MARCO AURELIO EN LA ONU<br>
Reseña realizada por Antonio Lastra<br>
Codirector de<i> La Torre del Virrey. Revista de Estudios Culturales</i>
Dag Hammarskjöld (1905-1961) fue el segundo secretario general de la Organización de las Naciones Unidas y recibió, a título póstumo, el premio Nobel de la Paz. Miembro de una familia con una larga tradición de servicio público y académico -su padre fue primer ministro de Suecia y custodio de la Fundación Nobel-, Hammarskjöld fue también el autor de un solo libro, Vägmärken (Marcas en el camino), que se publicó tras su muerte y que recoge una serie de escritos en prosa y en verso (muchos de ellos a la manera del haiku japonés), en los que Hammarskjöld intercalaría numerosas citas, sobre todo de la traducción francesa de la Imitatio Christi de Thomas de Kempis, del maestro Eckhart y de la versión inglesa de 1611 de la Biblia. El título del libro, de hecho, proviene de un pasaje de Jeremías (31:21): "Set thee up waymarks". Las "marcas en el camino" serían hitos o mojones colocados por alguien que había puesto su corazón en el camino. En la primera entrada del libro, fechada en 1925, Hammarskjöld, entonces estudiante de Derecho en Uppsala, escribió: "Algo me empuja hacia delante, / a una región desconocida"; en la última, fechada en el 24 de agosto de 1961, pocos días antes de su muerte, se preguntaría si "es una nueva región, / en otra realidad / diferente de la cotidiana". A lo largo de treinta y seis años, Hammarskjöld guardaría una delicada coherencia literaria, en la que necesariamente tuvo algo que ver la eliminación o depuración de muchas cosas. Uno de sus corresponsales fue el poeta y diplomático Saint-John Perse.
Marcas en el camino se publicó por primera vez en sueco en 1963, pero alcanzó la fama con la traducción inglesa, Markings, que Leif Sjoberg y W. H. Auden llevaron a cabo y que apareció al año siguiente. El prólogo de Auden se convirtió, de hecho, en la pauta de lectura de Hammarskjöld para millones de lectores, sobre todo en los Estados Unidos. Auden subrayó la propensión mística de la espiritualidad de Hammarskjöld, pero proyectó sobre las "marcas en el camino" sus propias angustias y vacilaciones respecto a la sinceridad religiosa y la naturaleza de las relaciones humanas del autor. Hammarskjöld había reflexionado profundamente sobre la soledad y la amistad, pero sus comentaristas suecos, muy críticos con lo que siempre han considerado una tergiversación en toda regla del texto original, son menos propensos a acentuar las dimensiones eróticas, incluso las que se desprenden de las aspiraciones (o renuncias) místicas del autor. Marcas en el camino se tradujo por primera vez al español en 1965. La nueva traducción de Pedro Lomba sigue de cerca la versión francesa, Jalons, que C. G. Bjurström y Philippe Dumaine publicaron en 1966 y que corregía sustancialmente algunos de los errores de interpretación de la versión inglesa, especialmente en cuanto a la atribución de los pasajes citados por Hammarskjöld. En su introducción, Carlo Ossola enfatiza el misticismo de Hammarskjöld y lo vincula a una tradición literaria cuya categoría fundamental se cifraría en lo que Hammarskjöld llamó "lo inaudito".
Sin embargo, es posible leer a Hammarskjöld con otra perspectiva, que ilumina la relación del escritor con el representante de una noble filosofía política. En la célebre carta que acompañaba el manuscrito de Marcas en el camino, Hammarskjöld contraponía el carácter reservado de sus "notas" -sus "tratos conmigo mismo y con Dios"- a su posible "publicación": la publicación era posible porque, según Hammarskjöld, "la situación ha cambiado" debido a "todo lo que se ha dicho y escrito sobre mi persona". Todo lo que se decía y escribía sobre Hammarskjöld se debía a su condición de secretario general de las Naciones Unidas y a su intención de darle a la organización una eminencia y una eficacia moral en medio del proceso de descolonización y de la Guerra Fría. La controversia sobre si su muerte en un accidente de aviación en África -cuando Hammarskjöld trataba de impedir que las distintas potencias aprovecharan la independencia del Congo en beneficio propio- fue en realidad un magnicidio encubierto sigue sin resolverse, pero al mismo tiempo se proyecta sobre su escritura y le confiere, en lugar de un aura mística, una impronta trágica. En la única mención de las "marcas en el camino" en el propio texto (p. 144), Hammarskjöld reconoce, en términos muy parecidos a los de la nota póstuma, que su vida ha cambiado y que ahora cuenta con posibles lectores. Marcas en el camino podría ser, con esta perspectiva, una reflexión sobre la impotencia del poder político. Un ejercicio de literatura comparada nos llevaría en seguida -por encima de las referencias explícitas del autor- a una fuente implícita, las Meditaciones de Marco Aurelio. "Furtivamente se deslizan otros nombres en el texto."