Antonio Gallego Fernández, "gran investigador, gran profesor y gran organizador", como bien dijera Pedro Laín Entralgo fue capaz de rescatar la memoria cajaliana y poner sus recursos humanos y metodológicos al servicio de la industria farmacéutica; y, también, de utilizar los medios de la empresa privada al servicio de la ciencia biomédica. A Antonio Gallego se debe la creación de un importante grupo de investigación dedicado a la farmacología y la micología industrial, entre cuyos principales resultados destaca el descubrimiento de la "fosfonomicina", el primer antibiótico aislado en España.
Antonio Gallego Fernández, "gran investigador, gran profesor y gran organizador", como bien dijera Pedro Laín Entralgo fue capaz de rescatar la memoria cajaliana y poner sus recursos humanos y metodológicos al servicio de la industria farmacéutica; y, también, de utilizar los medios de la empresa privada al servicio de la ciencia biomédica. A Antonio Gallego se debe la creación de un importante grupo de investigación dedicado a la farmacología y la micología industrial, entre cuyos principales resultados destaca el descubrimiento de la "fosfonomicina", el primer antibiótico aislado en España.
Antonio Gallego Fernández nace en Madrid, el 11 de octubre de 1915. Inició sus estudios de Medicina en la Universidad Central, durante el curso 1931-32, aunque no le sería expedido el título hasta diciembre de 1940, una vez finalizada la guerra civil. No obstante, durante la contienda ya comenzaría a realizar labores médicas en el frente de Madrid para el ejército republicano, del que llegó a ser capitán médico. Allí, en la Ciudad Universitaria, vio morir a algunos amigos y compañeros mientras organizaba, en el fragor de la batalla, el rescate de libros y revistas científicas de la Biblioteca del Instituto de Fisiología de Negrín.
La tesis doctoral de Gallego, titulada Algunos nuevos datos sobre la histología y fisiología de la retina humana, fue defendida en 1944 y mereció diversos premios. Estos galardones, unidos a su vocación por la investigación y a una personalidad apasionada y resuelta, favorecieron su promoción universitaria: becario del Laboratorio de Fisiología del Instituto Cajal (CSIC), Profesor Auxiliar en la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina de Madrid, Ayudante de la Sección de Fisiología del Instituto Cajal y Pensionado por la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores de Estados Unidos para trabajar como investigador, a tiempo completo, en el Rockefeller Institute for Medical Research de Nueva York, donde trabajó junto a Rafael Lorente de Nó, uno de los últimos discípulos de Cajal.
En 1947 regresa a España y se incorpora a su puesto de profesor auxiliar en la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina de Madrid. Dos años más tarde es nombrado profesor adjunto de la Cátedra de Fisiología de Madrid y, al año siguiente, catedrático de Fisiología de la Facultad de Medicina de Cádiz. Finalmente, en 1961, es nombrado catedrático de Fisiología General, Química Biológica y Fisiología Especial de la Facultad de Medicina de Madrid.
Tras la muerte de Franco y la llegada de la Democracia a nuestro país, asume el reto de formar parte del primer equipo rectoral de la Universidad Complutense, aglutinado en torno a Ángel Vián Ortuño, de quien Antonio Gallego sería su Vicerrector de Investigación entre 1976 y 1981. Siempre se mostró combativo con los planes de funcionarización docente masiva, que acabarían por consolidarse poco tiempo después, y con lo que él entendía un modelo de Universidad endogámica y no competitiva al que podría conducir la nueva Ley de Reforma Universitaria (1982) del primer gobierno socialista.
Fabricación de penicilina
La Escuela de Gallego, educada en una manera de entender la Ciencia y la Universidad poco común en la España franquista, no se caracteriza únicamente por el elevado número de científicos integrantes; quizás sea más destacable su formación, calidad científica, capacidad de liderazgo de nuevos grupos investigadores y su influencia en universidades e instituciones de carácter científico y profesional. En el ideario científico de Gallego primaba la excelencia sobre la mediocridad, el compromiso para con la comunidad universitaria y el aperturismo al exterior, frente a la habitual postura nacionalista de la ciencia hispana de este período, que dificultaba la formación de nuestros científicos en otros países. Antonio Gallego logró enviar a casi todos sus discípulos a los mejores centros investigadores del Mundo con el objeto de continuar su formación, valiéndose para ello de financiación privada y de becas sufragadas por los propios países receptores.
Si Antonio Gallego desempeñó un papel destacado en el desarrollo de la Neurofisiología, no es menor su implicación y apoyo a la industria del medicamento, necesitada de investigación, capital y perfil propio para poder competir con las grandes firmas extranjeras del sector.
En otoño de 1948 se dicta un Decreto por el que se declara de "interés nacional" la fabricación de penicilina y se abre un concurso, para llevarla a cabo, entre entidades españolas. Dos fueron las licencias concedidas por el Estado para acometer la fabricación de penicilinas en nuestro suelo; una de las adjudicatarias fue la empresa Antibióticos, S.A.; la otra fue asignada a la Compañía Española de Penicilina y Antibióticos (CEPA), cuya la dirección técnica, quedaría en manos de José Luis Mas y de Antonio Gallego, quienes se encargarían de montar las fábricas que habrían de construirse en Aranjuez y Madrid.
Sufragado por CEPA y dirigido por Antonio Gallego, en 1950 se crea el Instituto de Farmacología Española, cuyo objetivo primordial era la búsqueda de nuevos remedios curativos de carácter antibacteriano que permitiesen a CEPA sacar al mercado productos distintos a los fabricados y comercializados por la adquisición o cesión de patentes extranjeras. En 1969 y gracias al convenio de colaboración con Merck & Co., se obtiene la "fosfonomicina", o "fosfomicina", el primer antibiótico descubierto y desarrollado, al menos parcialmente, en España; esta sustancia fue aislada y purificada por técnicos de CEPA a partir de cultivos de Streptomyces; Merck & Co. realizaría la síntesis química. La fosfomicina fue lanzada por CEPA al mercado español en 1973; poco después, Merck comenzaría su introducción en Latinoamérica, a través de una campaña de promoción del producto en los principales países de aquel continente llevada a cabo por el Director de Merck en España, Miguel Peláez, en sus aspectos económicos y de viabilidad comercial, y por el propio Antonio Gallego, a quien competería la defensa científica del producto. Antonio Gallego falleció el 19 de febrero de 1902.
Más información:
RODRÍGUEZ NOZAL, Raúl, 2004. Farmacia e industria. Uriach, Cambronero, Gallego : la producción de los primeros medicamentos en España. Madrid: Nivola libros y Ediciones. ISBN 8495599783