Fecha
Autor
Alfonso González Hermoso de Mendoza (Universidad Rey Juan Carlos)

Ciencia y Derecho

Ciencia y Derecho son las dos lenguas sobre las que se ha construido la sociedad moderna. El hombre se ha servido de ellas, más que de ninguna otra, para proyectar sobre la naturaleza y la sociedad sus pretensiones de orden y racionalidad.
Ambas responden a saberes que la sociedad ha percibido tradicionalmente como paralelos y distantes, cuando no como contrapuestos. Saberes sobre cuya ignorancia recíproca, e incluso desdén, hemos construido un sin fin de tópicos estériles que todavía impregnan la cultura jurídica y científica y que gobiernan el sentir de muchos investigadores científicos y juristas.

Ciencia y Derecho comparten de manera creciente y dialéctica el futuro de la humanidad

Las trasformaciones que está experimentando nuestra sociedad, que vienen a concretarse en lo que se denomina la irrupción de la sociedad del conocimiento, hacen imposible mantener esta aparente separación y real desencuentro. Ciencia y Derecho comparten de manera creciente y dialéctica el futuro de la humanidad. Hacer evidente su total imbricación y trasladar a la sociedad sus consecuencias, es una cuestión de calidad democrática y equidad.

Son muchos los recelos y prejuicios a los que nos enfrentamos en esta tarea. Somos conscientes de que son múltiples las ignorancias y abusos que amparan este distanciamiento. Como lo somos de que no será fácil hacer evidente las conexiones entre ciencia y derecho, construir la recíproca necesidad de aceptar legitimidades dispares y de adecuar sus discursos a la consecución de una decisión compartida.


Veronés. Museo del Prado

Sin embargo, hay otra salida razonable. La capacidad de manipulación de la naturaleza desborda cualquier previsión organizativa y normativa preexistente y previsible. Las leyes que de manera efectiva están moldeando el entorno, han pasado a ser obra de expertos extrajurídicos y su aplicación se ha convertido con frecuencia en un acto de fe soportado en un saber ajeno y distante.

En paralelo los científicos ven no pocas veces con resquemor como su actividad es crecientemente regulada e intervenida.


La entrada de la ciencia en el ordenamiento jurídico no ha hecho más que empezar a hacerse evidente

La entrada de la ciencia en el ordenamiento jurídico no ha hecho más que empezar a hacerse evidente. A temas como el consumo, el medio ambiente, la energía o la intimidad, ya se han incorporado otros como, el libre albedrío o la dignidad de la persona, capaces de socavar las esencias del sistema de valores existente.

Juristas y científicos tienen ante si el reto de construir nuevas organizaciones y de promover nuevas normas y procedimientos, legislativos, judiciales y administrativos, capaces de poner el conocimiento científico al servicio del bien común, y de construir una legitimidad alternativa a la dominante de la mera innovación.

Los demócratas tienen el deber de hacer evidentes las conexiones entre Ciencia y Derecho. Está en juego la justicia. Está en juego la ciencia.

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