Mientras tramonta el sol, atribulándonos
con su retractación, con su renuncia,
espolvorea en rezagada luz
nuestra amada ciudad,
ciudad ya madre.
En esa luz caduca que atardece,
hay una inspiración de permanencia,
la añadidura humana
de quienes, en la luz, nos alumbramos,
de quienes, por la luz,
nos erguimos con fe hasta nuestra forma.
En el. halo ambarino petrifican
los muros de las casas donde el hombre
se guarece del hombre y se conviene,
y se educa en ser hombre y su trabajo:
salir de su guarida a ser feliz