PENSANDO LO QUE NOS PIENSA<br>
Brillante y provocador
Reseña realizada por Luis Castro Nogueira<br>
UNED
Emmánuel Lizcano retorna con este texto a su territorio de siempre: los imaginarios y las metáforas. Y lo hace, nuevamente, de una forma brillante y provocadora. En su gran obra anterior, Imaginario colectivo y creación matemática (1993), un libro ya clásico sobre la construcción social y metafórica del conocimiento matemático en la Grecia clásica y en la China de los Han, Lizcano había puesto en evidencia hasta qué punto el corazón mismo de la razón, en su forma más pura y sagrada de razón matemática- de máthema (conocimiento) y de manthano (aprender)- se hallaba mediado hasta los tuétanos por magmas metafóricos que, paradójicamente, al tiempo que custodiaban su pretensión de verdad universal, simultáneamente, delataban sus profundas raíces locales en un mundo histórico.
En este nuevo ensayo que reúne diferentes textos sin perder su carácter unitario, ensaya nuevamente algunos sugerentes tientos que bien podrían formar parte de una posible epistemología libertaria. Siguiendo el camino abierto por Nietzsche, Derrida y buena parte del más crítico constructivismo contemporáneo, Lizcano se decide a pensar con la nariz y a husmear como un sabueso bajo cada concepto, bajo cada idea más o menos respetable, a la búsqueda de aquellas huellas de viejas metáforas que han olvidado que lo son y que construyen socialmente los enrejados del Poder/Saber y la ilusión de todos los días; esa ilusión que hace y deshace nuestros (¡!) cuerpos, nuestros sentidos, nuestra democracia y nuestras aulas y laboratorios.
Así, el libro pone al descubierto, entre otras muchas ilusiones, la construcción retórica de la imagen pública de la tecnociencia; somete a un sugerente análisis los complejos metafóricos que dan sentido a los famosos cinco sentidos (¡o son cinco mil?) de la tradición occidental dominados por la visión (el theorein platónico), enfrentándolos al predominio del olfato entre los ongee de las islas Andamán, al sentido calórico de los tzotil mexicanos como eje de su vida social y psíquica o a los flujos de energía cromática entre los desana de la Amazonia colombiana y descubre, asimismo, que las metáforas que trenzan y trazan el pensar matemático de la tribu europea, con aborígenes tan célebres como Descartes, Leibniz o Kant, resultarían insoportablemente indígenas e ingenuas para cualquier modesto algebrista chino horrorizado por sus torpezas, titubeos y reticencias (¡ignorantes del complejo yin/yang!) con el Wu (cero), los números negativos y los números imaginarios (¡como si los llamados naturales tuviesen mayor entidad!). Metáforas que les habrían impedido (obsesionados con la percepción geométrica y la escritura en filas), barruntar siquiera la posibilidad de imaginar aquella otra escritura de filas y columnas (desplegada en un sencillo tablero de jade) esencial para visualizar el álgebra de matrices y resolver ecuaciones lineales con varias incógnitas.
Metáforas que nos piensan parece extraer todas las consecuencias de aquel sabio dictamen que sospechaba que todo documento de cultura era y es, al mismo tiempo, un documento de barbarie. Estamos ante una excelente combinación de la academia más sofisticada vertida, sin embargo, en una prosa atractiva y accesible, con una fiera apuesta en favor de la autonomía personal y política. Estamos, también, ante una defensa ardiente de las mejores causas perdidas ya que, como recordaba el gran filósofo W Benjamín, sólo de la desesperación de los desesperados nos será concedido algo que merezca el nombre de esperanza.