EL CURA DE MONLEÓN
La novela carece propiamente de acción; es la novela de una evolución espiritual, y desde este punto de vista la crítica ha objetado a Baroja que la novela se resiente no solo de la falta de dinamismo sino de no entrar en la agitación que un tal trastueque de creencias tiene que producir en un sacerdote y en cualquiera que posea esas premisas axiológicas. Pero lo que a nosotros nos importa ahora es el uso que Baroja hace de las ciencias sociales -historia y filología sobre todo, incluida la crítica textual- para lanzar un ataque implacable contra todos los fundamentos de la religión cristiana y, por analogía, de toda religión. Así se suceden en la última parte capítulos sobre el monoteísmo, el Génesis, la historia de Jesús, los helenistas y judeófilos, las posiciones de los grandes santos y creyentes -de San Agustín a Pascal- y de un filósofo puro como Kant.
Hasta entonces no se había hecho nada semejante -al menos con tanta "autoridad" literaria y científica- en nuestra literatura. La única fe que mantuvo Baroja toda su vida fue la absoluta increencia, que a punto estuvo de costarle la vida al producirse la guerra civil cuando una partida carlista pretendió asesinar al "hombre impío de Itzea".
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