Entrevista a Svante Pääbo. <a href="https://www.fpa.es/es/premios-princesa-de-asturias/premiados/2018-svante-paabo.html?especifica=0&amp;idCategoria=0&amp;anio=2018&amp;especifica=0" title="Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2018" alt="Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2018" target="_blank">Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2018</a>.
Svante Pääbo tenía 13 años cuando su madre le llevó a Egipto por primera vez. Quedó tan impresionado que memorizó los jeroglíficos, aprendió la historia y trabajó dos veranos seguidos clasificando trozos de cerámica en el Museo Mediterráneo de Estocolmo, que pudiera haberse convertido en su destino laboral, tal y como cuenta él mismo en su libro El hombre de neandertal. Pero el segundo año se dio cuenta de que los egiptólogos hacían las mismas cosas que el primero, iban a comer a la misma hora, hablaban de los mismos enigmas académicos y se obsesionaban con los mismos cotilleos académicos. "La egiptología avanzaba demasiado despacio para mi gusto", recuerda Pääbo. Desde entonces su carrera ha sido meteórica.
Pääbo decidió estudiar medicina en la Universidad de Upsala y especializarse en investigación. En 1985 fue portada de Nature -un podio mundial de la ciencia- cuando aún estudiaba doctorado por su primer análisis del ADN de una momia egipcia. En las tres décadas siguientes, Pääbo extrajo del ADN antiguos mensajes que ponen a nuestra especie en su -humilde- sitio. Ha demostrado que humanos y neandertales son primos evolutivos, tan parecidos que cuando se encontraron en Europa se cruzaron y tuvieron hijos fértiles, de modo que hasta un 4% de nuestro ADN es neandertal. También desveló que hubo un tercer grupo humano con el que se cruzaron las otras dos especies y a este triángulo sexual se suman otros homínidos cuya especie se desconoce, pero cuya marca genética persiste en la actualidad en algunas poblaciones. El director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica por descubrimientos "que obligan a reescribir la historia de nuestra especie". El investigador responde las preguntas de EL PAÍS al teléfono desde Copenhague, horas después de conocer el fallo del jurado.
¿Cuándo supo que había ganado el premio, lo conocía?
Ayer [por el martes] me llamó un representante del jurado para comunicármelo, aunque nadie me explicó por qué me daban el premio [risas]. Es una enorme sorpresa y sí, había oído hablar de este premio. Es un reconocimiento de que esta técnica es válida para extraer ADN de forma rutinaria de los restos arqueológicos y estudiar no solo la evolución de los neandertales, sino muchos otros episodios como la expansión de la agricultura o los patógenos humanos. Este campo ha crecido tanto que ya no puedo ni leer todos los estudios que se publican sobre ADN antiguo.
¿Cuál es el momento que más le ha marcado en su carrera científica?
Fue en 1996, cuando nos dimos cuenta por primera vez de que una de las secuencias de ADN mitocondrial extraídas de un fósil que analizábamos provenía de algo que no era un humano moderno ni tampoco otro primate, sino de un neandertal. Gracias a este tipo de técnicas hemos podido aclarar qué sucedió cuando ambas especies se encontraron por primera vez e incluso descubrir a los denisovanos de Asia, de los que conocemos su secuencia genética.
¿En qué está trabajando actualmente?
Los sedimentos de los yacimientos retienen ADN de los animales y humanos que vivieron allí, así que aunque no haya fósiles, por ejemplo en yacimientos donde solo hay herramientas de piedra, se puede intentar identificar la especie humana que estaba presente.
¿Podría también identificar a los autores de pinturas rupestres?
Es una posibilidad muy interesante, sí. Un problema habitual es que las cuevas fueron usadas tanto por neandertales como humanos modernos en varias ocasiones, por lo que podríamos encontrar ADN de ambos. Esta técnica podría funcionar sobre todo en aquellas cuevas en las que solo hubo una etapa de presencia humana y después quedaron selladas, aunque no sé si existe este caso.
¿Cuál es el límite temporal para recuperar ADN antiguo?
Nosotros hemos recobrado ADN humano de la sima de los Huesos de Atapuerca (Burgos) de hace unos 400.000 años. El ADN más antiguo en la actualidad es el de unos caballos que vivieron hace 700.000 años. En el permafrost [la capa de suelo que permanece constantemente congelada en regiones frías] no me sorprendería que consigamos llegar al millón de años.
¿Cree que se podrán revivir especies extintas?
Es posible que se consiga incluir unas pocas variantes genéticas de especies extintas dentro del genoma de animales actuales, por ejemplo crear un elefante con pelaje rojo parecido al de los mamuts. Pero es imposible reconstruir por completo un organismo extinto porque aún no conocemos cómo estaba organizado en detalle su genoma. Respecto a los neandertales, no debe intentarse nunca, pues habría que modificar las células germinales, algo que solo debería permitirse para curar enfermedades muy graves.