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Manuel Martínez de la Escalera y Pérez de Rozas, entomólogo de reconocido prestigio en su tiempo, es hoy una figura casi desconocida en la historia de la ciencia de nuestro país, solamente familiar para el colectivo de investigadores que se dedican a su mismo campo de estudio. Trabajó bajo los auspicios del Museo Nacional de Ciencias Naturales y de la Real Sociedad española de Historia Natural, participando activamente en la vida de ambas entidades. Viajero y explorador incansable, rastreó España en muestreos científicos desde los 18 años y recorrió áreas faunísticamente desconocidas de Anatolia, Siria, Irán, Iraq, Marruecos y Guinea Ecuatorial. Recolectó cientos de miles de ejemplares que, conservados en Museos de España y Europa, han servido y continúan sirviendo de base para numerosos trabajos de investigación. En el centenar y medio de publicaciones que integran su obra impresa, contribuyó con aportaciones de indudable interés al conocimiento de los insectos, especialmente de los coleópteros, y describió más de 800 especies y subespecies nuevas para la ciencia.
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En 1970 en una entrevista en Diario Femenino realizada al Delegado oficial para América Latina y director de la revista Técnica e Invención, sólo se constata la presencia de una mujer entre los numerosos inventores españoles a lo largo de la Historia: Ángela Ruiz Robles, maestra, mujer popular, trabajadora incansable y cuya formidable vocación pedagógica le llevó a inventar tres ingenios: la máquina taquimecanográfica; el atlas lingüístico gramatical y sobre todo la Enciclopedia Mecánica, que se puede considerar como la precursora del e-book.
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Ildefonso Sánchez del Río nació en Haro, La Rioja, el 1 de mayo de 1898. En 1917 ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en Madrid, donde se graduó en 1922. Primera etapa de su vida que coincide con la introducción y consolidación en España de un nuevo material de construcción, el hormigón armado, que va a desempeñar un papel fundamental en la actividad profesional del ingeniero riojano
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Rafael Altamira y Crevea nace en 1866 en Alicante, ciudad en la que cursa el bachillerato. En julio de 1882 se traslada a la Universidad de Valencia donde estudia Derecho, conoce a Joaquín Sorolla y establece una gran amistad con Blasco Ibáñez y con el catedrático institucionista Eduardo Soler que le pondría en contacto con don Francisco Giner de los Ríos, Bartolomé Cossío, Joaquín Costa, etc. En esa época juvenil da rienda suelta a sus aficiones literarias, de corte naturalista, y escribe "Cuentos de Levante" y su novela "Reposo"
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Leonardo Torres Quevedo, caracterizado por Maurice D'Ocagne (Presidente de la Sociedad Matemática Francesa) como "el más prodigioso inventor de su tiempo", ocupa un lugar de excepcional relieve en la historia universal de la Ciencia y de la Técnica. Patenta un sistema de dirigibles autorrígidos (1902-1906) estableciendo los fundamentos para la aerostación dirigida hasta el presente; inventa el primer aparato de mando a distancia, el telekino (1902); construye el primer funicular aéreo para pasajeros del mundo, el transbordador del Monte Ulía (1907); y, sobre todo, con su obra teórica cumbre, los Ensayos sobre Automática (1914), sus ajedrecistas (1914, 1922) y su aritmómetro electromecánico (1920), el primer ordenador en sentido actual de la historia, se adelanta en varias décadas a los pioneros de la Informática del siglo XX.
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Eugenio Izquierdo de Rivera y Lazaún nace en Navarra en 1745 -aunque tanto el lugar como la fecha de nacimiento son dudosos –en el seno de una familia humilde. Terminados los estudios de Química pasó a París becado por Carlos III para seguir los de Ciencias Naturales. Allí conocería a Pedro Franco Dávila, caballero ecuatoriano y uno de los mayores coleccionistas de la época, hasta el punto de poseer un gabinete de historia natural mejor que el del Rey de Francia según opinión de los expertos, gabinete que años después sería el fundamento del Museo de Ciencias Naturales de Madrid cuando Carlos III lo acepta en 1771, nombrando a Franco Dávila director. Su apertura tuvo lugar el 6 de noviembre de 1776 coincidiendo con la onomástica del Rey.
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Entre los cultivadores de las Ciencias Naturales en España en la segunda mitad del siglo XIX no era infrecuente encontrar algunos cuya actividad profesional se encontraba bastante alejada de aquellas. Pese a ello, no los podemos considerar como meros aficionados, pues en algunos casos consiguieron trabajos científicos de mucho mérito, que merecieron el aprecio de las principales publicaciones extranjeras de la especialidad. Uno de estos naturalistas de mérito fue Serafín de Uhagón, empleado de banca, Agente de Cambio y Bolsa y especialista en coleópteros de gran proyección.
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Una de las grandes aportaciones de Abraham ibn Ezra al campo de la ciencia fue la difusión en países europeos de nuestro actual sistema de numeración. Su Libro del Número es un manual de aritmética de carácter pedagógico que tenía como objetivo explicar el sistema de numeración de posición introduciendo el concepto del cero. Ibn Ezra afirma que este método fue inventado por los sabios de la India y transmitido a Occidente por los musulmanes, gracias sobre a los escritos de al-Juarizmi. En su Libro de la Unidad, escrito algunos años después, explica este autor la relación entre los números y los atributos divinos con una intención claramente teológica, lo que demuestra el afán de Ibn Ezra por encontrar siempre conexiones entre la ciencia y la religión judía.
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La Composición Magna, escrita por Zacuto, consta de dos partes: las tablas astronómicas propiamente dichas, calculadas para el meridiano de Salamanca y el año radix 1473, y unos cánones precedidos de una introducción en la que el autor explica las razones que le llevaron a escribir esta obra. La utilidad más importante de la ciencia de la astronomía para los judíos es la de poder determinar con precisión cuando aparece la luna nueva, porque esto indica el comienzo del sábado, el día sagrado para los judíos y el principio del año nuevo, así como otras festividades. Zacuto pretende hacer compatibles sus explicaciones con las normas para fijar las fechas que aparecen en los libros de leyes judías. Las tablas, que corrigen los errores de las famosas Tablas alfonsinas, son en realidad un almanaque con las posiciones de los planetas a intervalos de un día o unos pocos días en cada uno de los años del ciclo de cada planeta. De esta obra se realizó en 1496 una versión en latín titulada Almanach perpetuum que gozó de una enorme popularidad en el siglo XVI.
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Entre los personajes del siglo XIX que se dedicaron al estudio de la geología del territorio español, muchos de ellos pertenecientes al Cuerpo de Ingenieros de Minas, los hay que sobresalen por encima de los demás por la innovación que imprimieron a sus investigaciones, brindando auténticos ejemplos de perseverancia y dedicación, algunos de ellos con notoriedad incluso a nivel internacional. Este es el caso de Domingo de Orueta y Duarte (1862-1926), quien realizó notables descubrimientos geológico-mineros en la Serranía de Ronda (Málaga) y autor de importantes mejoras en las técnicas microscópicas y microfotográficas.