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Te vi sobre el rasante de la amplia carretera,
como una diosa antigua, bajo los vientos sola,
junto a tu coche negro, que en su reposo era
acharolado y fino, como un piano de cola.
Iba yo a cien por hora, lanzado en torbellino
sobre el galope fácil de mi carburador.
El cromo de los faros, pantalla del camino.
Mi pie, duro martillo del acelerador.
Con una mano izada me lanzaste tu 'S.O.S'.
Descendí, y, obsequioso, frente a frente los dos,
y frené con un suave posar de freno hidráulico.
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Conozco bien mis males, y por eso,
sin número,
sola, me diagnostico
enfermedades muy sofisticadas
Sin ir más lejos ni salir de casa:
padezco ahora mismo
una terrible fiebre
muy común en los trópicos.
Leo con mucha atención los prospectos
y a Kavafis.
Guardo cama esperando
esos anunciadísimos y bárbaros
'efectos secundarios'.
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Soy un ansiolítico.
Actúo en casa,
hago efecto en la oficina,
me presento a los exámenes,
comparezco ante los tribunales,
reparo tacitas rotas.
No tienes más que ingerirme,
ponme debajo de la lengua,
no tienes más que tragarme,
con un sorbo de agua basta.
Sé enfrentarme a la desgracia,
soportar malas noticias,
paliar la injusticia,
llenar de luz el vacío de Dios,
elegir un sombrero de luto que favorezca.
¿A qué esperas?,
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He sido una sencilla profesora de química.
En una ciudad luminosa del sureste.
Después de las clases contemplaba el ancho mar.
Los dilatados, infinitos horizontes.
Y los torpedos grises de guerras dormidas.
He quemado mis largas horas en la lumbre
de símbolos y fórmulas.
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A Jaceck Walyós
En las montañas, en las lindes del mapa, allí donde la hierba se vuelve insolente y afilada como bayonetas de desertores, se erige una fábrica olvidada.
No sabemos si es el amanecer o el ocaso. Sólo sabemos una cosa: aquí, en este tétrico edificio, nace la luz.
Los esclavos silenciosos de transparentes y angostos rostros de monjes bizantinos hacen girar una enorme dinamo y encienden chispas doradas del amanecer en las partes más remotas del globo.
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Una joven científica mira por la ventana,
las nubes aparecen como de la nada.
Sus amigos ven sueños
y ella agua condensada.
El gato de Schrödinger se pasea por los tejados,
perece y aparece ahora que está nublado.
Se encarama en el alfeizar
de la vecina de al lado.
Niña y gato se encuentran.
¿Pero qué habrá pasado?
Racional es su mente y confuso su estado.
Tú no existes y aun así,
la ciencia te ha creado.
Reyes magos, ratones,
cuantos, cuentos, protones.
La magia y la ciencia
siemp
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El círculo más vicioso,
Y la recta más coqueta,
Se enrollaron en un tubo,
Embrión de la botella.
Compactos, sin penetrarse,
En una dimensión extra,
Confunden a quien desea,
Estar dentro, o quedar fuera
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Estás muy lejos, pero no me preocupa.
Me repites que no importan las ciudades,
que yo estoy en tu camino
y tú estás en el mío.
Pero no creo en los amores distanciados
porque van en contra de las leyes de la física.
Como explica la gravitación universal de Newton
la atracción entre nuestros cuerpos
es inversamente proporcional
al cuadrado de la distancia que nos separa.
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Ya ves que ando escaso de dinero,
y nadie en el barrio me conoce.
Transparente resulto a las miradas
de las bellas que pasan junto a mí.
Pero ven, deja que te muestre,
mira y verás:
Si cortamos una cinta bien larga,
y pegamos sus bordes con cuidado,
surgirá un mundo de una sola cara,
donde alegres vivir desorientados.
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Lo hackearon sin darse cuenta
y un virus o un troyano se adueñó
de su mente y de sus sueños.
Su vida pasada se desvanecía
como la espuma de la cerveza.
Ya no recordaba lo que había amado
ni odiado.
Esa epidemia silenciosa se adentraba
sin permiso.
Cruzó el umbral de la cordura dejándolo
vulnerable sin reparo.
Ahora todo se reducía a notas en las paredes
para recordar lo que antes no salía
de su mente.