Fecha
Autor
José Ángel Valente (España)

Hibakusha

¿Quien dijo que, 
         reptante empieza la palabra bajo 
         los torbellinos de la luz sangrienta,
desde esta sombra nunca
podríamos cantar?

Alguien miró sin fin desde la muerte.
Aún puedes ver aquel ojo en lo oscuro.

Y cómo, preguntaron, cómo
escribir después de Auschwitz.

y después de Auschwitz
y después de Hiroshima, cómo no escribir.

¿No habría que escribir precisamente
después de Auschwitz o después
de Hiroshima, si ya fuésemos, dioses
de un tiempo roto, en el después
para que al fin se torne en nunca y nadie pueda
hacer morir aún más los muertos?

y cómo no escribir
con el dedo en el humo, igual que entraña
de un ave inescrutable.
                             Augures leen
la muerte palpitante de la noche misma.
                   Aquí yace
la noche.
                             Alguien
yace aquí cuyo nombre
fuera escrito en el humo.

La Historia, trapos,
sumergidas banderas, barras
rotas, anegadas estrellas bajo
la deyección.

Alguien tenía que morir sin término.
¿Qué víctima?

                             ¿y por qué
fue ésta y quién los eligió
no queriendo saber que el acto de elegirlos
era aún más obsceno que la muerte?
¿Por qué nosotros?, dicen
simplemente los muertos.

Aún. 
                   ¿Quién llora
que no puede llorar
desde los cuenco s secos?

Cuerpo sombrío de la luz
que el fuego
había devorado.

                             Como luz caíste
sobre las fuentes del amanecer.
Las devoraste como sombra.

Izaron una torre en el desierto,
           la operación TR llamada así for Trinity
           after a fancy of Oppies's,

Y luego lo ensayaron para ver
cómo resplandecía
en su entraña la muerte.

                                         Y luego
We are all now sons of a bitch,
                                                  lo ensayaron
en un lugar llamado by Spanish wayfarers
la Jornada del Muerto,
para que al fin los nombres y las cosas
ya no se desmintieran.

La luz se descompuso
del blanco al amarillo anaranjado
y ardió el aire
y una rígida costra
cubrió la tierra seca
con ácidos cristales
de color verde jade.

Babies satisfactorily born, dijo cegado
por su propia grandeza el grande Oppius.

Cuerpo sombrío de la luz. 
                                                Ceniza.
Cubiertos de ceniza
bebimos la ceniza hasta las heces
y la consumación.

                             Enola Gay.
Las violentas alas
de un pájaro sangriento
cubrieron la mañana para siempre.
Nuestras entrañas son de muerte.

La explosión,
su silencio,
su absoluto silencio,
la explosión del silencio,
la explosión de lo blanco
en el silencio,
sus infinitas placas
de interminable luz.

Primero el fuego
desagregó los seres.
Después el viento,
como dios enemigo en la esfera del fuego,
arrancó de raíz cuanto no había ardido.

Después el agua,

después la lluvia,
después el agua espesa
de polvo y de cenizas.

Caía inmenso un cuerpo celeste calcinado
desde el centro del aire y para siempre sobre
la destrucción. 

¿Quién llora aún? 
                                                Llamaba
desde el fondo de la piedra arrasada
la muerte,
desde el fondo sediento de las aguas
la muerte,
desde el fondo anegado de las voces
la muerte,
desde el fondo sin fondo de la muerte
la muerte, blanca
como el cuerpo infinito de una niña extendida
desde el orto al ocaso.

Abrieron los cuchillos
la entraña de los pájaros
profetizando hacia el pasado ciegos.

Barría el humo las palabras perdidas:
sangre, abominación, especie, noche.

Ven ahora, la muerte, cúbrenos
con tu respiración y tu silencio
para que no sigamos
muriendo más como muertos sin término.

Dijiste,
y una voz te llegó
desde la sombra.
No la pudiste oír.
y aún llegó otra voz desde la sombra.

No la pudiste oír.
Y la tercera voz llegó
desde la muerte:

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