LA MORAL Y LAS GRANDES DECISIONES DE ORIGEN GENÉTICO<br>
Las múltiples consideraciones de la filosofía moral y sus proyecciones.
Reseña realizada por Rafael Herranz Castillo<br>
Doctor en Derecho
Este libro presenta algunas paradojas, la primera de las cuales aparece en su mismo título. Pues no es realmente una Introducción a la Bioética, disciplina a la que se dedican tan sólo los dos últimos capítulos de los trece que componen el volumen. Se trata, por el contrario, de un ensayo de carácter divulgativo sobre la filosofía moral, desde un punto de partida bastante ortodoxo, dirigido a un público no iniciado ni familiarizado con los términos filosóficos. En un momento, incluso, se rechaza de plano la consideración de la filosofía moral como tarea exclusiva de los especialistas. El libro no pretende ofrecer una exposición exhaustiva de los grandes temas de la filosofía moral, sino un simple acercamiento a sus problemas más relevantes.
En efecto, una de las virtudes más destacables de la obra es agrupar sus contenidos por temas o problemas. Incluso en la (amplia) parte histórica, que abarca los seis primeros capítulos, el enfoque no es estrictamente diacrónico, y son los problemas (las preguntas o cuestiones éticas) el aglutinador principal de los diferentes planteamientos clásicos. A éstos se pasa revista con un lenguaje claro y comprensible, no especializado, señalando las aportaciones más destacadas de cada autor a la filosofía moral. En lugar de proponer soluciones, se ofrecen perspectivas y argumentos para que el lector extraiga sus propias conclusiones.
El enfoque responde, casi con seguridad, a una convicción que comparten muchos filósofos: en el estudio de los grandes problemas existe una continuidad de fondo, una unidad que subyace a la aparente diversidad de los estilos, lo que hace posible aproximarnos a la lectura de cualquier autor, sin excepción, con el objetivo de obtener sugerencias provechosas para nuestra experiencia actual.
Es suficientemente conocida la distinción entre moralistas y filósofos morales. A los primeros les interesa lo que la gente debe hacer, y formulan prescripciones o enunciados normativos. A los segundos les interesa, sobre todo, el carácter de la argumentación moral, describen y analizan los juicios de valor. La definición de los enunciados morales que Ramón Valls propone en su libro se relaciona, precisamente, con su capacidad de dar respuesta a las preguntas morales fundamentales: ¿Qué podemos lícitamente hacer? ¿A qué estamos obligados? ¿Hay que prohibir o permitir? Y ya desde el Prólogo, el autor deslinda con claridad los deberes morales de la reflexión filosófica sobre ellos.
El libro se ordena en torno a cinco grandes bloques: el primero se dedica a recordarnos "la experiencia histórica de lo ético". En el segundo se plantean las "tres crisis de la modernidad": la revolución social pendiente, el movimiento postmodernista, y las recientes críticas a la globalización. En el tercero se da cuenta de los progresos que "no podemos perder". En el cuarto se abre la puerta a "lo que hay que hacer"; y en el quinto y último se introducen algunas cuestiones clave de la Bioética.
Ramón Valls afirma con rotundidad que "la moralidad es humana, no conocemos sociedades sin moralidad". En el dilema entre universalidad y particularidad se inclina por la primera, y por la extensión generalizada de los valores que caracterizan a la tradición occidental. Se apuesta en este ensayo por un relativismo moderado, que defiende las consecuciones de la Modernidad, y aspira (nada menos) a "instaurar la justicia y la dignidad humana en toda la Tierra". Es un acierto su insistencia en separar la moralidad positiva (las costumbres) de la moral crítica, que opera siempre como una instancia superior con la que confrontar cualquier práctica socialmente aceptada.
El autor defiende la tesis de que "dar el paso desde la moralidad a la política" es un verdadero deber moral. Sólo mediante la construcción de un orden civil, jurídico y político que respete los principios básicos de una moralidad crítica puede ésta inspirar la configuración de la sociedad. El moralismo apolítico se revela como una falacia, tan distorsionadora como la "falacia angélica": descalificar cualquier reflexión moral sobre los intereses económicos, la utilidad y el beneficio, como si éstos fueran inmorales por definición.
En el último bloque se introducen algunas nociones fundamentales de Bioética. Pocas personas dudan actualmente de que la Biología y la Medicina, entre otras disciplinas, plantean problemas morales en su ejercicio. Y ello nos obliga a buscar respuestas coherentes con nuestras concepciones éticas generales.
En este sentido, en el ámbito de la Bioética deben tenerse en cuenta algunas consideraciones insoslayables:
- la libertad de investigación debe primar sobre las convicciones morales individuales y sobre las costumbres y tradiciones sociales.
- a la hora de reglamentar la práctica científica, la carga de la prueba debe recaer sobre quienes proponen introducir límites y prohibiciones a la investigación.
- sólo será admisible esa reglamentación cuando resulte indispensable para resolver efectivos conflictos de intereses.
- dentro de lo posible, las decisiones básicas en la materia han de ser colectivas (de ahí la importancia de los comités multidisciplinares) deben responder a procesos participativos, y estar abiertas al debate entre expertos y no expertos.
El autor define su filosofía como una moral de la concordancia en el respeto. Una vez que hemos puesto orden en el amasijo de creencias y supersticiones que a veces se identifica con la Moral, queda la tarea de escuchar al otro y acercar posturas a través del diálogo. Un diálogo ilustrado, racional, pero no excluyente. Es una tarea difícil pero no, por ello, menos apasionante.