Influyente personalidad de la vida cortesana del último cuarto del XVIII, ejerció como primer profesor del Real Jardín de Madrid y dirigió, de facto, el proyecto expedicionario español por tierras americanas. Fue miembro de la práctica totalidad de las sociedades científicas europeas de su época.
Influyente personalidad de la vida cortesana del último cuarto del XVIII, ejerció como primer profesor del Real Jardín de Madrid y dirigió, de facto, el proyecto expedicionario español por tierras americanas. Fue miembro de la práctica totalidad de las sociedades científicas europeas de su época.
Casimiro Gómez-Gutiérrez Hortega nació en Añover de Tajo (Toledo) el 4 de marzo de 1741. Su formación quedó pergeñada por su influyente tío, José Hortega, quien preparó para él la más brillante de las carreras: Gramática latina en el Colegio de los Infantes de Toledo (1751-1753); Gramática, Humanidades y otras disciplinas -Matemáticas y Dibujo incluidas- en las Escuelas Pías de Lavapiés, en Madrid, bajo la tutoría de los escolapios (1753-1755); Gramática española y otras lenguas (inglés, francés y griego) en el Seminario de Cordelles, bajo la dirección de los jesuitas (1755-1757). Con apenas quince años cumplidos, en septiembre de 1757, se dirigirá a Bolonia, a estudiar Botánica, Medicina e Historia Natural; durante sus años de estancia italiana tomó la costumbre de separar el apellido compuesto de su padre, conservando sólo la primera parte, y perdió la letra inicial del de su madre, siendo común su firma como Casimiro Ortega o Casimiro Gómez Ortega.
Casimiro Gómez Ortega. Relación de Méritos, Servicios y Exercicios Literarios. Madrid, 1809. Real Jardín Botánico de Madrid
En 1762 regresó a Madrid, tras culminar sus estudios en Bolonia, poco tiempo después de conocer la muerte de su tío y protector. Su tío le había legado una suculenta herencia y una importante red de corresponsales y amigos que sabrían demostrarle pronto su apoyo; el 10 de octubre de 1761, unos meses antes de recibir el título de doctor por la Universidad de Bolonia, la Real Academia Médica Matritense ya inscribía su nombre entre los miembros de su sección de Farmacia. Mas el mayor favor que habría de obtener de los allegados de su tío sería su título de farmacéutico; el Real Tribunal del Protomedicato se lo otorgó el 13 de agosto de 1762, el modo por el que lo obtuvo sigue siendo una incógnita, pero el nuevo boticario no cursó los estudios reglamentarios ni tenía la edad precisa para acceder a él. Desde luego la posesión del título se presentaba como requisito imprescindible para entrar en propiedad de la afamada y productiva botica de la calle de la Montera que le había cedido su tío en testamento.
Por Real Orden de 29 de julio de 1772 es nombrado catedrático primero del Real Jardín. En los comienzos de 1775, viajó a París, comisionado para estudiar el Jardin du Roi, el modelo de referencia para el remozado Jardín de Madrid que habría de instalarse en el Paseo del Prado. Coincidiendo con la estancia de C. Gómez Ortega en tierras francesas, Marie Jean de Condorcet, presidente de la Academie des Sciences, escribe a la Corte española solicitando permiso para que un botánico galo, Joseph Dombey, emprendiera una expedición científica por los territorios del Perú.
Tras el retorno de su viaje europeo sería el proyecto expedicionario, más que las nuevas instalaciones del Real Jardín, el que habría de ocupar el tiempo de C. Gómez Ortega. Desde 1777 se convierte, de facto, en el director técnico de la expedición hispano-francesa al Virreinato del Perú. Desde entonces tomó parte activa en cuantas cuestiones pudieran suscitarse sobre la explotación de la naturaleza americana; informaría, con recelo, sobre la expedición novo-granadina organizada por José Celestino Mutis; intentó controlar el comercio de la quina apostando por la figura de Sebastián López Ruiz; acomodó a Juan de Cuéllar en el proyecto de la Real Compañía de Filipinas destinado a cultivar la canela en aquellas islas; fue elegido para editar la obra del protomédico Francisco Hernández, localizada entre los documentos pertenecientes a la extinta Compañía de Jesús; apoyó la propuesta formulada por Martín Sessé de enviar una expedición a la Nueva España y eligió a quienes habrían de acompañar al médico aragonés. Entre 1777 y 1787 la práctica totalidad de los asuntos relacionados con la naturaleza americana pasaron por su mesa; la muerte, en 1787, de José de Gálvez, apenas un año antes que la de Carlos III, colocó a Antonio Porlier en el puesto rector de la Secretaría de Indias; las relaciones de C. Gómez Ortega con él no fueran lo idílicas que debieron ser con su antecesor.
