La diferencia entre solicitudes femeninas y masculinas, aunque aún grande, se ha acortado en la última década. / fernandozhiminaicela (PIXABAY)
Fecha
Autor
Miguel Ángel Criado

Las patentes de mujeres son más rechazadas que las de los hombres

Un estudio con 2,7 millones de solicitudes muestra un sesgo contra las firmadas con nombres femeninos.

Por cada diez patentes presentadas por hombres, apenas hay una solicitada por una mujer. Aunque el porcentaje mejora en las solicitudes con varios inventores, la brecha se mantiene ya sean datos de España o globales. Ahora, un estudio con casi 2,8 millones de patentes va más allá y muestra que las firmadas por una mujer o equipos de mayoría femenina tiene menos probabilidades de ser concedidas. El sesgo se reproduce en otras métricas, como las reclamaciones aceptadas. Incluso, una vez aprobadas, son menos citadas y tienden a ser menos renovadas. Y todo por llevar un nombre de mujer.

Tres investigadores de la Universidad de Yale han recopilado 2,79 millones de solicitudes patentes presentadas desde 2001 en la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU. (USPTO, por sus siglas en inglés). Usando tres bases de datos diferentes, las separaron según género. Aunque hay nombres como Sasha que pueden ser confusos, otros como Peter, Roberto o Mary pueden ser asignados a un sexo con un reducido margen de error. Así, pudieron determinar el género del 89% de los inventores. En el caso de las patentes firmadas por varias personas, algo habitual en las empresas, calculaban la proporción de mujeres en esa solicitud.

El trabajo, publicado en Nature Biotechnology, valoró las más diversas métricas de cada patente: si era aprobada o no, el tipo de invento o utilidad patentados, si la apelaron en caso de un rechazo inicial, el tiempo que eran mantenidas y si eran renovadas, las citaciones que recibieron en patentes posteriores y hasta la cantidad de palabras de la patente o si su revisión por los funcionarios de la USPTO fue presencial o telemática.

"De todas las métricas, en la única en la que no encontramos una diferencia significativa fue en la rapidez en la que la oficina de patentes trató las solicitudes de inventoras e inventores", dice el profesor de la escuela de gestión de Yale y coautor del estudio, Balázs Kovács. En el resto de variables, las patentes con nombre de mujer salen peor paradas. Así, las solicitudes femeninas resultaron tener un 21% menos de probabilidades de ser concedidas. Con todo lo demás igual, las patentes solicitadas por grupos formados en su mayoría por mujeres tenían un 2,5% de menos opciones de ser apeladas si eran rechazadas.

Otros datos siguen el mismo sesgo: las patentes firmadas por mujeres tienen un 4,3% menos de probabilidades de ser mantenidas, es decir, renovadas por sus propietarios cuando estos no son los autores de la invención, como sucede con muchas patentes empresariales. En cuanto a las citaciones en patentes futuras (un indicador de calidad de la patente original), también las de las mujeres salen peor paradas. Incluso en ramas de la ciencia donde la diferencia de género es menor, como en la biotecnología o la medicina, el sesgo se mantiene. Por ejemplo, las patentes relacionadas con las ciencias de la vida firmadas por equipos de científicas, reciben un 28% menos de citaciones.

O las patentes firmadas por mujeres tienden a ser de peor calidad o se trata de otro mecanismo de discriminación. Para demostrar el sesgo contra las mujeres, los autores del estudio idearon un mecanismo que escondiera el género de los firmantes. Separaron las patentes en cuatro grupos: las firmadas por hombres con nombres comunes, las firmadas por mujeres con nombres también comunes y otros dos grupos, las masculinas y las femeninas, pero con nombres poco habituales para un anglosajón del tipo Jameire o Kunnath. La lógica es simple: si el que examina la solicitud no puede deducir el género del solicitante por el nombre, el sesgo no debería aparecer.

En efecto, los investigadores comprobaron que, a mayor frecuencia de un nombre femenino (es decir más común), mayores eran las probabilidades de que su patente fuera rechazada. Sin embargo, en aquellas solicitudes de mujeres con nombres raros, la diferencia con las de los hombres se redujo hasta el 2,8%. Aún más llamativo es el siguiente dato: comparadas con las de los hombres con apelativos poco frecuentes, las patentes de mujeres con nombre raro son citadas hasta un 20% más a menudo que el promedio de las patentes de inventores masculinos.

¿Significa esto que esas patentes eran mejores por el simple hecho de estar firmadas por mujeres? Parece tan improbable como lo contrario. "Creemos que es mucho más probable que la diferencia se deba a que mientras el examinador reconoce el género en el caso de los nombres comunes, no lo logra en el de los inventores con nombres menos frecuentes", opina Kovács.

La investigadora de la Universidad de Lausana (Suiza), Gema Lax Martínez, pide cautela a la hora de valorar los resultados de este trabajo ya que los datos no permiten analizar las características (como educación o experiencia) de los inventores. La economista española lleva años estudiando la cuestión del género y las patentes. En 2016, fue la coautora de un informe para la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) sobre la brecha entre inventores e inventoras apoyado en un diccionario de más de seis millones de nombres de 180 países. Para ella, los resultados esconden un problema de selección: es posible que la mujer haya sido discriminada en procesos anteriores al registro de patentes. Además de las posibles confusiones en la clasificación del género de los inventores en casos como el de Andrea, hombre en Italia y mujer en España.

En su informe para la OMPI, Lax y sus colegas comprobaron que la diferencia entre solicitudes femeninas y masculinas, aunque aún grande, se ha acortado en la última década. Así, en términos globales, las solicitudes internacionales de patente presentadas solo por mujeres apenas eran el 4,3%, pero aquellas con al menos una inventora en las firmas alcanzaron el 29%. Como reconoce Lax, la diferencia puede deberse a factores como el diferente punto de partida entre hombres y mujeres, la menor presencia de estas en determinados campos o su papel en los equipos de investigación.

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