A HOMBROS DE LA SOCIEDAD<br>
Análisis de los problemas derivados de los avances científicos y tecnológicos
Reseña realizada por Alfonso González<br>
Universidad Rey Juan Carlos
La mirada clara y directa con que el autor ilustra la portada no se ve traicionada con la lectura del libro. Su contenido es ante todo una franca invitación al dialogo. Por supuesto, con el experto que es el autor, parte del libro responde a esta estructura. Pero la intención del libro va más allá: para convertirse en una propuesta, mejor dicho, en una reivindicación, de la imperiosa necesidad de llevar el debate sobre la responsabilidad social de la ciencia a la opinión pública.
Cada vez son más las publicaciones en las que los científicos españoles se esfuerzan en hacer llegar los avances del saber, de los que son participes, a su sociedad. Y ello lo hacen con el mismo rigor que les ha servido para alcanzar el reconocimiento en las publicaciones especializadas. Esto ha sido posible en la medida en la que España ha sabido dotarse de investigadores de excelencia.
También humanistas e investigadores sociales asumen de manera creciente la tarea de mostrarnos las tensiones que en los foros internacionales soportan sus disciplinas, desde el rigor intelectual y su prestigio internacional. Así, "Ciencia, tecnología e historia" reúne tres conferencias, y sus posteriores debates, dictadas por el Profesor Javier Ordóñez en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Textos en los que nos propone mirar a la ciencia y la tecnología como a algo cercano. Definidor de nuestras vidas, pero también definido por nuestros gestos u omisiones El libro esta escrito en un tono cercano, buscando no la proximidad, sino la complicidad, del lector. Buena muestra de ello es su final, con una llamada a la responsabilidad de todos, científicos o no.
La ciencia y la tecnología son para el autor, ayer y hoy, una realidad inseparable "no se puede considerar la preeminencia de una sobre otra". Pero hoy, más que nunca, el saber científico y su aplicación es algo demasiado importante, para que su financiación y evolución pueda resolverse mediante un acuerdo tácito entre reguladores, investigadores y empresarios, en el mejor de los casos. Bajo sus pliegues conviven un sin fin de intereses económicos, corporativos y sociales, que gestionan las enormes potencialidades de cambio que ofrece el nuevo conocimiento. Una política de hechos consumados puede llevarnos a la ruptura, no deseada con los hábitos y valores en los que se ha ido decantando nuestra civilización. Abrir las ventanas al diálogo social sobre ciencia y tecnología se ha convertido en una exigencia y en una prioridad democrática para los Estados de Derecho.
Ordóñez nos propone situar a la ciencia y la tecnología en el tiempo y en el espacio, "La ciencia es un producto que nos parece a la vez eterno y efímero. Construida con lo mejor de nosotros mismos.se hace vieja inmediatamente" humanizarla, "la ciencia es un producto humano que influye y es influido por el contexto social", democratizarla, "la ciencia nace en, y con la política" nos dice. Nos invita a reflexionar sobre la sociedad actual a través de la interacción de ciencia y la tecnología, con la política, la economía, la ética o la religión, sea cual sea nuestra condición. Pues, como el autor nos recuerda en esta y en obras anteriores, la ciencia y la tecnología no son sólo resultado de la una cultura sino que, a su vez, actúan como promotoras de cultura. La proximidad con los compromisos de la Declaración de Budapest sobre la ciencia y el uso del saber científico,"la búsqueda de un debate democrático vigoroso y bien fundado sobre la producción y la aplicación del saber científico." es evidente.
No está solo en juego la destrucción de la especie humana como consecuencia de las amenazas de una guerra nuclear o biológica, o por la eliminación de las condiciones ambientales que propician nuestra vida, a través del despiadado consumo de los recursos naturales. Hoy la frontera del saber ha llegado a la idea misma de ser humano, de dignidad de la persona, con que nos hemos dotado como garantía del marco de convivencia. La velocidad de los cambios, y su carácter irreversible, ("inventamos y después necesitamos lo que hemos inventado"), deberían de invitarnos a la humildad y la institucionalización de procesos de reflexión y participación social.
Con demasiada frecuencia resuenan limitaciones corporativas a la participación ciudadana, cuando hablamos de ciencia y tecnología. Restricciones que no son originales en el difícil proceso de creación del Estado de Derecho. En el siglo XIX vimos cómo, cuando las luchas políticas se centraban en las condiciones de gestión de las propiedades tangibles y del mercado de mercancías, el acceso a la participación política se veía restringido a la burguesía. El argumento era sencillo y contundente: los no propietarios no saben lo que tienen que saber para poder contribuir en la construcción del interés general. En el siglo XXI, cuando el conocimiento se ha convertido en el motor de la sociedad, no hay legitimación posible para volver a excluir a los "ignorantes"."La ciencia y la tecnología sirven para medir el grado de desarrollo de una sociedad, de manera análoga a como en el siglo pasado se utilizaba el carbón y el acero para medir la renta y la importancia de un país", nos recuerda el autor.
La participación, desde las limitaciones de las múltiples identidades con que todos nos enfrentamos a la ciencia y la tecnología, por lo tanto, desde nuestra condición simultanea de legos y de expertos, de tecnófilos y tecnófobos, de humanistas y tecnólogos, es una condición de ciudadanía, de la nueva ciudadanía del siglo XXI. "Cuando hay un problema serio en la sociedad siempre se convierte en un problema científico - tecnológico"
Por otra parte, abandonadas utopías cientificistas, la ciencia como proceso, con independencia de sus resultados, se nos muestra como una buena escuela de ciudadanía para los tiempos que vienen. Rigor, creatividad, confianza y consenso, son valores sobre los que construir el futuro en una sociedad cada vez más compleja y tecnificada. "Nadie nos ha regalado el fuego divino, lo hemos conseguido a base de ponernos de acuerdo, y eso es lo que caracteriza a la ciencia como cultura"
"La ciencia no es neutral. Cuando realmente la ciencia, los científicos, construyen conocimiento, este adquiere una dimensión una responsabilidad ética y social" Así, el autor nos invita a hacer frente a estas responsabilidades desde una valoración de la ciencia como cultura y, no como instrumento de imposición y dominio.