Como caballo salvaje, saltando de nube en nube corre inquieto, baja y sube sin rienda ni vasallaje; tenido fue por mensaje de celestiales enojos, pues, lanzando dardos rojos, el alto muro derrumba, y abre inesperada tumba a polvorientos despojos.
Caudillo de la tormenta que agita los hondos mares, tronza robles seculares y al fuego voraz afrenta: ¿ quién tomará por su cuenta domeñar su furia brava? ¿Quién del torrente de lava pondrá dique a la carrera?
La poesía es una forma del conocimiento, es un temblor, un canto, más una pesadumbre. La poesía es también una costumbre y un hondo y largo y arduo y vasto sufrimiento.
La poesía no es un arma de futuro y tampoco un camino a la melancolía; y no es sumisa al pan de cada día, ni a la orden de un tirano y su poder oscuro.
Puede ser todo, todo: aire que te arrebata, y fuego que te abrasa, tierra que no te oprime y agua para la sed; mas nunca trueque o plata.
Insuficientemente dotados para cosmonautas elegimos el duro tobogán de las humanidades saber el mal de cada siglo, a veces emborrachamos en honor de Amenofis, y otras del desangelado &nb