DE LA BOTICA A LAS MULTINACIONALES<br>
Génesis de una nueva Farmacia
Reseña realizada por Alberto Gomis<br>
Universidad de Alcalá
El ejercicio profesional, que el boticario o farmacéutico había desempeñado a lo largo del tiempo, se vio modificado en la primera mitad del siglo XIX cuando la implantación de la Química moderna, el nacimiento de la Farmacología, el conocimiento de los principios activos de las plantas y la elaboración de medicamentos sintéticos provocaron una auténtica revolución terapéutica. A partir de ese momento, el tratamiento individualizado para cada enfermo fue perdiendo terreno y, en su lugar, se trató de elaborar medicamentos a gran escala.
Pero, como en tantas otras ocasiones, asistimos a la confrontación de ideas dentro de los farmacéuticos. De un lado estarían los conservadores, aquellos que no eran partidarios de introducir ningún cambio en su estatus socio-profesional. Del otro, los progresistas, que veían la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Aunque el problema era similar en los países de nuestro entorno, en España la modernización de la Farmacia se vio dificultada por la legislación farmacéutica que se generó en los años centrales del siglo (la Ley de Sanidad de 1855 y las Ordenanzas de 1860), que sólo contemplaba el ejercicio profesional en la oficina de farmacia.
Los párrafos anteriores sirven para situar el arranque del preciso libro de los profesores Rodríguez Nozal y González Bueno, que antes de centrarse de lleno en los orígenes de la fabricación industrial del medicamento, dedican los dos primeros capítulos de su obra a la industrialización en España entre 1832 y 1936 y a la farmacia española decimonónica, respectivamente. Ya sí, en el capítulo tercero abordan los inicios de la industrialización en el sector farmacéutico español. Luego de presentar, en él, a la "Farmacia Central" de Francia, la respuesta más contundente del colectivo profesional vecino ante la necesidad de modernizar la Farmacia, como un posible modelo a seguir entre nosotros y de señalar que, sin embargo, en España fracasó en un primer momento la iniciativa colectiva, dan múltiples argumentos justificativos del auge experimentado por los negocios de farmacia-droguería, a partir del segundo cuarto del siglo XIX (comercio al por mayor, convivencia químico-industrial y escasa competencia farmacéutica). Más tarde, y ante el éxito de la "Farmacia Central" de Francia, los farmacéuticos españoles más progresistas tratarían de impulsar, aunque sin éxito, el Centro Farmacéutico de Expedición de Productos y Sustancias Medicinales.
La exposición del proyecto de Droguería y Laboratorio Químico-Farmacéutico, defendido en 1866 por el farmacéutico Pablo Fernández-Izquierdo ante las asambleas farmacéuticas de Granada y Castilla la Nueva, como parte de un proyecto más ambicioso de "Sociedad Farmacéutica Española" que se ocuparía "en mantener constantemente el estado de ilustración de la clase á la altura de las ciencias que son de su especial estudio", da paso al capítulo cuarto, donde los autores, luego de justificar por qué se vivió con diferente intensidad, en los distintos países, la revolución terapéutica decimonónica, detallan los modelos centroeuropeo y mediterráneo para la fabricación de medicamentos. En el primero no existía la industria farmacéutica como subsector fácilmente identificable, mientras que el eje fundamental del modelo mediterráneo es la Farmacia entendida como profesión de elevada cualificación pero, también, como disciplina científica con carácter propio.
Son, sin embargo, los capítulos quinto, sexto y séptimo -los más extensos- donde la obra aborda de lleno la fabricación industrial de medicamentos. Se pasa revista, en ellos, de manera minuciosa: a la revolución de las formas farmacéuticas del siglo XIX, que viene caracterizada por un nuevo aspecto externo (cápsulas gelatinosas, comprimidos, cápsulas amiláceas y ampollas inyectables), que en nada se parecía a los medicamentos tradicionales preparados en las boticas de forma individualizada; a los específicos y especialidades farmacéuticas, que los autores presentan como nuevo paradigma fármaco-terapéutico; y al triunfo del medicamento industrial, con especiales referencias a España, donde la Ley del Timbre de 30-VI-1892 y los reglamentos para la elaboración y venta de especialidades farmacéuticas de los años 1919 y 1924, pusieron los pilares de la nueva industria. Resultaba obligatorio el registro de las especialidades farmacéuticas; se contemplaba la comercialización de productos foráneos; el Estado se implicaba en los controles analíticos y sanitarios de las especialidades farmacéuticas.
Cuatro apéndices, en los que se recogen, mediante tablas, los medicamentos químicos alemanes, de origen orgánico, comercializados en los albores de la I Guerra Mundial; las posibilidades para la industria químico-orgánica en la España de los años 1920; la terapéutica con productos químico en los albores de la guerra civil española; y los importadores de productos químico-farmacéuticos en la España de los años previos a la guerra civil, añaden al texto un importante caudal de datos, de los que hasta ahora apenas teníamos constancia.
Señalemos, por último, que la obra -sin más iconografía que un grabado sobre la fabricación industrial de píldoras que figura en la cubierta- ha visto la luz en la espléndida colección "Estudios sobre la Ciencia" que el CSIC viene editando desde 1988, concretamente hace el volumen 38 de la misma. Para fortuna de los lectores, la colección ha recuperado, recientemente, la encuadernación en tapa dura, lo que vuelve a permitir la consulta de obras, como ésta, con tantísima información e índice tan cuidado, innumerables veces, sin que el ejemplar se vaya deteriorando.