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Autor
Judith de Jorge

Un gran asteroide acompañará a la Tierra durante 4.000 años

De más de 1 kilómetro de diámetro, este troyano es el segundo conocido que escolta a nuestro planeta

La Tierra tiene un nuevo compañero en su camino. Un equipo internacional de astrónomos dirigido por el investigador Toni Santana-Ros, del Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona (ICCUB), ha confirmado que un asteroide de más de 1 kilómetro de diámetro comparte órbita con nuestro planeta alrededor del Sol, una trayectoria que mantendrá durante 4.000 años. Este troyano, como se denomina a este tipo de objetos, es el segundo terrestre conocido.

Los asteroides troyanos, cuya existencia fue predicha hace 200 años por el matemático Joseph-Louis Lagrange, son cuerpos pequeños que se encuentran en uno de los dos puntos estables en la órbita de un planeta alrededor del Sol (llamados Puntos de Lagrange L4 y L5). Aunque estas rocas se conocen desde hace décadas en otros mundos del sistema solar, como Venus, Marte, Júpiter, Urano y Neptuno, no fue hasta 2011 cuando el telescopio de rastreo Pan-STARRS descubrió el primer troyano terrestre, 2010 TK7. De unos 300 metros de diámetro -el tamaño de la Torre Eiffel-, puede quedarse dando vueltas junto a la Tierra unos largos 10.000 años.

Los numerosos esfuerzos de observación dedicados en la última década no volvieron a dar sus frutos hasta diciembre de 2020. Entonces, los astrónomos dieron con el asteroide 2020 XL 5, pero su órbita todavía no estaba clara y, por tanto, no podía asegurarse que se tratara realmente de un troyano. «Ha habido muchos intentos previos de encontrar troyanos terrestres, incluidos los estudios in situ, como la búsqueda dentro de la región L4 que llevó a cabo la nave espacial OSIRIS-REx de la NASA, o la búsqueda en la región L5, realizada por la misión Hayabusa-2 de la JAXA», explica Santana-Ros. «Todos los esfuerzos dedicados hasta ahora no habían permitido descubrir ningún otro miembro de esta población», señala.

El poco éxito de estas búsquedas, según explican los autores, se puede explicar por la geometría de un objeto que orbita los puntos L4 o L5 del sistema Tierra-Sol, visto desde nuestro planeta. Estos objetos suelen ser observables cerca del Sol. La ventana de tiempo de observación entre el asteroide que se eleva por encima del horizonte y la salida del Sol es, por tanto, muy pequeña. Por esta razón, los astrónomos deben enfocar los telescopios en un punto bajo del cielo, donde las condiciones de visibilidad son malas y con la desventaja extra de la luz solar inminente, que satura la luz de fondo de las imágenes al cabo de pocos minutos de haber comenzado la observación.

Capturado hace 600 años

Para solucionar este problema, Santana Ros y sus colegas estudiaron la órbita de la roca combinando datos de archivo con observaciones que realizaron desde los observatorios Lowell Discovery, de 4,3 metros, en Arizona (EE.UU.), y SOAR, de 4,1 metros, operado por el NOIRLab de la National Science Foundation, en Cerro Pachón (Chile).

Con estos datos, los investigadores confirmaron la auténtica naturaleza de 2020 XL 5, que describen en la revista 'Nature Communications'. Proponen que este troyano, tres veces más grande que el primero terrestre, es un asteroide de tipo C, predominantemente compuesto de carbono. «Este cuerpo quedó atrapado orbitando alreadedor de un punto de estabilidad llamado punto L4. Según nuestros cálculos, este cuerpo fue capturado hace unos 600 años y nos acompañará durante almenos 3500 años más. No sabemos con seguridad su origen, pero creemos que podría haberse originado en el cinturón principal de asteroides», dice el invesigador. Sin embargo, hace falta más investigación para confirmar sus orígenes. De media, está situado a 1 unidad astronómica, unos 150.000.000 km, aunque la inclinación y eccentricidad de su órbita lo lleva a acercarse a unos 90.000.000 km de la Tierra. «En absoluto» puede resultar peligroso.

Fácil de alcanzar

Por su tamaño, los autores creen que 2020 XL 5 sería un estupendo candidato para ser sobrevolado por una misión científica, por lo que incluso han realizado un estudio del impulso que necesitaría un cohete para llegar al asteroide desde la Tierra. «Como los puntos de Lagrange L4 y L5 son co-orbitales con la Tierra, podemos 'alcanzarlos' con muy poco combustible. Es decir, son puntos fáciles y baratos a los que viajar. Por desgracia, nuestro amigo 2020 XL5 tiene una cierta inclinación en su órbita, que encarece las maniobras de una misión que quisiera aterrizar en él. Pero un 'fly-by' (sobrevuelo) sería relativamente asequible», explica Santa-Ros. A su juicio, «los troyanos terrestres podrían convertirse en bases ideales para una exploración avanzada del sistema solar; incluso podrían convertirse en una fuente de recursos».

Precisamente, la NASA lanzó el pasado octubre la misión Lucy mucho más lejos, hacia los asteroides troyanos de Júpiter, donde llegará dentro de doce años. Estas rocas tienen un gran interés científico, ya que son un remanente de los comienzos de nuestro sistema solar, hace unos 4.000 millones de años.

¿Y qué ha pasado con el primer troyano de la Tierra? «¡Pues sigue ahí! -dice el investigador- Simplemente ahora ya no está de moda».

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