La legendaria Biblioteca de Alejandría fue el primer centro de investigación en el mundo. Hoy, el corazón del saber universal ya no es una ciudad de Oriente Medio sino el Cosmos y la forma de almacenar ese gigantesco Big Data se llama Astroinformática.
Debido a sus condiciones atmosféricas, los cielos del norte de Chile están considerados los mejores del mundo para la observación astronómica. El país austral concentra actualmente el 40 % de la capacidad mundial de observación astronómica y para 2024 se calcula que alcanzará el 70 % gracias a avanzados telescopios como el European Extremely Large Telescope (E-ELT) y el Large Synoptic Survey Telescope (LSST).
Pero la abundancia de instalaciones astronómicas requiere también del desarrollo de algoritmos y programas inteligentes que analicen esta ingente cantidad de información. Y ahí es donde surge la Astroinformática, un conocimiento interdisciplinario en el que colaboran astrónomos, matemáticos e ingenieros estadísticos.
Aunque es físico de formación, el chileno Jorge Ibsen ya no hace ciencia. Sin embargo, no por ello su trabajo es menos valioso. Desde 2010 dirige el departamento de computación e informática de ALMA, el gigantesco radiotelescopio de 66 antenas instalado a 5.000 metros de altura en la planicie de Chajnantor, en el desierto de Atacama. "La abundancia de instalaciones astronómicas en Chile está provocando un mayor interés por la ciencia y la tecnología", explica Ibsen en entrevista con EFE. "El número de astrónomos se ha multiplicado por diez en la última década, lo mismo que el de personas interesadas en trabajar en ingeniería y tecnología para la astronomía".
Catalizada por la presencia de estos observatorios astronómicos, la red de comunicaciones también ha ido creciendo, explica este investigador, que durante casi 20 años trabajó en el área de informática y desarrollo de software del Observatorio Europeo Austral (ESO).
BIG DATA CÓSMICO
Ibsen estuvo hace unos días en el Festival de Ciencia Puerto de Ideas Antofagasta 2017, que auspicia la empresa Minera Escondida, para dar una conferencia sobre el Big Data cósmico. En declaraciones a EFE, el físico habla con pasión del alcance de los nuevos y revolucionarios telescopios que escudriñan el firmamento.
"El Atacama Large Millimeter Submillimeter Array (ALMA), compuesto por 66 radiotelescopios, produce 0,25 petabytes (equivalentes a 250 billones de bytes) al año". "Ahora bien, el Large Sinoptic Survey Telescope (LSST) que se construye en (la provincia chilena de) La Serena y estará operativo en el año 2022, producirá 10 petabytes al año". "Y el telescopio que se instalará en Australia, el Square Kilometer Array (SKA), producirá 6,5 exabytes al año (equivalentes a 6.500 petabytes)". "Necesitamos disponer de una tecnología que permite alojar todos estos datos y una granja de computadores que los procesen con recetas algorítmicas", apostilla.
Cuando el LSST concluya su trabajo, los científicos dispondrán de una historia completa de la evolución, una especie de película del Cosmos tomada a lo largo de diez años. "Es como una foto instantánea de toda la historia de la Humanidad. Lo que estamos haciendo es una Biblioteca de Alejandría de datos científicos".
A 5.000 METROS DE ALTITUD
Ibsen cuenta que en el observatorio ALMA, situado a 5.000 metros de altitud, la falta de oxígeno nubla la capacidad del cerebro de procesar la información y se pueden cometer errores de principiante. Lo peor es cuando hay un cambio brusco de las condiciones meteorológicas y hay que evacuar el lugar. "A veces tienes apenas media hora para abandonar el sitio. Por eso los protocolos de seguridad son muy estrictos. Las decisiones se toman en el campamento base, y los que están arriba nunca las cuestionan, porque hacerlo podría costarles la vida", asegura.
Ibsen piensa que la colaboración científica hace que los seres humanos finalmente sean mejores personas. "Más que las máquinas, lo que a mí me sorprende es ese esfuerzo concentrado y continuo de un montón de gente contribuyendo a un objetivo común para entender algo muy complejo".
Pero también los instrumentos e instalaciones para explorar el Cosmos son asombrosos. Y un ejemplo es el European Extremely Large Telescope (E-ELT), el telescopio óptico-infrarrojo más grande del mundo, que se construye en el cerro Armazones y estará operativo el año que viene. "Es el equivalente a lo que ocurrió cuando Galileo pasó de observar el cielo con sus ojos a disponer de un telescopio. De esa escala evolutiva estamos hablando", asegura.