Fecha
Autor
Daniel Erice (Físico. Alioth Arte & Ciencia*)

Teatro científico: un nuevo escenario para la ciencia

Sobre la mesa del científico está su último manuscrito. Un montón ordenado de papeles escritos con una letra primorosa y llenos de figuras, diagramas y esquemas que tratan de hacer más comprensible la ciencia que encierran.
La mirada del científico es una mirada serena, aunque sabe que lo que ha escrito puede revolucionar el mundo de la ciencia y, más allá, puede cambiar las estructuras sociales de la sociedad en la que vive. Una idea, un concepto, un descubrimiento puede poner patas arriba las estructuras de poder y las jerarquías del momento.

Pero para conseguir tal revolución el pueblo llano tiene que entender lo que el científico ha descubierto.

Teatro científico

Por esta razón los papeles que están encima de la mesa han sido escritos en un lenguaje comprensible para todos en lugar de utilizar el lenguaje especializado que hasta el momento se ha venido empleando en el mundo de la ciencia. Es más, el científico ha decidido que para hacer llegar su mensaje debe utilizar mecanismos innovadores de divulgación (curiosa palabra, “divulgar”), y ha construido su texto haciendo uso de herramientas teatrales.

Estamos en 1632, el científico es ni más ni menos que Galileo Galilei, y el texto que revolucionará la ciencia, la religión, la sociedad y la propia divulgación científica es Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo. En él tres personajes, Salviati, Simplicio y Sagredo, dialogan en italiano, y no en latín, durante cuatro jornadas sobre las diferencias en las concepciones aristotélica y copernicana del Universo. Por tal osadía Galileo será perseguido, juzgado y encerrado de por vida.

Sin dejar a Galileo, avancemos un poco más en el tiempo y vayamos hasta 1938, en pleno auge del nazismo en Alemania. En ese momento Bertolt Brecht, uno de los nombres más importantes del teatro occidental del siglo XX, está escribiendo la que será considerada como su obra más completa, un proyecto en el que estará involucrado hasta el final de sus días, y que muchos consideran un texto con tintes autobiográficos: Vida de Galileo. Brecht llegó a escribir tres versiones diferentes de este texto, trabajó en su redacción durante más de veinte años, e incluso la muerte le sorprendió en los ensayos de una última puesta en escena, que ya no vería estrenada.

Los nuevos retos científicos que nos vamos a encontrar en los próximos años: las neurociencias, la clonación, la manipulación genética... exigen que haya una profunda reflexión ética sobre la investigación científica que implique a toda la sociedad.

¿Y qué mejor herramienta que el teatro para llevarla a cabo?

En la primera versión del texto, escrita en alemán durante el ascenso de Hitler al poder, Brecht utiliza la vida del científico italiano como ejemplo para hacer reflexionar a su público sobre la importancia de obtener la verdad a través de la razón, y de no permitir que dicha verdad sea monopolizada por los totalitarismos. Galileo es, en esta versión, un hombre que lucha por encontrar la verdad a través del método científico.

La segunda versión la escribe Brecht en inglés desde su exilio americano, y tras la caída de las bombas atómicas sobre Hirosima y Nagasaki. Tras el horror de la II Guerra Mundial ya no basta plantearse al científico como un mero buscador de la verdad. Brecht nos presenta ahora a Galileo en todas sus contradicciones, y le sitúa como parte integrante de una sociedad en la que, por su posición como científico, tiene un papel fundamental. El saber por el saber ya no es suficiente y para él la ciencia debe tener un planteamiento ético y perseguir, por encima de todo, el progreso de la humanidad.

En este sentido en la tercera versión del texto, escrita de nuevo en alemán en los años 50, el dramaturgo incluye una frase pronunciada por Galileo al final de la obra, en la que se arrepiente de haberse retractado ante la Inquisición:

“Si yo hubiera resistido, los hombres dedicados a las ciencias naturales hubieran podido desarrollar algo así como el juramento hipocrático de los médicos: ¡la promesa de utilizar la Ciencia únicamente en beneficio de la Humanidad!”

De esta manera Bertolt Brecht lanza desde el mundo teatral una propuesta a considerar por el ámbito científico.

Teatro científico

Pero Brecht no es el único en utilizar el teatro como medio para reflexionar sobre el papel ético que la ciencia debe tener en la sociedad. Los físicos (1962) de Fiedrich Dürrenmatt, El caso Oppenheimer (1964) de Heinar Kipphardt, o más recientemente Copenhague (1998) de Michael Frayn, investigan desde el teatro sobre el papel que la ciencia tuvo en la destrucción provocada por la caída de las dos bombas nucleares sobre Japón, y sobre cómo sacar conclusiones de este suceso en la sociedad contemporánea.

Es curioso comprobar cómo la mayor parte de los textos de teatro científico están relacionados con la física, y en particular con la física nuclear, y cómo las temáticas giran siempre en torno a lo que ocurría en los círculos científicos de los años cuarenta.

¿Qué pasa entonces a partir de los años cincuenta? Con la Guerra Fría y el miedo al holocausto nuclear la física va dejando de ser un terreno cercano a la sociedad, proveedor de grandes avances y descubrimientos (y hasta de iconos culturales como Einstein), y en la segunda mitad del siglo XX cede ese papel a la biología, y particularmente a la genética.

Además, las paradojas y contradicciones, por otro lado de difícil solución, que se plantearon con la energía nuclear llevaron a la ciencia a adoptar una posición por encima de la ética, creando un círculo cerrado, con un lenguaje propio e incomprensible para los ajenos, y alejándola cada vez más de la realidad cotidiana de la gente. La presencia de la ciencia en la sociedad se ha sustituido, a principios del siglo XXI, por una sobreabundancia de tecnología.

Pero esa separación entre ciencia, ciudadanía y ética ya no se puede sostener. Los nuevos retos científicos que nos vamos a encontrar en los próximos años: las neurociencias, la clonación, la manipulación genética... exigen que haya una profunda reflexión ética sobre la investigación científica que implique a toda la sociedad.

¿Y qué mejor herramienta que el teatro para llevarla a cabo?

El mismo Galileo nos mostró el camino: que la ciencia hable el lenguaje que se habla en las calles y en las plazas, y que haga llegar sus descubrimientos, conceptos y valores de manera amena y comprensible. Comparados con Galileo ahora tenemos la enorme ventaja de que la Inquisición no nos puede perseguir por eso...


*El grupo Alioth Arte&Ciencia llevará a cabo una animación teatral “El aguador y la liquidadora” sobre el universo del agua en la Noche de los Investigadores de Madrid, el día 28 de septiembre a partir de las 18.00 h en la sede del Museo de Ciencia y Tecnología de Madrid.

Añadir nuevo comentario

El contenido de este campo se mantiene privado y no se mostrará públicamente.
Para el envío de comentarios, Ud. deberá rellenar todos los campos solicitados. Así mismo, le informamos que su nombre aparecerá publicado junto con su comentario, por lo que en caso que no quiera que se publique, le sugerimos introduzca un alias.

Normas de uso:

  • Las opiniones vertidas serán responsabilidad de su autor y en ningún caso de www.madrimasd.org,
  • No se admitirán comentarios contrarios a las leyes españolas o buen uso.
  • El administrador podrá eliminar comentarios no apropiados, intentando respetar siempre el derecho a la libertad de expresión.
CAPTCHA
Enter the characters shown in the image.
Esta pregunta es para probar si usted es un visitante humano o no y para evitar envíos automáticos de spam.