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Autor
Daniel Mediavilla

El ruido de los coches, el gran riesgo para la salud cardiaca que aún se ignora

Un estudio muestra que la contaminación acústica del tráfico multiplica los casos de hipertensión al margen del efecto de la polución

La hipertensión es uno de los principales factores de riesgo de muerte prematura en todo el mundo y se estima que alrededor de un tercio de los adultos la padecen, aunque no sean conscientes. El tabaco, el exceso de sal, el alcohol o la polución son algunos factores que incrementan la tensión, pero hay una amenaza que no se suele tener en cuenta: el ruido. Aunque resulte molesto, la relación con la presión arterial o las enfermedades respiratorias no resulta tan intuitiva como la que existe con el humo de los coches y, además, no abundan los estudios científicos que demuestren el vínculo. Aun así, tanto el ruido excesivo como la polución fueron incluidos en 2021 por la Sociedad Europea de Cardiología entre los aspectos que se pueden modificar para reducir los riesgos de la hipertensión en la población.

Un equipo liderado por Jing Huang, profesor de la Universidad de Pekin (China), acaba de publicar un trabajo en la revista JACC: Advances en el que se refuerza la relación entre el ruido del tráfico y la hipertensión. Los investigadores recogieron información del Biobanco del Reino Unido de más de 240.000 personas de entre 40 y 69 años que no tenían hipertensión. Les siguieron durante una media de ocho años, estimando el ruido al que se vieron expuestos a partir de la dirección en la que vivían, y registraron cuántos desarrollaron la dolencia.

Fueron más de 21.000 y los datos muestran que el riesgo de una excesiva presión sanguínea está relacionado con la dosis de ruido a la que se vieron expuestos. Además, fueron capaces de separar el efecto del ruido del de la contaminación, pero vieron que el daño se agrava cuando ambos se combinan. “Parece posible que una elevada exposición a aire contaminado deje al cuerpo más vulnerable a los efectos peligrosos del ruido del tráfico y viceversa”, escriben. Los investigadores han conseguido pruebas más fiables de algo que está costando demostrar y dan argumentos a quienes defienden que regular el tráfico, reduciendo tanto el ruido como la contaminación del aire, es una medida útil para reducir los problemas de salud cardiovascular y otras enfermedades en toda la población.

Julio Díaz, investigador del Instituto de Salud Carlos III que ha participado en varios estudios sobre el impacto del ruido en la salud, cree que estos resultados “son importantes para incluir el ruido asociado al tráfico como causa de muchos problemas de salud”. “Nosotros publicamos un estudio en el que calculamos el número de coches circulando en una zona y los ingresos hospitalarios estaban relacionados”, apunta el investigador. En el análisis, aparecido en 2015, estimaron que bajar el ruido del tráfico en la Comunidad de Madrid un decibelio supondría evitar 468 muertes prematuras al año. Según señala Díaz, “en las zonas de bajas emisiones solo se piensa en el beneficio de reducir el [dióxido de nitrógeno] y no se mira el ruido” pese a la relevancia de sus efectos. Estudios como el publicado ahora sugieren que el daño del ruido sobre la salud crece con él de una forma lineal.

El tráfico, el 80% del ruido

Carlos Escobar, cardiólogo del Hospital Universitario La Paz, en Madrid, coincide en que “no se vigila lo bastante el ruido al que estamos expuestos”. “El ruido agudo es fácil de detectar, como cuando alguien da un grito o hay una máquina debajo de casa, pero el ruido crónico elevado puede ser más peligroso, porque te acabas acostumbrando”, asevera. “Con el tiempo, puede aumentar la presión arterial y ser una variable que después incremente el riesgo de ictus o infarto”, continúa. Escobar enfatiza la importancia de controlar el ruido de los coches, que en Madrid podría suponer el 80% del ruido total, pero también señala “a las condiciones del lugar de trabajo o a lo que hacemos en casa, donde podemos poner durante mucho tiempo música alta o videojuegos”. “Si lo haces crónicamente, puede ser malo, no solo para la audición, sino para la salud cardiovascular”, concluye.

Díaz también señala el peligro de esos sonidos agradables a muchos decibelios: “Hay un componente subjetivo y, aunque no sea lo mismo el ruido que quieres oír, como una canción a mucho volumen, el impacto que tiene es el mismo”. “La gente puede pensar que se acostumbra a un ruido, y los que vivimos en ciudades como Madrid nos acostumbramos al ruido de los coches, pero nuestro cuerpo no se acostumbra”, advierte. “Estudios en los que se ha sacado sangre a gente antes y después de someterles a ruido se ha visto que hay mayores niveles de glucosa, de colesterol o de cortisol, que es la hormona del estrés”, afirma. “La explicación simplificada sería que tu cuerpo vive el ruido como una agresión, y cuando necesitas repeler una agresión, lo primero que haces es aumentar tu presión arterial y tu frecuencia cardiaca, y verter al torrente sanguíneo sustancias como el cortisol”, explica. “Altos niveles de sustancias como el cortisol debilitan el sistema inmune y facilitan las infecciones respiratorias, y una inflamación celular crónica produce muchos otros problemas de salud”, resume.

Los autores del estudio consideran que sus hallazgos son una llamada de atención a las autoridades, para que alivien el impacto del ruido del tráfico como parte de un esfuerzo social, aplicando medidas de control del ruido más estrictas, mejorando las carreteras y el diseño urbano y fomentando la inversión en vehículos más silenciosos. Además, apuntan que las personas que vivían en las áreas más pobres tenían un riesgo significativamente más elevado de desarrollar hipertensión que las personas de las zonas más acomodadas. Por eso, proponen, “cambiar el entorno físico de estas zonas podría generar mayores beneficios absolutos y deberían ser priorizados”.


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