Un estudio revela una asombrosa capacidad en los pulpos que les permite adaptarse a cambios de temperatura ambiental mediante ajustes en su ARN que alteran la función de diversas proteínas
Cada célula dispone de un conjunto finito de instrucciones codificadas en su ADN. Pero la vida de un ser es impredecible y, cuando las circunstancias cambian, los animales necesitan flexibilidad para adaptarse. El nuevo estudio indica que los pulpos y sus parientes evolutivos cercanos se adaptan eficazmente a los retos ambientales modificando su ARN, una molécula intermediaria que transmite las instrucciones del ADN.
El estudio es obra de un equipo internacional integrado, entre otros, por Matthew Birk y Joshua Rosenthal, del Laboratorio Biológico Marino (MBL) en Woods Hole, Massachusetts, Estados Unidos, y and Eli Eisenberg, de la Universidad de Tel Aviv en Israel.
Como otros cefalópodos, los pulpos estudiados no pueden generar su propio calor corporal para contrarrestar los descensos de temperatura que a veces acompañan a las mareas, los cambios de profundidad del agua y el paso de las estaciones.
Después de enfriar el agua de los tanques usados como residencia para unos pulpos, el equipo observó aumentos en la actividad de alteración de proteínas en más de 13.000 puntos de ARN en los sistemas nerviosos de esos pulpos.
Mediante la edición del ARN, los cefalópodos parecen haber encontrado una forma única de modificar su propia fisiología.
"Estamos acostumbrados a pensar que todos los seres vivos están preprogramados desde su nacimiento con un determinado conjunto de instrucciones. La idea de que el medio ambiente puede influir en esa información genética, como hemos demostrado en los cefalópodos, es un concepto nuevo", subraya Rosenthal.
Como la edición modifica el ARN solo temporalmente, a estos animales les sirve para aclimatarse a cambios temporales de temperatura en su entorno.
La misma capacidad parece ser común en calamares y sepias.
El estudio se titula “Temperature-dependent RNA editing in octopus extensively recodes the neural proteome”. Y se ha publicado en la revista académica Cell.