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Autor
José María Bermúdez de Castro (Profesor de Investigación del CSIC. Coordinador del Programa de Paleobiología de Homínidos, Centro Nacional de Investigación de la Evolución Humana, CENIEH, Burgos)

Dmanisi: en el centro del debate sobre la genealogía humana

El yacimiento de Dmanisi se localiza a unos 90 kilómetros al sur de Tbilisi, capital de la República de Georgia. En apariencia, la ubicación de este sitio parece un tanto exótica, entre el mar Caspio y el mar Negro y a un par de cientos de kilómetros al sur del Cáucaso. La cronología de los niveles estratigráficos relevantes para el caso que nos ocupa parecen estar bien calibrados entre 1,77 y 1,81 millones de años. Los datos fueron obtenidos mediante el método del potasio/argón en las cenizas volcánicas que contienen los fósiles y en la roca madre (también de origen volcánico) sobre la que se asienta el yacimiento.
Los fósiles humanos encontrados en Dmanisi son los más antiguos obtenidos hasta el momento en Eurasia. Este hecho y la riqueza del registro arqueológico (instrumentos líticos) y paleontológico (fósiles humanos y de otras muchas especies de vertebrados) convierten a Dmanisi en uno de los yacimientos más importantes del mundo para el estudio de la evolución humana.

Los fósiles humanos encontrados en Dmanisi son los más antiguos obtenidos hasta el momento en Eurasia. Este hecho y la riqueza del registro arqueológico y paleontológico convierten a Dmanisi en uno de los yacimientos más importantes del mundo para el estudio de la evolución humana

Todavía está fresco en mi memoria el momento en el que tuve ocasión de ver la primera mandíbula humana encontrada en Dmanisi Este momento llegó en 1993, con motivo de un congreso internacional en Franckfurt. Leo Gabunia (1920-2001), que fue uno de los responsables de las excavaciones en Dmanisi hasta su fallecimiento, nos enseñó en petit-comité a varios colegas el original de la mandíbula D211 encontrada un par de años antes. Nuestra primera impresión es que estábamos contemplando un ejemplar de la especie africana Homo habilis, con la salvedad de que sus molares, no demasiado grandes y de tamaño decreciente, recordaban a especies mucho más recientes. Cuando conocimos de primera mano la posible antigüedad de la mandíbula quedamos muy impresionados. Para entender nuestra perplejidad es necesario tener en cuenta que en 1993 existía un consenso casi general de que la primera expansión de los homínidos fuera de África había sucedido hace un millón de años, por una especie de gran capacidad craneal, amplios conocimientos técnicos y capaz de recorrer largas distancias gracias a un cuerpo de talla y proporciones similares a las nuestras.

La presentación del yacimiento de Dmanisi y del hallazgo pasó totalmente inadvertida en aquel congreso, que precisamente estaba dedicado al centenario de la especie Homo erectus. Tan sólo los colaboradores alemanes de Leo Gabunia, los colegas georgianos que le acompañaron a Franckfurt y los que tuvimos la inmensa suerte de ver la mandíbula D211 sabíamos que algo importante estaba sucediendo en un remoto lugar de Eurasia.

Huesos yacimiento Dmanisi

Los hallazgos que se han ido produciendo desde entonces en Dmanisi han corroborado la antigüedad del yacimiento y han cambiado totalmente la historia del género Homo en Eurasia. Ahora sabemos que la primera expansión de los homininos fuera de África ocurrió hace al menos dos millones de años, cuando el clima y las condiciones ecológicas eran muy similares en todo el Gran Valle del Rift, la gran fractura geológica que recorre buena parte del este de África y termina en el valle del Jordán. Los primitivos miembros del género Homo se movieron hacia el norte, quizá con la única intención de ampliar su hábitat y conseguir recursos para su subsistencia. Sin proponérselo, aquellos primitivos humanos alcanzaron un buen día el sur de la cordillera del Cáucaso. Su cerebro tenía casi un tercio del tamaño del nuestro, una estatura mediana y un aspecto diríamos que “simiesco”, por utilizar un calificativo comprensible y muy gráfico. Por supuesto, estos homíninos caminaban erguidos como todos los ancestros de la genealogía humana, y su tecnología era la más simple que se conoce.

