Pablo José Fernández Marcos<br />Responsable de la Unidad de Productos Bioactivos y Síndrome Metabólico (BIOPROMET) en <a href="http://www.alimentacion.imdea.org/" target="_blank">Instituto IMDEA Alimentación</a>
1.- Para empezar esta entrevista, nos gustaría conocer cómo nació su vocación científica ¿Cuándo y por qué decidió que quería ser científico?
Siempre me había interesado la ciencia, desde pequeño las películas y libros de ciencia ficción me atraían enormemente. Poco a poco la biología y la química me fueron captando, sobre todo el imaginarme cómo debían acoplarse esas moléculas tan pequeñas para que funcionasen todas las cosas tan complicadas que hacíamos para vivir. Sin embargo, también me atraían muchas otras especialidades, sobre todo la música: yo iba para guitarrista y compaginé toda mi carrera universitaria de Bioquímica con el grado medio de guitarra en un conservatorio profesional.
De hecho, al terminar la Universidad, había decidido dedicarme a la guitarra. Pero me convencieron para solicitar una beca de doctorado en algunos de los mejores laboratorios de biología molecular de España para hacer la tesis, y las solicité, con el convencimiento de que no me aceptarían. Y claro, cuando me aceptaron, me fue imposible negarme: colgué la guitarra y empecé a trabajar en el laboratorio. A veces la echo de menos, me encantaba, pero no me arrepiento.
2.- ¿Cuál es su formación y trayectoria como investigador? ¿A qué instituciones ha estado vinculado hasta ahora?
Estudié el primer ciclo de Química y el segundo de Bioquímica en la Universidad Autónoma de Madrid. Al final de la carrera realicé una estancia durante un año en el laboratorio de Juan Bernal, en el Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIB), sobre Rhes, una proteína de la familia de Ras.
Después de un año sabático para avanzar con mis estudios de grado medio de guitarra, me aceptaron en el laboratorio de Manuel Serrano para realizar la tesis con una beca FPI, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), también en Madrid: una oportunidad de oro. Ahí aprendí casi todo lo que sé de Biología Molecular, fue una experiencia intensa e inolvidable. Aunque también muy dura, porque algunos de los primeros proyectos que tuve tardaron mucho en dar los resultados que esperábamos (¡otro aprendizaje muy importante!).
Tras finalizar mi tesis, me fui al laboratorio de Johan Auwerx, en la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (EPFL), en Suiza. En este grupo -además de ver la ciencia en otro país, otro sistema y con gente totalmente distinta- aprendí muchísimo sobre metabolismo, su regulación y las formas de manejarlo. Fue también una experiencia apasionante e intensa.
Tras dos años, mi primer hijo iba a nacer en Madrid, y mi mujer no conseguía trabajo en Suiza, así que empecé a cerrar proyectos en Suiza y a buscar laboratorio en Madrid. Tuve mucho apoyo de grupos muy interesantes, pero cuando convencí a Manuel Serrano de volver a acogerme en su laboratorio me lancé de lleno a esa oportunidad. Y me alegro muchísimo de haber vuelto al CNIO, es un centro magnífico en el que se pueden hacer cosas fantásticas. Ahí estuve cuatro años trabajando en proyectos de metabolismo y de cáncer, con muy buenos resultados.
Gracias a toda esta experiencia, pude optar a una nueva oportunidad de progresar en el estudio de esas pequeñas moléculas que hacen que todo funcione para que vivamos, y empezar a dirigir un grupo propio en un centro muy especial: IMDEA Alimentación.
3.- ¿Qué es lo que más le ha interesado del proyecto IMDEA y qué determinó su incorporación?
