Fecha
Autor
Concepción Sánchez-Moreno González (Instituto del Frío-Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC))

La dieta Mediterránea

Aunque en 1938 Leland Allbaugh estudió la alimentación de los habitantes de Creta, apuntando la primera idea de lo que sería la dieta Mediterránea, fue posteriormente Ancel Keys quien acuñaría el concepto de dieta Mediterránea. Ancel Keys en 1957 comenzó el estudio de los Siete Países (<EM>Seven Countries Study</EM>). Fue un estudio longitudinal de seguimiento de cohortes de hombres de 40 a 59 años de diferentes países (Finlandia, Estados Unidos, Japón, Holanda, Grecia, Italia y Yugoslovia) en el que se mostró por primera vez diferencias importantes de la frecuencia de la cardiopatía coronaria entre países. Después de 5-15 años de seguimiento el estudio demostró que la mortalidad por enfermedad cardiovascular en el sur de Europa era de 2 a 3 veces inferior a la del norte de Europa o Estados Unidos. Estas diferencias se relacionaron con el consumo de grasas totales y saturadas de los países incluidos, así como con el promedio de colesterol de las cohortes.
Este estudio confirmó la hipótesis de que la composición de la dieta es uno de los factores más importante en la regulación del colesterol en sangre y, a su vez, que las elevaciones de éste con dietas ricas en grasas saturadas se asocian de forma causal con la arteriosclerosis y el infarto de miocardio.

La dieta Mediterránea es una de las que más se adapta a los requerimientos de una dieta equilibrada

Estos resultados permitieron a Keys concluir que el tradicional patrón dietético adoptado por los países de la cuenca del Mediterráneo, particularmente en la isla de Creta, podrían explicar los beneficios en salud encontrados. A partir de estos resultados nació el culto por la denominada dieta Mediterránea.

La dieta Mediterránea es una de las que más se adapta a los requerimientos de una dieta equilibrada. De forma general, se basa en la abundancia de alimentos de origen vegetal, como frutas, verduras y hortalizas, pan, pastas, cereales, legumbres y frutos secos; incluyendo en la dieta el aceite de oliva como la principal fuente de grasa, y moderado consumo de productos lácteos, pescados, aves y huevos, y bajo consumo de carnes rojas. Además incluye el consumo de vino con moderación durante las comidas.

De esta forma basándose en las tradiciones dietéticas del Mediterráneo, investigadores de la Universidad de Harvard describieron la pirámide de la dieta Mediterránea como un modelo cultural a seguir para una alimentación saludable. Este patrón alimentario destaca que la dieta debe ser variada, incluyendo alimentos de todos los grupos, en las proporciones y frecuencia de consumo recomendadas. Además hace hincapié en el consumo de alimentos con moderación, incluyendo la realización de ejercicio físico diario.

Esta variedad de alimentos configura a su vez un amplio espectro de componentes, a los que se deben en su conjunto los efectos beneficiosos de la dieta Mediterránea.


De forma general los principales componentes de los alimentos son los siguientes: agua, proteínas, ácidos grasos (saturados, monoinsaturados y poliinsaturados), carbohidratos, fibra, vitaminas, minerales, otros componentes (denominados compuestos bioactivos o fitoquímicos, tales como polifenoles, fitoesteroles, fitoestrógenos, bases xánticas, carotenoides, etc.).

Es por tanto, el óptimo balance de los alimentos, y en consecuencia de sus componentes el que nos llevará a obtener los efectos beneficiosos para la salud

Es por tanto, el óptimo balance de los alimentos, y en consecuencia de sus componentes el que nos llevará a obtener los efectos beneficiosos para la salud.

Referente a los efectos beneficiosos para la salud, de la tradicional dieta Mediterránea, cabe destacar las aportaciones del estudio de los Siete Países de Ancel Keys, así como el relanzamiento del concepto de dieta Mediterránea por parte de investigadores de la Universidad de Harvard, entre ellos Walter C. Willett.

Numerosos estudios epidemiológicos han apoyado la idea de que la adherencia a la tradicional dieta Mediterránea es beneficiosa para la salud y protege frente al riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

En el estudio llevado a cabo en Italia por Katherine Esposito en 2004, 180 sujetos con síndrome metabólico fueron aleatoriamente asignados a dos grupos, uno con una dieta de tipo Mediterránea, y otro con una dieta baja en grasa y baja en colesterol.

Sin embargo, aunque los estudios de intervención en este campo son más limitados, existen también recientes evidencias apoyando la idea de que la adopción de un patrón de dieta Mediterránea reduce diferentes factores de riesgo cardiovascular en individuos en riesgo (prevención primaria) y está asociada con una reducción de sucesos cardiovasculares o mortalidad después de haber sufrido un primer suceso cardiaco (prevención secundaria). Algunos de estos estudios han sido recientemente recopilados por Denis Lairon.

Después de 2 años de seguimiento, los individuos con la dieta baja en grasa y en colesterol no experimentaron ningún cambio significativo. Mientras que los individuos que consumieron una dieta de tipo Mediterránea mostraron una reducción en el peso, el índice de masa corporal, la glucemia, la insulinemia y del índice HOMA (Homeostasis Model Assessment).