En la historia de los hallazgos en el yacimiento de Dmanisi ha sido crucial la situación política de la República de Georgia. La independencia de la antigua Unión Soviética en 1991 no fue precisamente pacífica. Todos recordamos la invasión rusa de Georgía en 2008, a poco de comenzar los juegos olímpicos de Pekín. En la actualidad, este pequeño país caucásico está en pleno desarrollo, pero sus habitantes han pasado por momentos de una gran penuria económica. Tanto es así que la posibilidad de haber realizado excavaciones en Dmanisi nos parece casi milagrosa. Quizá no tanto, si tenemos en cuenta la enorme riqueza del yacimiento, que de inmediato atrajo a muchos investigadores extranjeros. En los años noventa del siglo XX no había ningún científico georgiano experto en paleoantropología capaz de estudiar los fósiles humanos de Dmanisi. Es por ello que primero llegaron los alemanes, más tarde los franceses (que realizaron un magnífico trabajo), siguieron los norteamericanos y finalmente los suizos. En medio de esta vorágine, algunos españoles tuvimos ocasión de visitar el yacimiento y estudiar los originales gracias a un convenio de colaboración auspiciado por la Fundación Duques de Soria. Algunos, como mi colega la Dra. María Martinón, tuvieron incluso la suerte de participar durante varios años en las excavaciones y de asistir al descubrimiento del cráneo 5, del que hablaré más abajo. Esta colaboración se plasmó en algunos trabajos científicos y, sobre todo, en una gran amistad con el actual responsable del yacimiento, el Dr. David Lordkipanidze, y su creciente equipo de colaboradores georgianos. No es vano, tenemos con ellos mucho en común por nuestro carácter mediterráneo y por el hecho de que durante el Imperio Romano aquella provincia del Cáucaso también recibió el nombre de Iberia. Una feliz casualidad.

José María Bermúdez de Castro

La participación de los científicos extranjeros en Dmanisi ha sido positiva a corto plazo, pero casi ha impedido la formación de buenos profesionales georgianos en estas materias. Además, la diversidad de opiniones sobre la interpretación de los hallazgos ha motivado un enorme galimatías en las publicaciones científicas, con manifiestas contradicciones entre unas y otras. Es por ello que los fósiles humanos han sido incluidos en tres especies diferentes, Homo erectus, Homo ergaster y Homo georgicus, de acuerdo con los criterios del equipo investigador de turno.

El último trabajo sobre los restos humanos de Dmanisi, publicado en la revista Science (18-10-2013) presenta el hallazgo del cráneo 5, que se produjo en 2005. Cinco años antes se había encontrado la mandíbula, que encaja perfectamente con este cráneo. Muchos pensamos entonces (y aún lo seguimos pensando) que este cráneo presenta diferencias dignas de consideración con los cuatro cráneos encontrados en fechas anteriores. Un joven investigador norteamericano, Matthew Skinner, se atrevió a proponer por su cuenta en una revista científica de mucho prestigio que en Dmanisi podrían haberse encontrado dos especies distintas. Sus resultados indican que la variación entre la mandíbula más grande y la más pequeña excede las diferencias que existen entre machos y hembras de gorila. Recordemos que los machos de esta especie llegan a duplicar el peso de las hembras, debido a la biología social tan particular de los gorilas.

Aunque el trabajo de Matthew Skinner es impecable sus resultados apenas han trascendido. Además, existen datos geológicos suficientes como para proponer que no todos los especimenes de Dmanisi se depositaron de manera simultánea, sino en tiempos muy diferentes. Esta hipótesis tampoco se ha contrastado, sino que se ha asumido una muerte sincrónica de todos ellos, casi como un dogma. Como resultado, el actual equipo de Dmanisi considera que en este yacimiento solo existe una especie, Homo erectus, cuya diversidad puede ser explicada mediante ciertas anomalías patológicas. Una vez asumida esta premisa, el equipo ha querido ir mucho más allá cuestionando la diversidad del registro fósil de África. Si en Dmanisi existe una especie de gran variabilidad, las especies descritas en África de una cronología aproximadamente similar (Homo habilis, Homo ergaster y Homo rudolfensis) también podrían ser 'abducidas' por la diversidad de Dmanisi en una única especie.

El atrevimiento de esta última conclusión es cuando menos llamativa. Si Louis Leakey (1903-1972) o Phillip Tobias (1925-2012) (dos de los co-autores en 1964 de la especie Homo habilis) levantaran la cabeza seguro que ponían el grito en el cielo. En mi opinión, no se puede descartar a priori la existencia de dos formas diferentes en Dmanisi. Además, la estratigrafía y la cronología de Dmanisi tendrían que ser revisadas a fondo. Las similitudes entre los especimenes de Dmanisi y los especimenes africanos se refieren a caracteres primitivos, que no pueden ser utilizados para sentencias de carácter taxonómico. Por último, la diversidad de ecosistemas y climas en el espacio-tiempo de casi dos millones de años, con poblaciones aisladas por barreras geográficas insalvables permite poner en duda la existencia de una única especie de hominino en África y Eurasia. La variabilidad de Homo erectus exigiría una nueva diagnosis de enorme complejidad.

En definitiva, pienso que el trabajo publicado en Science el 18 de Octubre de 2013 sobre los homininos de Dmanisi requiere una profunda reflexión. Y todo ello, sin desmerecer en absoluto el impresionante registro fósil de este yacimiento y el esfuerzo de su principal responsable por sacar adelante un trabajo titánico en un país casi sin futuro hace pocos años.


Referencia: Lordkipanidze D. et al. 2013. A Complete Skull from Dmanisi, Georgia, and the Evolutionary Biology of Early Homo. Science 342, 326-331.

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