El escritor y poeta argentino dedica un poema a esta planta que, al contrario que el resto de vegetales, por las noches, en vez de soltar el anhídrido carbónico, lo consumen
Qué poco sabemos de la vida secreta de las plantas. La mayor parte de nosotros sólo conocemos cuatro plantas: pinos, geranios, olivos y margaritas, por ejemplo, ó poco más. Un desastre de desconexión profunda con la naturaleza. De desconocimiento, por ejemplo con los increíbles cactus: con sus espinas, sus tallos llenos de agua almacenada, su sobriedad y, pásmense, su respirar inverso: al contrario que el resto de plantas, por las noches, en vez de soltar el anhídrido carbónico (CO2) al aire, lo consumen. El escritor y poeta argentino Héctor Freire (Buenos Aires, 1953) les dedica un interesante poema en el que se resalta su botánica minimalista, su obstinada paciencia y su economía vegetal y que nos complace incluir en poesía y ciencia en este principio de otoño.
Ver más en el blog La alegría de las musas 2.
CACTUS
Inmortalidad provisoria, pero suficiente
Ives Bonnefoy
El silencio del cactus hace de su forma espinosa
una precisa plenitud que duerme, donde el ser
parece expresarse de un modo indicativo:
ofrece la ilusión del realismo pero descansa en el simulacro,
persiste en el reposo como indicio de un acto sin alcance,
y afirma el sentido por vía de la negación.
El cactus reanima en su “botánica minimalista”
el gesto de la obstinada paciencia consumada,
y en la ignorancia de su quieta agitación,
sugiere que por estar inmóvil
tiene acceso a lo intemporal, donde la constancia
de la soledad es un desorden de placeres.
Su “economía vegetal” no parece exaltar los beneficios
de la lluvia, sino un señalamiento de sus límites.
La resistencia de la materia a pesar de sus raíces
poco profundas pero suficientes.
El cactus: hueso abandonado dos veces al olvido,
un exceso de evidencia que lo hace parecer muerto.
Cancelado entre las piedras, es un sol tranquilo
que sueña con un mundo que no le pertenece.
Héctor Freire. (Buenos Aires, 1953)