MI ventana se abre a las nubes de paso, a las hojas caídas, el río espejeante. Unos hombres enfrente construyen altas torres y las corona el grito veloz de los vencejos. Pero yo... Tal vez en otro siglo. Hoy mi ciencia no vale: está el horno sin fuego y en las retortas frías ya nunca obtendré oro. Estas cuatro paredes que de sobra conozco. Así los condenados gustarán en su infierno el sabor de sí mismo. Triste humo, repiten, y un eco inadvertido resuena aquí en mi cuarto. Temo al sueño en que muero tras el día y temo despertar pues me arrastra a mi vida, al gris remordimiento y esta blanca impotencia. La gloria es de los otros. Déjame entrar contigo, luz, al sereno recinto donde vive el aire sobre el aire, y arrojar estas sombrasque me queman.