cotidiano, tradicional en los enterramientos de los nobles.

En 1956 se encontraron un total de cinco barcos vikingos en el fiordo de Roskilde (Dinamarca), de los siglos X y XI. Fue necesario hacer una gran labor de reconstrucción por el estado de las maderas que una vez identificadas y desmontadas se reconstruyeron en tierra, exponiéndolas en el Museo de Roskilde, construido para albergar el legado naval de los vikingos.

Nos adentra, a continuación, en el Mediterráneo medieval que junto al Atlántico vivirá una época de grandes avances en la construcción naval, la orientación astronómica, los instrumentos de navegación, la cartografía, cuando el comercio y los acontecimientos históricos acercarán estos dos mundos. Nacen en esta época embarcaciones tan emblemáticas como la carraca, la carabela, la nao y la coca. De este tipo se localizó en Bremen una coca hanseática, fechada en 1380, encallada en el río Weser, que permitió conocer la construcción naval de esta época.

En España, se localizaron dos barcos medievales en excavaciones realizadas en Cataluña, el Culip IV y Les Sorres, que debieron naufragar transportando mercancías. Lo más destacado de estos hallazgos fue el excelente estado de conservación del casco que permitió conocer el sistema de cuadernas con el que estaban construidos.

La evolución en la construcción de los barcos de guerra fue rápida a partir de la Edad Media por la incorporación de la artillería, un ejemplo de esto lo encontramos en el Mary Rose, al que se le incorporaron cañones de bronce y de hierro. En su enfrentamiento a la flota francesa en 1545con Enrique VIII como testigo, se inclinó y en pocos minutos se hundió. En 1836 se intentó su rescate sin éxito, hasta que en 1982 se consiguió y se estudió lo que quedaba del casco, restos de la madera, restos de los cañones, instrumentos náuticos e incluso ropas de los tripulantes.

Los balleneros vascos ocuparon un lugar importante en los viajes a remotos lugares del planeta a lo largo del siglo XVI, llegando hasta Terranova donde establecieron un campamento estable. La historiadora Selma Huxley y el arqueólogo canadiense Tuck intentaron localizar este lugar y lo encontraron en 1978. Pretendían localizar los restos de un ballenero vasco hundido en 1565.que apareció a diez metros de profundidad. Era el ballenero San Juan que se consiguió rescatar en un buen estado de conservación, gracias a lo que se consiguió conocer el sistema de construcción.

Con el Descubrimiento de América y los vastos territorios americanos se inició una época en la que el comercio marítimo y el transporte de los metales americanos a la Península provoco la intervención de los piratas que acudieron al rescate de los barcos hundidos. Surgió, además, otro modelo de hacer arqueología en el que los "buscadores de tesoros" tuvieron un importante papel. Tal fue el caso de dos de los más conocidos rescates, el "Nuestra Señora de Atocha" y "Nuestra Señora de la Concepción". Con la novedad de que los datos de localización procedían de Archivos que custodiaban esos datos.

Capítulo aparte merece el rescate del "Vasa", titán de los mares que en el momento de su inauguración se hundió con la ayuda de un pequeño viento, ante la mirada atónita de todo Estocolmo. Después de trescientos años se consiguió rescatar completo, con el casco mejor conservado de la Historia, hasta su exposición en un Museo construido en 1990, con un equipo de arqueólogos, restauradores y conservadores que lo custodian.

Con el reciente estudio del casco de un barco romano en la isla de Conejera, termina la exposición de los naufragios estudiados por Carlos León. Cuenta con un vocabulario de términos náuticos y de construcción naval, indispensable para entender la terminología científica que emplea, a la vez que gran cantidad de anécdotas.

Estamos ante un trabajo ilusionado en el que la experiencia como arqueólogo y submarinista se complementan, haciendo de este libro un instrumento indispensable para reconstruir la Historia marítima, escrito en un lenguaje ameno y cercano.

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