Semblanza y elegía de don Gregorio Marañón
Con cenizas de ayer y de mañana,
con cenizas que el tiempo no ha llevado,
con luto de repente y con ceniza,
quiero hacer su retrato.
Recuerdo la cabeza siempre un poco
adelantada entre los hombros altos;
el cuerpo y su armoniosa pesadumbre
que andaba como hablando;
la mirada jovial que parecía
crecer para encontrarnos;
el labio un poco vuelto hacia el amigo,
su hablar lento y pausado;
las manos que pusieron tantas veces
consuelo en otras manos;
la aceptación paciente diluida ,
en la orfandad civil de su entusiasmo,
Y hay algo que renace, hay algo vivo
en esta acción de recordarle, hay algo
que aún buscamos en él como se sume
el rostro en el espejo;
recordamos
viviendo, casi a tientas, y el recuerdo
va haciendo, casi a tientas, su retrato:
la frente salediza;
la sencillez creciendo con los años;
los ojos entre tímidos y negros
como tierra quemada en monte bajo;
la juventud casi sin canas, casi
zurciendo sus retazos;
la mesura da voz que al escucharla
incitaba al sosiego y no al descanso;
la piedad general de su palabra,
la pesantez del párpado,
y hay algo que no acaba, hay algo vivo
que no puede acabar al recordarlo,
y se enciende una luz,
¿quién sabe donde
se ha encendido una luz?,
cuando empujamos
su muerte un poco para hacernos sitio
de nuevo junto a él, como adentrándonos
de nuevo en su mirar, donde un día vimos
la hondura de lo humano.
Con palabras de nieve y de ceniza
rezo por su descanso.