Fecha
Autor
Patel, Raj. Editorial Los Libros del Lince. Barcelona, 2008. 374 páginas.

Obesos y famélicos. El impacto de la globalización en el sistema alimentario mundial.

UN INTERESANTE ESTUDIO SOBRE UN TEMA DE PLENA ACTUALIDAD<br> Reseña realizada por Iñigo de Miguel<br> Cátedra Interuniversitaria (Universidad de Deusto-Universidad del País Vasco/EHU)<br> Fundación BBVA-Diputación Foral de Bizkaia de Derecho y Genoma Humano

La primera consideración que debería realizarse sobre cualquier libro que se publica hoy en día probablemente sea la que atañe a la propia conveniencia de su publicación. Como es de sobra conocido, son cada vez más numerosos los estudios que vienen a indicar que, en un mundo como el que nos ha tocado vivir, el problema no radica ya en la carencia de información, sino, más bien, en su contrario, esto es, en una tendencia exagerada a escribir sobre cualquier temática, con independencia del interés objetivo de la aportación que se pretende realizar. Teniendo esto en mente, no podemos por menos que comenzar diciendo que la obra sometida a nuestro análisis goza de una virtud que ha ido creciendo con el paso del tiempo. Si ya en el año 2007, momento en que se publicó la edición inglesa del texto, se veía venir que la globalización podía causar un serio impacto en el sistema alimentario mundial, todos los acontecimientos sucedidos a lo largo del presente año, 2008, no sólo han confirmado esta hipótesis, sino que han comenzado a mostrar el auténtico drama que se esconde detrás de estos hechos. En el momento en que escribimos estas líneas, la ONU acaba de lanzar un llamamiento para recaudar los miles de millones de dólares que serán necesarios para evitar que cientos de millones de personas padezcan de terribles hambrunas en pleno siglo XXI. La primera virtud, por consiguiente, a resaltar del libro de Patel ha de ser la de ocuparse de un tema de plena actualidad, sobre el que se han escrito ya algunas obras interesantes, pero que necesitaban de un complemento tan adecuado como este texto.

En lo que a este último punto se refiere, conviene subrayar que, frente a lo que hacen otras obras, tal vez de carácter más académico, en el sentido continental del término, el texto de Patel goza de la eminente ventaja de ser fácilmente comprensible para todo tipo de público. Plenamente inmerso en la gran tradición de pensadores americanos dedicados a intentar influir en el debate público, antes que solamente en la discusión académica, el autor escribe en un estilo claro y directo, alejado del tono que, tan a menudo, marca otros textos. Todo ello se logra a través de la inserción de numerosos ejemplos o casos personales que permiten entender perfectamente qué es lo que el autor quiere indicar, a la par que despiertan la empatía del lector, que ya no siente hallarse ante unos datos impersonales sino ante las circunstancias concretas de personas con nombres y apellidos, lo que resulta particularmente impactante en capítulos como aquel que se dedica a analizar el incremento del número de suicidios entre los agricultores, los motivos por los que éstos llegaron a producirse y las situaciones familiares que dejan tras de sí.

Hay, en tercer lugar, que alabar el tono crítico del que Raj Patel dota a su obra, en cuanto que, de un lado, se basa en argumentos sólidos provenientes de un estudio a conciencia de la realidad de la que habla y, de otro, elude la tentación de caer en las medias tintas de lo "políticamente correcto". Es un libro de denuncia, en la tradición del "No logo" de Naomi Klein y de otros libros, también, sumamente beligerantes contra el proceso globalizador tal y como se está desarrollando, como los que, en nuestro ámbito cultural escribe, por ejemplo, Taibo. Que nadie espere hallar en su interior otra cosa que una visión cruda de la realidad. Después, se podrá estar más o menos de acuerdo con las decisiones tomadas acerca de los datos que se introducen y los que se omiten, sobre la interpretación que se realiza de los mismos, sobre las proyecciones a futuro, etc., pero de lo que no cabe duda es de que el autor es valiente en sus posicionamientos y esto, de por sí, merece ya un respeto.

Entrando ya, ahora, a valorar su contenido en sí, resulta particularmente elogiable la parte del texto que Patel dedica a realizar un diagnóstico de la realidad, un diagnóstico que se basa en dos evidencias. La primera, que los productores de alimentos cada vez obtienen rendimientos más escasos por su trabajo. La segunda, que los consumidores, lejos de beneficiarse de esa coyuntura, están sufriendo una continua subida en los precios de los alimentos que, además, viene acompañada de una progresiva pérdida de calidad en los productos que se les ofrecen que está creando cada vez más problemas de salud en los países más desarrollados. Partiendo de estas dos premisas, el autor llega a la conclusión, que cae por su propio peso, de que en algún punto de la cadena que enlaza unos y otros se está produciendo un progresivo encarecimiento de los servicios. La cuestión, por supuesto, radica en saber dónde se halla el problema, esto es, quién está absorbiendo los beneficios a costa de perjudicar el mercado. El autor no duda en ofrecer un culpable: en su opinión, que avala con numerosos datos y ejemplos, son unas pocas compañías transnacionales las que, a través de su control de los mecanismos clave de la cadena de distribución, están enriqueciéndose constantemente, observando para ello comportamientos similares a los de la competencia monopolística. Dicho con otras palabras, nos hallamos, siempre según Patel, en un escenario en el que no existe auténtica competencia, sino que varias grandes compañías se reparten el mercado sin competir entre sí, lo que redunda en la pérdida de todos y sus ganancias astronómicas. En este sentido, cobra especial relevancia el estudio que incluye la obra sobre el mercado de la soja, uno de los más detallados y convincentes de los que hemos visto en los últimos años.

El punto débil del texto estriba, al menos desde la perspectiva de quien escribe estas líneas, en la parte que intenta trasladar al lector las fórmulas básicas con las que alterar la situación, esto es, la forma de cambiar los parámetros básicos del mercado de la alimentación en un mundo globalizado. El problema, llegados a este punto, no proviene de que no compartamos con Patel la esperanza, perfectamente legítima, de que cuando la situación arriba a un extremo de deterioro como el que está alcanzando ahora las cosas tienden inevitablemente a mejorar. Más bien, reside en la forma en que el autor trata de canalizar el cambio, esto es, en las herramientas que cita como las ideales para lograr que el mercado se reajuste de la forma más rápida y más justa posible. Pensemos, en este sentido, que las medidas que propone el autor son, entre otras, las siguientes: transformar nuestros gustos alimenticios, comer localmente y según la temporada, apoyar al comercio local, favorecer el comercio justo no sólo a través de las compras sino estableciendo lazos personales, apoyar una política alimentaria sostenible, etc.

La cuestión aquí estriba no ya en la propia consistencia de las medidas, sino en su plausibilidad. Nadie duda de que, en caso de llevar a la práctica lo que el autor propone, todo se solucionaría rápidamente. Lo que ocurre es que las posibilidades de que estas sugerencias sean seguidas masivamente, generando así una esfera de influencia perceptible, son, al menos a nuestro juicio, muy escasas. Hay, con todo, que reflejar que, en medio de todo este catálogo de buenas intenciones, se abre camino, aunque sea de forma discreta, una idea que, por sí misma, cobra más sentido que todas las demás juntas. Nos referimos al momento concreto en que Patel nos recuerda que, en último término, los dueños de las empresas que nos están privando de tantas cosas somos nosotros mismos. Ser conscientes de este vínculo y utilizarlo para alterar las condiciones de nuestras vidas es la mejor forma de luchar por un mundo más justo. Lástima que el autor no profundice más por esta vía.

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