Además, mostraron una reducción de colesterol y triglicéridos plasmáticos, de marcadores de inflamación y un incremento en la función endotelial. Si bien, después de estos 2 años de intervención con una dieta de tipo Mediterránea, y con una dieta baja en grasa y baja en colesterol, hubo 40 y 78 sujetos, respectivamente que aun presentaron características del síndrome metabólico.


Destaca también el estudio Medi-RIVAGE (Mediterranean Diet, Cardiovascular Risks and Gene Polymorphisms) llevado a cabo en Francia encaminado a determinar los efectos de una dieta de tipo Mediterránea y de una dieta baja en grasa en 212 voluntarios con moderados factores de riesgo para enfermedad cardiovascular (35% con elevado índice de masas corporal, 93% con hipercolesterolemia, 46% con hipertrigliceridemia, y 21% con elevada presión arterial). Después de 3 meses de intervención, el índice de masa corporal, el colesterol total, el colesterol LDL, los triglicéridos, las apolipoproteínas A1 y B, la insulinemia, la glucemia y el índice HOMA se vieron significativamente reducidos, siendo dicha reducción más importante en algunos factores de riesgo para el grupo de individuos que consumió la dieta de tipo Mediterránea. En sujetos obesos y con sobrepeso, la reducción en los triglicéridos plasmático solamente se observó en el grupo de la dieta de tipo Mediterránea. Los datos obtenidos predecían en un 15% la reducción en el riesgo cardiovascular con la dieta de tipo Mediterránea, mientras que con la dieta baja en grasa fue de un 9%.

En el estudio PREDIMED recientemente llevado a cabo en España, se involucraron 772 sujetos adultos con riesgo cardiovascular divididos en tres grupos: dos dietas de tipo Mediterráneas (una rica en aceite de oliva-1 L/semana-, y otra proporcionando 30 g/día de nueces), y otra dieta baja en grasa. Después de 3 meses de intervención, comparados con la dieta baja en grasa, los 2 grupos que siguieron las dietas de tipo Mediterráneo mostraron cambios beneficiosos para algunas de las variables estudiadas como la glucemia, la presión sistólica, y el ratio colesterol/HDL colesterol. La proteína C-reactiva se redujo sólo en el grupo que siguió la dieta de tipo Mediterránea rica en aceite de oliva.

Aceite de oliva. Otra taza de café

En cuanto a estudios de intervención relacionados con la prevención secundaria, cabe destacar el estudio denominado The Lyon Heart Study llevado a cabo en 605 sujetos mayores de 70 años que habían sufrido un infarto de miocardio o una angina de pecho y que siguieron una de dieta de tipo Mediterránea rica en ácidos grasos poliinsaturados omega-3 o una dieta baja en grasa. Después de 46 meses de intervención, el número de pacientes que sufrieron otro infarto o murieron por causa cardiaca fue un 70% más bajo en el grupo que siguió la dieta de tipo Mediterránea que en el grupo que consumió la dieta baja en grasa.

Finalmente, también destaca como ejemplo de estudio de prevención secundaria, el estudio GISSI-Prevenzione, el cual fue llevado a cabo en 11323 sujetos que habían sufrido un infarto de miocardio. A todos ellos se les aconsejó que incrementaran el consumo de alimentos Mediterráneos, tales como, pescado, fruta, verduras, y aceite de oliva. Después de un seguimiento de 6.5 años, se concluyó que los pacientes con infarto de miocardio respondieron positivamente a un consejo dietético, y que la dieta de tipo Mediterránea tuvo un marcado efecto protector, que se tradujo en una reducción en el riesgo de muerte.


A la vista tanto de los estudios de intervención, así como de los epidemiológicos, se ha puesto de manifiesto como los componentes de la dieta Mediterránea pueden tener un efecto cardioprotector

Por tanto a la vista tanto de los estudios de intervención, así como de los epidemiológicos, se ha puesto de manifiesto como los componentes de la dieta Mediterránea pueden tener un efecto cardioprotector, así como disminuir el riesgo de otras enfermedades, es decir como son componentes biológicamente activos. Sin embargo, existen todavía muchas preguntas por responder. Aún queda por determinar si los efectos beneficiosos de la dieta Mediterránea se obtendrían en otras regiones del planeta que adhirieran dicho patrón de alimentación. O bien, si es la combinación adecuada de factores genéticos, geográficos, socioeconómicos y culturales la responsable de dicho efectos beneficiosos.

Conforme se ha ido avanzando en el conocimiento de la relación entre los componentes de los alimentos y la incidencia de determinadas enfermedades, las recomendaciones dietéticas han ido cambiando y evolucionando. Sin embargo, a pesar de las diversas iniciativas llevadas a cabo con el fin de crear recomendaciones nutricionales para mejorar los patrones de consumo de alimentos, no se ha conseguido el éxito deseado en la disminución del riesgo de dichas enfermedades.

Por tanto, el conocimiento de la variabilidad de los genes relacionados con las enfermedades es fundamental para explicar la distinta respuesta fenotípica de cada individuo a una misma dieta. En este sentido surge la nutrigenómica, como una integración de la biología molecular en la investigación nutricional tradicional, estudiando la interacción entre genes y dieta, con un prometedor futuro para el desarrollo de dietas personalizadas.

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