Fecha
Autor
Rodríguez Adrados, Francisco. Editorial Ariel. Barcelona, 2006. 847 páginas.

El reloj de la historia. Homo sapiens, Grecia Antigua y Mundo Moderno.

UNA HISTORIA GLOBAL<br> Sobre la enciclopédica obra de Rodríguez Adrados Reseña realizada por Emilio Crespo<br> Universidad Autónoma de Madrid y <br>Fundación Pastor de Estudios Clásicos

¿El devenir de la especie humana desde su aparición sobre la faz de la tierra ha seguido una pauta que pueda descubrirse mediante el estudio del pasado? ¿El homo sapiens ha progresado continuamente desde sus orígenes, como el conocimiento científico y las aplicaciones tecnológicas en el pasado próximo? ¿O más bien ha decaído a niveles cada vez más bajos, como sostienen algunas religiones y la cosmovisión dominante en algunas culturas? ¿En la historia del hombre hay ciclos periódicos de auge y retroceso, y de apertura y cierre, que se repiten como las estaciones anuales? Estas son las cuestiones centrales que aborda este ensayo, audaz y personal, de Francisco Rodríguez Adrados, helenista, filólogo y lingüista destacado, miembro de la Reales Academias Española y de la Historia.

Para dar respuesta a estas preguntas el autor toma en consideración no solo una cultura concreta ni un periodo histórico determinado, sino la evolución general de la especie humana desde la aparición del homo sapiens, y se aplica a defender y argumentar una teoría novedosa que se puede resumir de la siguiente manera. En las primeras fases de la historia, diversos grupos humanos crearon culturas separadas entre sí con rasgos en parte coincidentes y en parte específicos. Entre estas están las culturas del Próximo Oriente (sumeria, acadia, asiria y otras), la egipcia, la india, las del Este asiático y las americanas prehispánicas. Todas ellas experimentaron avances y retrocesos, aperturas y cierres sucesivos. Los griegos antiguos conformaron en principio una cultura más, con rasgos comunes a las demás civilizaciones anteriores o posteriores, pero en la época clásica dieron un salto espectacular hacia delante al descubrir, sobre todo, el sentido del individuo y la creatividad personal, la libertad y la igualdad, la ciencia y la organización democrática de la sociedad. Gracias a estos hallazgos, esta cultura se constituyó en eje de la historia del hombre y modeló la cultura universal hasta el presente. En comparación con la cultura griega antigua, las demás resultan estáticas. Como se ve, Adrados convierte su admiración por la cultura griega propia de un humanista clásico en clave de su novedosa filosofía de la historia: en la evolución humana algunos hallazgos de algunos griegos de época clásica constituyen el eje y la espina dorsal sobre los que se organiza la historia global de la humanidad.

Tras la época clásica, las creaciones propias de la cultura griega sufrieron sucesivos cierres y aperturas parciales en la historia de la sociedad occidental. En época de los reinos helenísticos, la organización política sufrió un menoscabo, pero estas monarquías mantuvieron el impulso por el conocimiento científico y helenizaron grandes espacios de la cuenca del Mediterráneo oriental y del Oriente Próximo. La República romana adoptó una constitución política que incorporaba aspiraciones aristocráticas y democráticas. Durante la mayor parte del posterior Imperio romano, algunos aspectos de la cultura griega clásica experimentaron un auge. Además, se produjo el progresivo abandono del politeísmo, superado por el monoteísmo cristiano. Hubo un cierre o decadencia al final del Imperio romano, que no obstante mantuvo la admiración por la cultura griega. Aún mayor fue el cierre durante la Edad Media, aunque la cristiandad, que en principio había sido enemiga de la cultura griega - individualista, libre e igualitaria - la asumió en parte, la adaptó y transmitió su conocimiento a las generaciones posteriores. Con el Renacimiento y la Edad Moderna hubo una nueva apertura, con nuevos avances científicos, culturales y artísticos y la enorme ampliación de los horizontes geográficos. La cultura europea contemporánea y la americana - que tiene algunos rasgos propios - heredó las concepciones basadas en la importancia del individuo, en la libertad y la igualdad, en la organización social democrática y en el despliegue del conocimiento científico y de sus aplicaciones tecnológicas.

Las demás culturas, tanto antiguas como modernas, son estáticas en comparación con la que Adrados llama greco-occidental. Solo las que entraron o entran en contacto con la sociedad occidental han experimentado profundas modificaciones e influencias, aunque obviamente también ejercieron influjo sobre esta.

El libro también dedica atención a las fases más recientes de la cultura universal. Desde el fin de la segunda guerra mundial, el proceso de globalización al que asistimos consiste básicamente en la expansión de rasgos característicos de la cultura occidental a un número cada vez más amplio de personas. Ninguna otra cultura ha explorado todos los límites del globo y se ha implantado, directamente o a través de influencias, en todos. Esta difusión ha generado derivaciones y formas mixtas de cultura sobre las que el autor expone sus opiniones. Así, se pronuncia contra el igualitarismo cultural y defiende de modo apasionado la universalidad de los valores humanísticos de la sociedad greco-occidental. También advierte de que, aunque el futuro consiste en la globalización, que en parte ya está aquí, no deja de ser inquietante, porque amenaza con una unificación que comporta la eliminación de la diversidad de tradiciones. Existe el riesgo de que la homogeneización, basada en la expansión de modelos americanos y de la tecnología, venga acompañada del olvido del pasado y de un innegable descenso cultural, como ya se está produciendo y, a veces, de un descenso de las libertades o de un abuso de las mismas.

El resumen anterior apenas da idea de la riqueza y de los matices del pensamiento expuesto en el libro. Las partes segunda y tercera, tituladas "La cultura greco-occidental" y "1945-2005. Hacia la unidad del mundo, con sus problemas", contienen los trazos más importantes de una historia global (política, cultural, científica, artística, social y económica) de la sociedad occidental desde sus orígenes hasta la actualidad. El cuadro resultante es a la vez autorizado y personal y está expuesto de modo vívido y con tono apasionado. Como cabía imaginar, la Grecia antigua está tratada con mayor detalle, pero el autor destaca en todo momento lo que cada época ha heredado de ella y lo que es relevante para el presente. Entre los temas del pasado próximo que trata están el auge y la caída del comunismo, la occidentalización a escala mundial, la descolonización de las antiguas colonias de las potencias europeas, los organismos internacionales, el islamismo, el terrorismo, la americanización del mundo, la revolución femenina, las formas de sexualidad, la sociedad de masas y de la información y tantos otros. Son destacables las páginas dedicadas a dar la voz de alarma por la decadencia de la cultura humanística. El autor se pronuncia de modo personal y audaz sobre los grandes problemas a los que se enfrenta en el presente tanto la sociedad occidental en general como la española, en particular. No todas las afirmaciones del autor serán compartidas por todos los lectores, pero siempre darán que pensar.

La lectura del libro es muy amena. Las frases tienen con frecuencia un estilo sincopado. El autor evita los largos periodos discursivos propios de los ensayos. La organización del contenido da lugar a numerosas anticipaciones, repeticiones y referencias imprecisas adelante y atrás. El tono es siempre personal: apenas se encuentra la demostración característica del estilo científico y en cambio abunda la expresión de opiniones personales orientadas a persuadir al lector y ganar su complicidad. A lograr un tono personal contribuye también la ausencia de índices de conceptos, de temas tratados y de referencias internas precisas, pero el índice general es completo y facilita la lectura.

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