
Alice Munro, maestra del cuento
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Si la Academia sueca ha destacado su maestría en el arte del cuento contemporáneo, la crítica literaria y la prensa anglófona se han referido a ella con frecuencia como “la Chejov canadiense”. No cabía mejor elogio para tan buena prosista | |
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No es casualidad que los dos textos citados sean colecciones de cuentos, ya que es el género en que ha destacado esta mujer, nacida en julio de 1931 en Wingham, Ontario. Su vida transcurre con una cierta normalidad: casada en 1951 con James Munro, convivirá con este y con sus cuatro hijas, por lo que en algún momento se ha definido sencillamente como un 'ama de casa' que escribe en el cuarto de la plancha mientras sus hijas duermen la siesta, una peculiar versión de la habitación propia de que habló Virginia Woolf. Lo cierto es que un buen número de sus personajes caen dentro de esta categoría, la de la mujer casada, con hijos o sin ellos, que termina engañando a su marido, y que concluye sufriendo porque lleva el estigma de haber hecho daño, según señaló Jonathan Franzen. No obstante, hay un detalle relevante en este primer matrimonio de la Munro: la apertura en 1963 de un negocio de librería que va a cambiar radicalmente la vida de la escritora. Pocos años después, la canadiense rompe su primer matrimonio y reinicia su discurrir sentimental con un antiguo compañero de la Universidad de Ontario, el geógrafo Gerald Fremlin, un apoyo fundamental en su carrera.
Su despegue literario se produce tras esta segunda unión afectiva (es significativo en este sentido que su primer libro publicado, los cuentos reunidos en Dance of the Happy Shades, date de 1968), y no lo es menos que desde entonces la escritora haya venido alumbrando un libro cada tres o cuatro años, desde la novela Lives of Girls and Women en 1971 (Las vidas de las mujeres, Lumen, 2011) hasta los cuentos de Dear Life en 2012 (Mi vida querida, Lumen, 2013). Frente a la precipitación del escritor comercial, la Munro destila sus textos con la paciencia que requiere la gran literatura, lo que hace difícil resumir su arte en espacio tan corto como este.
Con solo una novela, la ya mencionada, Alice Munro ha tejido su obra en el molde del cuento, bien en colecciones de relatos independientes, bien agavillando relatos cortos en torno a su propia familia (The View from Castle Rock, 2006, traducida al castellano en 2008). La mayoría de estos relatos suceden en su región, Ontario, que describe minuciosamente, durante los años que van desde la Segunda Guerra Mundial hasta finales del siglo. Pese a la brevedad, no son relatos fáciles: se ha señalado en algún momento que su lectura "requiere la atención del lector", lo que distingue sus cuentos del apresuramiento comercial, al subordinar la importancia de la intriga al análisis psicológico de sus criaturas. Por todo ello, si la Academia sueca ha destacado, al concederle el premio Nobel, su maestría en el arte del cuento contemporáneo, la crítica literaria y la prensa anglófona se han referido a ella con frecuencia como 'la Chejov canadiense'. No cabía mejor elogio para tan buena prosista.
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