Pablo José Fernández Marcos en su despacho del Instituto IMDEA Alimentacióno
El proyecto IMDEA es especial porque es uno de los pocos centros de investigación dedicados a la nutrición y a la ciencia básica que explica cómo la nutrición afecta a diferentes patologías. Creo que esta interfase entre la nutrición aplicada (para la que IMDEA tiene una amplia experiencia y un departamento muy potente) y la ciencia básica, es una oportunidad apasionante de dar sustento a un área de la biomedicina que hasta ahora ha sido siempre bastante oscura y con poco sustento científico. Explicar cómo y por qué los nutrientes actúan como lo hacen, y poder aplicarlo a ensayos en humanos es una aproximación muy honesta y con muchísimo potencial para la sociedad.
4.- ¿En qué líneas de investigación está trabajando y qué resultados concretos espera alcanzar?
Mi línea de investigación se centra en descubrir nuevos productos bioactivos derivados de alimentos que sirvan para luchar contra la obesidad y contra la diabetes tipo 2, una de las patologías asociadas a la obesidad más frecuente. Un producto bioactivo es un complemento nutricional (puede ser un compuesto químico puro, o un extracto o mezcla de varios compuestos) que tiene efectos sobre la biología de un organismo. En mi caso, me interesa encontrar los productos bioactivos que están presentes en los alimentos y que pueden afectar a los mecanismos metabólicos que afectan a la obesidad o la diabetes, de forma que puedan administrarse a pacientes y servir como ayuda a otros tratamientos ya establecidos contra estas patologías.
5.- ¿Qué utilidad económica y social tiene su proyecto? ¿Cómo va a beneficiarse la sociedad de los resultados que obtenga?
Al proceder de alimentos, los productos bioactivos que encontremos podrán aplicarse a humanos de una forma mucho más segura y sencilla, con lo que el potencial de aplicación a la sociedad es muy alto. La sociedad está muy concienciada sobre la importancia de una dieta y un estilo de vida saludables y tiene claro que hay alimentos más beneficiosos que otros. Nuestra aproximación parte de esta conciencia social y busca avanzar un poco más y conseguir productos bioactivos enriquecidos en los componentes beneficiosos.
6.- ¿Considera que está, como joven investigador, en un momento especialmente creativo de su carrera investigadora?
Los investigadores tenemos que estar creando constantemente. En cada fase aprendes y creas de una manera diferente: durante la tesis aprendes las bases del mundo científico, sus técnicas y los principios teóricos; en el postdoc te ubicas en un campo determinado y desarrollas habilidades técnicas más depuradas. Ahora, como jefe de grupo joven, estoy aprendiendo mucho en la gestión de personas, el desarrollo de proyectos, el establecimiento de redes de contactos (el famoso networking)... Es un momento muy intenso y lo estoy disfrutando mucho.
7.- ¿Qué cualidades crees que debe tener un buen investigador?
Un buen investigador tiene que ser curioso, en cualquier campo. Luego ya es cuestión de estilos: los hay meticulosos; muy técnicos; los hay creativos y de buenas ideas; los hay con mucha capacidad de gestión... Pero sin curiosidad no se hace buena ciencia.
8.- ¿Cree que las empresas deberían apostar por la investigación y por el talento de los investigadores más de lo que lo hacen actualmente? ¿Cómo considera que podrían hacerlo?
Las empresas son la tercera pata del asiento: científicos, iniciativa pública y empresas. En España se ha avanzado muchísimo en la interrelación entre la ciencia y el mundo empresarial en los últimos años, pero aún queda mucho por mejorar: la formación universitaria sobre el mundo empresarial, que antes era nula, ahora está despuntando pero es aún pobre. Las plataformas de conexión ciencia-empresa se están desarrollando, pero aún es difícil conseguir que iniciativas conjuntas progresen. Hay incentivos públicos a la participación de empresas, sobre todo con fondos europeos; pero me da la impresión de que están destinados a proyectos de gran tamaño, en los que empresas y laboratorios pequeños tienen poca cabida. En general, parece que a España le falta aún que el tejido ciencia-empresa gane consistencia, se normalice. El objetivo sería que invertir en proyectos de investigación con centros pequeños-medianos, que se ajusten a las necesidades del negocio, sea algo normal para una empresa.