Las personas que producen niveles anormalmente altos de la hormona del crecimiento no dejan de crecer durante toda su vida.
La persona más alta de la que tenemos constancia midió 2,72 metros. Nació en Estados Unidos, se llamaba Robert Pershing Wadlow y vivió sólo 22 años. La culpa de su gran estatura la tuvo un desarrollo anormal de la hipófisis, una glándula en el cerebro que produce varias hormonas, entre ellas la hormona del crecimiento. A pesar de su corta vida, le dio tiempo a ser masón, modelo de zapatos y artista de circo, entre otras muchas cosas. Su gran altura hacía que no tuviese sensibilidad en las extremidades y que necesitase férulas para poder caminar, ya que las articulaciones no están preparadas para soportar tanto peso.
El caso de Wadlow es parecido al del turco Sultan Kösen, que con 2.51 metros es la persona más alta viva. Hace 10 años, Kösen se sometió a una intervención de radiocirugía para evitar que su hipófisis siguiese creciendo y bloquear la producción de hormona de crecimiento. Desde entonces ha parado de crecer, aunque sigue necesitando muletas para poder caminar.
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Doug Coldwell