"Tratar de comentar y valorar el arte actual sin conocer profundamente todo el arte anterior es tarea destinada al más inútil de los fracasos. Y, además, historiar el arte antiguo desconociendo el nuevo novísimo no lleva sino a una entomología y mineralogía de lo consagrado, no ya odiosa, sino absolutamente criminal. Tan descomedido es explicar la obra de Manet sin referirse a Velázquez, como comentar a éste prescindiendo de Manet. Eso de encerrar materia tan maravillosa cual es el arte en apartados estancos, sólo puede ser obra de perfiles burocráticos y, en efecto, no de otro modo se profesa en los pobres centros de burocracia que son las universidades" Juan Antonio Gaya Nuño."Claves íntimas de la crítica de arte", Cuadernos Hispanoamericanos, 1960
"Tratar de comentar y valorar el arte actual sin conocer profundamente todo el arte anterior es tarea destinada al más inútil de los fracasos. Y, además, historiar el arte antiguo desconociendo el nuevo novísimo no lleva sino a una entomología y mineralogía de lo consagrado, no ya odiosa, sino absolutamente criminal. Tan descomedido es explicar la obra de Manet sin referirse a Velázquez, como comentar a éste prescindiendo de Manet. Eso de encerrar materia tan maravillosa cual es el arte en apartados estancos, sólo puede ser obra de perfiles burocráticos y, en efecto, no de otro modo se profesa en los pobres centros de burocracia que son las universidades". (Gaya Nuño, 1960).
Juan Antonio Gaya Nuño es una personalidad donde se puede ver uno de los grandes casos de marginalidad que ha existido en la historia del arte español, y a la vez un auténtico pionero, tanto por su manera de aproximarse a los fenómenos de carácter histórico-artístico, como por muchos de los temas que acometió que hasta entonces apenas habían sido objeto de atención por parte de los historiadores españoles.
Busto de Gaya Nuño por Pablo Serrano
La marginalidad a Gaya se la ofrecen sus propias circunstancias vitales. El 18 de julio de 1936, cuando contaba 23 años de edad, se encuentra en Madrid, y acababa de recibir el premio extraordinario de doctorado con su tesis sobre El Románico en la provincia de Soria, de donde era natural –había nacido en Tardelcuende y desde 1920 la familia residía en la capital. En agosto de ese año su padre es fusilado por las fuerzas franquistas en Soria, y él se alista en septiembre a favor de la causa de la República, incorporándose al batallón en Numancia que actuó principalmente en el frente de Guadalajara. Acabada la guerra es condenado a veinte años de cárcel de los cuales cumple únicamente cuatro, pero hasta el año 1954 vive en libertad vigilada, con obligación de personarse periódicamente en comisaría.
Al negarse a jurar los Principios del Movimiento, requisito indispensable para acceder a cualquier puesto oficial y que le hubiera permitido una carrera académica, se ve obligado a vivir de la escritura, de hecho su bibliografía contiene más de seiscientos títulos, muchos de ellos, es verdad, artículos, pero también libros extensos. No obstante, en muchos casos se trata de artículos publicados en revistas científicas por las que uno no recibe honorarios, es decir, o su cuantía es simbólica, lo que demuestra una férrea voluntad de investigar y escribir que le caracterizó toda la vida, pues Gaya es un escritor nato que se sirvió de la escritura para expresarse. En este sentido, la situación política del país impidió a Gaya expresar sus ideas políticas de manera abierta a través de la escritura, pero si nos acercamos a los temas por los que se interesó y la forma en que los abordó comprobamos cómo a través de la Historia del Arte le fue posible encontrar un refugio desde el que expresar su posición frente al mundo desde el compromiso político. Gaya Nuño se dedicó a todo. Fue un activo crítico de arte, creador de obras literaria –algunas de gran calidad como El santero de san Saturio (1953) o Tratado de mendicidad-, y como historiador del arte todas las épocas le interesaban, algunas por razones personales como es el periodo que denominamos la Alta Edad Media alumbrador del Arte Románico al cual se sentía unido por sus orígenes –fue un niño soriano que creció a su sombra-, por eso, y como todo en él, fácilmente se aprecia esa proyección sentimental que se trasluce en todos sus escritos.
Gaya Nuño conversando con el poeta Ramón de Garcíasol y Buero Vallejo
También fue objeto de estudio la pintura española de la Edad Moderna, a la que hizo contribuciones importantes, no de carácter documental, es decir de archivo, con lo que esto significaba en una época en el que éste planteamiento era dominante en la investigación disciplinar –recordemos el título de la revista que publicaba el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Archivo Español de Arte-, porque, entre otras cosas, no podía permitirse el lujo de pasarse semanas enteras o meses leyendo y trascribiendo. Sus contribuciones son valiosas desde el punto de vista interpretativo, de ahí el interés y la vigencia de su pensamiento en la actualidad. No es de extrañar entonces que desde muy joven desarrollara un interés muy acendrado por cuestiones de patrimonio y esto, como ocurría con Lafuente Ferrari, le singulariza entre la pléyade de los historiadores del arte español. Tras una guerra muy destructora y en un país económicamente en precario, se hacía evidente la fragilidad del patrimonio histórico español, no había nada más vulnerable que los edificios o las obras de arte que contenían, porque la postguerra fue un periodo de expolio alarmante.
