Por qué utilizamos el mismo término para medir el peso de los diamantes y la pureza del oro
Cuando hablamos de quilates podemos referirnos a dos unidades diferentes. La primera, abreviada ct, es una unidad de masa, empleada habitualmente para pesar piedras preciosas. La segunda, abreviada K o kt, es una medida de pureza que sirve para cuantificar cuánto oro puro existe en una mezcla de metales.
En ambos casos, el término tiene el mismo origen etimológico, que se remonta a hace casi dos mil años. Y es que una de las primeras medidas de masas que se utilizó en la historia fueron las semillas de algarrobo, que en griego se decía kerátion y que los árabes adaptaron a quirat, de donde proviene nuestro quilate. Las semillas de algarrobo tienen un peso relativamente constante, lo que las hacía una buena medida de referencia (alguien lo comprobó empíricamente hace unos años). Su uso hizo que acabase usándose como medida para diamantes, perlas y otras piedras preciosas, donde lo importante no es tanto su tamaño como su peso. Un quilate equivale más o menos a 0,2 gramos.
La historia del quilate como unidad de pureza también se remonta a la Antigüedad. En el año 309 d.C. el emperador Constantino acuñó una moneda de oro llamada sólido. Esa moneda era de gran pureza pesaba 24 quilates. Un sólido equivalía a 24 monedas de plata llamadas siliquas y que pesaba, claro, lo mismo que una semilla de algarrobo. De ahí que la pureza del oro pasase a medirse también en quilates.