• A pleno pulmón

    ¡Queridos
                         camaradas       
                                              futuros!
    Revolviendo

  • Poesía matemática

    En las muchas hojas
    Del libro de matemáticas
    Un Cociente se enamoró
    Un día dolorosamente
    De una Incógnita.
    La vio con su mirada innumerable
    y la vio desde el ápice a la base:
    Una figura impar;
    ojos de robot, boca de trapecio,
    cuerpo rectangular, senos esferoides.
    Hizo de la suya una vida
    paralela a la de ella,
    hasta que se encontraron
    en el infinito.
    <<¿Quién eres tú? >> -indagó ella
    con ansia radical.
    <<Soy la suma de los cuadrados de los catetos.
    Pero puedes llamarme hipotenusa >>.

  • Canción del neurasténico

    La sabia naturaleza
    me dio un cerebro tan malo,
    que yo sospecho, en verdad,
    que hizo la compra en el Rastro.
    Es un órgano irritable,
    caprichoso y casquivano,
    con extrañas fantasías
    y vapores y arrebatos.
    Tiene caras diferentes,
    como el antiguo dios Jano:
    tan pronto crepuscular,
    débil, triste y aplanado
    como eufórico y alegre,
    optimista y arbitrario.

    Los médicos me preguntan
    pueriles detalles vanos,
    y yo les contesto en broma,
    porque ya me van cargando.
    Después quieren definirme
    con nombres estrafalarios

  • Serpiente

    Vieja liana del mundo
    enroscada a su cepa, te deslizas
    por la vena del tiempo desde las aguas madres.
    Engullidora exacta, todo pasa
    por el flexible túnel de tu ciego apetito:
    gacelas, manatíes, patriarcas,
    luengas tribus que bogan
    por el río intrincado
    de su genealogía... y te devoras
    a ti misma en anillo
    de secreta anfisbena. En el desierto
    te escurres de costado, mientras tu huella traza
    su oscuro jeroglífico sobre la arena cruda.
    Al encontrarte, el pie vacila, y siente,
    bajo su planta, como si la tierra
    retirase su estera.

  • Alucinación submarina

          Tal vez os cueste comprenderlo. Yo mismo,
    en este mármol verde de oleaje glacial,
    no lo comprendo bien del todo.
    Quizá nadie jamás reciba este mensaje.
    O, cuando lo reciba, no sepa interpretarlo.
    Porque todo, allá arriba, habrá variado entonces
    probablemente. (Aquí seguirá todo igual.)

          Si entendieseis por qué viví…
    Si sospechaseis cómo quise ser descifrado,
    contagiar, vaciarme, a través de unas pálidas palabras
    que daba vida el son más que el sentido…

  • El amor se lo merece

    Exageremos, el amor se lo merece.
    ¿Cómo contentarnos con menos que la eternidad?
    Amarnos más allá de cualquier límite,
    incluso el de velocidad máxima permitida,
    aprovechando apenas que el amor tiene alas.
    Amarnos en las nubes y aun más arriba de las nubes,
    a diez mil metros, con la complicidad de ángeles o
          azafatas.
    Amarnos en el agua, mar adentro, en su fondo abisal,
    conteniendo la respiración hasta no saber
    si es una granada a punto de estallar
    o un corazón lo que tenemos dentro del pecho.
    Amarnos vertiginosamente

  • Hombre de mi tiempo

    Todavía eres de la piedra y de la honda,
    hombre de mi tiempo. Estabas en la carlinga,
    con las alas malignas, los cuadrantes de muerte,
    -te he visto- en el carro de fuego, en las horcas,
    en los potros de tortura. Te he visto: eras tú,
    con tu ciencia exacta dispuesta al exterminio,
    sin amor, sin Cristo. Has matado de nuevo,
    como siempre, como mataron los padres, como mataron
    los animales que te vieron por primera vez.
    Y esa sangre huela como el día
    en que el hermano dijo al hermano:
    <<Vamos a los campos. >> Y aquel eco frío, tenaz,

  • Desdén de arquitectura

    Huraño, el eremita su cubículo deja
    y se lanza a la calle. Critica así sus límites;
    deja a la soledad que vaya trasmutando
    lo impuro de su cueva.
    Se vierte, va esparciendo con desmesura trozos
    de su propia sustancia en tertulias tangentes,
    en cenáculos otros, en círculos opacos. Desperdicia.

    A lo más su mirada le lleva a cobijarse,
    muy al modo transitorio, en vestigios de lluvia
    (conmemora sus bodas con la intemperie). Execra
    a toda arquitectura: ya aborrece
    lo medido que alberga
    lo desmedido, abjura
    de la decoración (o la cobarde

  • Botánica

    La araucaria atrae las miradas
    Se admira su gigantesco tamaño
    Y sobre todo sus ramas
    Que nacidas a diferentes alturas
    Se elevan a la manera de un candelabro
    Y se detienen todas en el mismo nivel para formar una bandeja
           perfectamente igual
    También se ve el gran auzón con flores de un amarillo de oro las
           mirtáceas
    Las terebintáceas
    La compuesta tan común que llaman Alecrim do campo el romero
           del campo
    Y el arbolito de hojas apagadas

  • Hidrógeno

    Del dolor y del tiempo, ¿qué saben las estrellas?
    En su yerta sustancia de ceniza
    no hay finitud ni angustia, día y noche.
    ¿Cómo van a poder guiar nuestros pasos?
    Nada ansían ni temen, nada sueñan.
    Su principio vital es el hidrógeno
    con una porción de helio. Y eso basta.
    Todo es allí perfecto, indestructible:
    la alegría es tiniebla; el fin, aurora.

    Nuestro hidrógeno es tiempo y es dolor,
    dos sustancias que nunca hallará un físico.
    Nuestro helio es la estrella fugaz de los deseos
    y ese vencejo gris que ahora pasa.