Basta leer las memorias del coleccionista Federico Marés para constatar la impunidad con la que salían de iglesias y conventos las obras de arte a pesar de estar vigente la Ley de Patrimonio Histórico Artístico de la República, uno de los textos más avanzados de Europa en su momento. Gaya se conciencia del fenómeno y comienza a publicar una serie de trabajos en las que se hace inventario de esa pérdida patrimonial: La pintura española fuera de España (1958), donde recoge cerca de tres mil entradas, casi todas ellas importantes, que habían salido del país desde el siglo XIX en un proceso que no tenía, y sigue sin tener. El prólogo constituye hoy el estudio principal para conocer cómo se fue dispersando la riqueza pictórica española por el extranjero.
Sobrecubierta de la Guía artística de Madrid
Tres años más tarde publica otro libro demoledor: La arquitectura española en sus monumentos desaparecidos (1961). En él no se ocupa de lo que desapareció por la dinámica propia de los siglos pasados, sino de aquellos inmuebles que fueron destruidos a partir de las primeras décadas del siglo XIX, es decir, en un tiempo en el que ya existía el concepto de patrimonio, el concepto de que esos edificios no son sólo propiedad de sus dueños, sino también de la colectividad. Siguiendo en esta línea, poco después publica Pintura europea perdida por España, más de un millar de obras -entre ellas numerosos Tizianos, Rafael, etc.-, de artistas extranjeros que habían sido alguna vez propiedad de coleccionistas españoles, pero que actualmente se encuentran en otros países. No obstante, su amplitud de miras le ha trascender las fronteras hispanas para poner de manifiesto que el problema no es sólo español, sino también europeo, y en 1964, publica El arte europeo en peligro, donde muy agudamente reflexiona sobre las cuestiones que están atentando contra el patrimonio común europeo, entre otras las intervenciones con sus nuevos métodos de restauración que lejos de conservar se tornan en ocasiones en el origen de las pérdidas patrimoniales. Y a partir de todos estos libros, una especie de lamento en forma de trilogía -la trilogía más triste sobre arte en España que se ha podido escribir nunca-, Gaya Nuño demuestra una conciencia cívica, pues es su manera de protestar. A través de patrimonio artístico estaba hablando de conciencia nacional y de compromiso político.
Sobrecubierta de Pintura europea perdida por España
Ligado a su sensibilidad hacia el patrimonio se encuentra el estudio de instituciones vinculadas a él, y de nuevo en esto Gaya Nuño fue pionero. Por ejemplo, el Museo del Prado le debe el primer estudio serio sobre el Museo Nacional de la Trinidad, otro lamento no tanto porque fuera fruto de la desamortización, sino porque sus fondos acabaron pasando a la pinacoteca y con ello esa cantidad ingente de cuadros, más de mil quinientos, terminaron o en los sótanos del Museo del Prado o dispersos por instituciones que en muchos casos ni siquiera eran museos. Por eso no extraña que también a él se deba el primer estudio sobre El Prado disperso y su obra sigue siendo hoy en día la principal monografía sobre el tema. Igualmente es autor de la visión más completa que existe sobre los museos en España a través de su Historia y guía de los museos de España y de la que es, después de la Historia de las ideas estéticas de Menéndez Pelayo, la primera revisión general a la historiografía artística y a la crítica del arte en España, su Historia de la crítica de arte en España que publica en el año 1975, poco antes de morir.
Juan Antonio Gaya Nuño tuvo la sensibilidad del pionero, abrió numerosos frentes, y en todos los casos lo hizo con gran honestidad intelectual porque, hay que recalcar ninguno de sus libros se hizo a la ligera, sino perfectamente documentados y fruto de una persona vocacional que trató con inmenso respeto su propia profesión y que utilizó la historia, la historia del arte, para expresarse y dar una opinión que, en muchos otros campos en esa época, se le negaba.
Más información:
PORTÚS, Javier y VEGA, Jesusa, 2004. El descubrimiento del arte español. tres apasionados maestros : Cossío, Lafuente, Gaya Nuño. Madrid: Nivola. ISBN: 8495599899.
GAYA NUÑO, Juan Antonio, 1960. Claves íntimas de la crítica del arte. Cuadernos Hispanoamericanos. No. 125, pp. 165-181.