Aun contra lo que acostumbra a pensarse, C. Gómez Ortega no logró entroncar las expediciones americanas con el Real Jardín. Las expediciones americanas dependieron, siempre, de la Secretaría de Indias; el Real Jardín, durante el período en que C. Gómez Ortega fuera su catedrático primero, se financió con fondos del Real Tribunal del Protomedicato, y a él quedaba sujeto.
Portada del Real Jardín Botánico de Madrid. Grabado anónimo [ca. 1795] Casimiro Gómez Ortega. Curso elemental de Botánica. 2ª ed. Madrid, 1795. Biblioteca Histórica. Universitat de València
Cuando los expedicionarios peruanos, los primeros en regresar, realizaron su tornaviaje, logró para ellos una ubicación en dependencias de la Secretaría de Indias, de modo que el trabajo realizado quedó segregado de la actividad del Real Jardín, cuyos fondos bibliográficos y semilleros sí usaron, pero al que nunca estuvieron coligados. Nuestro protagonista padeció una afición desmedida hacia la acumulación de honores. Su propia boda con Teresa Lope, hija de un Médico de Cámara, acaecida en torno a 1766, supuso un intento de acercarse al poder.El nombre de C. Gómez Ortega figuró en los listados de las más prestigiosas academias y sociedades científicas europeas, perteneció a la Academie des Sciences (1776) y a la Royal Society (1777), desde muy joven estuvo vinculado a la Società Botánica di Firenze (1762); durante las décadas de los ochenta y noventa del XVIII, cuando se encontraba en la cima del reconocimiento social, se produjo un verdadero cúmulo de honores: la Real Sociedad de Ciencias de Nancy (1782), el Instituto de Bolonia (1783), la Sociedad de Estudiosos de la Naturaleza de Edimburgo (1786), la Real Sociedad de Medicina de Londres (1789), la Real Sociedad de Farmacia de París (1796) y la Linnean Society (1799) le incluirán entre sus miembros.
Todos los procuró con unas especiales habilidades, reconocidas incluso por sus más duros adversarios: fue un hombre hablador y en extremo servicial, capaz de mantener una fluida conversación sobre muy diversos asuntos culturales y en distintas lenguas; tenía en sus manos la capacidad de decidir el destino de algunas de las más buscadas producciones naturales americanas, y supo comerciar con ellas: las semillas exóticas, la platina y la quina le abrieron muchas de las puertas de las sociedades científicas europeas a las que llamó mientras detentó la dirección de las expediciones americanas.
La caída del conde de Floridablanca, en febrero de 1792, supondrá el principio del fin para C. Gómez Ortega. Su situación personal se exasperó en 1799, al constituirse la Junta Superior Gubernativa de Farmacia, nuevo órgano rector de la profesión de la que el Real Jardín, y con él C. Gómez Ortega, quedó marginado. Sonaban trompetas de gloria para su antagonista, Antonio José Cavanilles, quien ya fraguaba su ascenso desde los salones ministeriales; para C. Gómez Ortega sonaban clarines de adversidad. Frustrado y alejado de los órganos del poder, C. Gómez Ortega falleció en Madrid, en plena canícula estival, un tiempo que producía en él un marcado estado de languidez, corría el 18 de agosto de 1818, contaba los setenta y siete años de edad. Murió sin descendencia, como su tío, cuya larga sombra le persiguió durante toda su vida.
Más información:
GONZÁLEZ BUENO, Antonio, 2002. Tres botánicos de la Ilustración. Gómez Ortega, Zea, Cavanilles: la ciencia al servicio del poder. Madrid: Nívola libros y Ediciones. ISBN 8495599503