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Autor
Carlos Magro Mazo (Director de la Oficina de Información Científica de la Comunidad de Madrid)

Ciencia, la energía que mueve el mundo

Nadie parece poner en duda esta afirmación. A casi todos nos parece evidente que es el conocimiento el principal motor de nuestra sociedad. Lo científico nos acompaña en nuestra cotidianidad hasta el punto de que hoy nos resultaría impensable un mundo sin ciencia. La ciencia se nos presenta como el instrumento principal de progreso y bienestar. Pero no todo son parabienes y no son pocos los que critican los modelos actuales de producción y gestión de la ciencia.
Por otro lado, no parece tan clara la relación existente entre cultura científica y mejora de esta calidad de vida. Es, sin embargo, sobre esta última hipótesis sobre la que se apoyan los numerosos programas de promoción de la cultura científica que cada día se ponen en marcha desde administraciones públicas, organismos de investigación o asociaciones civiles.

No son pocos los que sostienen que este interés por la cultura científica tiene mucho que ver con las cada vez mayores críticas y tensiones existentes entre ciencia y sociedad. No son pocos tampoco los que afirman que las políticas de difusión de la ciencia y de promoción de la cultura científica, tras dos décadas de existencia, no han sabido superar la fase de la ?narración mítica? en la que lo que importa es comunicar los logros, los éxitos y la belleza, dejando de lado aquellos aspectos que ahondan en los procesos de producción del conocimiento, en la naturaleza conflictiva de la ciencia, en la necesidad de que ésta de respuesta a las demandas ciudadanas y en última instancia en el papel que en su gestión deben desempeñar científicos, gestores y ciudadanos.

En los últimos años el término cultura científica ha pasado a ser un término de uso cotidiano. Asociado a conceptos como el de bienestar, desarrollo social, crecimiento económico, responsabilidad y democracia. Científicos, gestores, políticos y ciudadanos lo integran cada día más en declaraciones, programas, prioridades y objetivos. Su uso y significado no es, sin embargo, único y cerrado. Varía desde ideas como alfabetización, acumulación de conocimientos o apropiación de teorías hasta conceptos como comunicación, sensibilización, diálogo, participación y democracia. El término nos remite en última instancia a conceptos aparentemente opuestos. Cultura se asocia con artificio, creación humana, lenguajes propios, subjetividad y política mientras que la ciencia ocuparía la esfera de lo natural, de las cosas, de lo objetivo y de los lenguajes universales.

En las últimas tres décadas historiadores, estudiosos y sociólogos de la ciencia han puesto en evidencia la falacia de esta separación. Contexto social y naturaleza, poder científico y poder político son creaciones de nuestra modernidad. El contexto no explica el contenido, ni el contenido existiría sin contexto. Uno y otro no podrían ser por separado.

Medio ambiente, urbanismo, política, patrimonio, asociaciones civiles, objetos naturales como los árboles y construcciones humanas como los coches. Todo esto está en juego. Todos son actores a tener en cuenta y todos reclaman su cuota de representación en este debate. Todos exigen ser oídos y presentan sus argumentos y alianzas. No hablamos solo de impacto medioambiental o de política. No son solo cuestiones estéticas o cálculos de flujo viario. Cada grupo esgrime sus armas y convoca a sus expertos. Cada bando despliega sobre la mesa informes científicos, documentos históricos, querellas ciudadanas y argumentos legales. Todo relacionado, igualmente válido. Naturaleza y cultura unidas de nuevo como dos caras de una misma moneda.

Esto último se nos presenta por tanto como el marco más apropiado para desarrollar en el futuro las políticas de cultura científica. Hay que dar un paso adelante que nos permita pasar de la comprensión de la ciencia al compromiso por y con la ciencia. Los ríos, los bosques, los medicamentos, el calentamiento global, la contaminación atmosférica, nosotros mismos formamos parte de un todo relacionado y complejo que exige respuestas adecuadas y consensuadas.

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