DEL PODER RELIGIOSO<br>
Polémica obra sobre el influjo en la España imperial de la Compañía de Jesús
Reseña realizada por Antonio M. Arroyo<br>
Catedrático de Ética Financiera
Sentado en un sillón frailuno, Carlos V recibe en Yuste a Francisco de Borja en diciembre de 1556. Se alude a esta entrevista en las páginas 93 a 95 del libro. ¿Qué hay debajo de la portada de este volumen?
El libro parece una tesis doctoral, sobre todo por su acción de gracias al "director de este trabajo" Juan Luis Castellano (página 23) y a los "compañeros del Departamento de Historia Moderna" de la Universidad de Granada. El autor cuenta entre sus amigos al catedrático de la Autónoma, antiguo seminarista, Pepe Martínez Millán y al dos veces doctor Enrique García Hernán, especializado en Borja. Sus referencias bibliográficas son impecables: MHSI, AHSI (página 13), Antonio Astrain (el de la "mala conciencia"), Gracián, Isla, Mariana, Miguel Batllori, Tellechea, Quintín Aldea y L. Von Pastor.
El libro sólo cubre unos 150 años (1550-1700) aproximadamente. Se trata, por tanto, de la tercera parte de los años de vida de la orden, aunque sólo en España (Francia y los Habsburgo quedan fuera: páginas 16 y 17. El libro está dividido en cuatro partes, precedidas de un capítulo introductorio, referidas a Carlos V y Felipe II; Felipe III; Felipe IV y Carlos II. Carece de índice onomástico.
El escritor cree en su tesis "todo es posible para el que tiene fe", Mc 9:23, pero se da cuenta de que no puede probarla con las fuentes de que dispone: el autor "no podía esperar declaraciones de intenciones" (página 20), ni podía "fiarse. de libelos" (ibidem). Tiene que guiarse por indicios, pues no hay otra manera de defender tal afirmación: "La Compañía de Jesús fue un Poder". Ya en primer curso de Filosofía y Letras, el autor aprendió que enumerar hechos ("la labor de sus moralistas., provincias., misiones., colegios") no es historia: hay que elaborar una teoría (página 19). Que esa teoría esté completa, o no esté sesgada, es otra cosa. Con una tesis, en cuanto a la forma, se trata de probar la suficiencia investigadora. Y el libro lo consigue: la teoría consiste en que en ese siglo y en España, la Compañía de Jesús fue una orden poderosa e influyente gracias a sus buenas relaciones con el poder político: validos, cortesanos, ministros, nobles, reyes y reinas. "Según creo, después de prometerles la vida eterna, la Compañía quiere hacer ver que quien está cerca de ella tiene también sus beneficios en la vida terrena" (página 383).
Los medios estaban ya diseñados a la muerte de San Ignacio: el control de las conciencias (la dirección espiritual, el confesionario y los ejercicios espirituales) y la enseñanza (los colegios y la publicación de los libros).
Pero, según el autor, decir "los jesuitas tenían poder" es una afirmación simplista donde las haya (página 15). Para llegar desde el título "La Compañía de Jesús y el poder." a "La Compañía de Jesús es un Poder" (conclusiones), hay 352 páginas que delimitan qué se quiere decir exactamente con ello.
A lo largo de esas páginas se habla constantemente hasta el final (página 385) de problemas de conciencia, de "una disyuntiva moral clara" (página 49), de disidencias internas encubiertas (página 24), de conflictos entre dos tendencias, y se citan soluciones laxas, casuísticas y peor (página 48). Pero no, lo peor está por llegar: ¿Va a suponer el lector medio al leer que "el fin justifica los medios", que esos medios a los que se alude fueron intrínsecamente malos? ¿O, tal vez, el lector de un libro así, sabe distinguir y ver que el poder es un medio moralmente indiferente?
Por tanto, hay que leer el libro despacio, no como hacían los miembros de los Tribunales de Tesis en los años sesenta durante la defensa de las mismas. El autor no oculta su intención, sino que la revela cada tres o cuatro páginas dando su opinión en primera persona. Hay que agradecérselo, porque así nadie se engaña y de esta forma, las cosas quedan en sus verdaderas dimensiones.
Habiendo divagado sobre la forma, la cuestión de fondo depende de la posición que ya tenga cada lector: la tesis constantiniana o la postura profética (Pedro M. Lamet, 2004, "Yo te absuelvo, Majestad, editorial "Temas de hoy", Madrid, pp. 14-19). La primera está a favor de la intervención de la Iglesia en política; la segunda dice que la Iglesia debe situarse fuera de toda connivencia con el poder establecido. El libro se sitúa en la segunda posición. En todo caso, mirar con criterios de hoy cosas de ayer es una polémica estéril. Hoy una esquela como la que se leía en el diario Montañés el 23 de febrero de 1970 no tiene sentido. Decía: "Ha fallecido en Santander Don E. B. S. de S.: Su director espiritual el Padre Ángel Ayala, S.J. etc., etc.". No tiene sentido hoy ni lo tuvo entonces, porque el Padre Ángel Ayala había muerto exactamente diez años antes.