La electrónica que impulsa todas las partes móviles del vehículo de exploración europeo, Rosalind Franklin, se ha desarrollado en la localidad madrileña de Tres Cantos
La Agencia Espacial Europea (ESA) lanzará en septiembre su misión Exomars, compuesta por una plataforma de superficie y un rover, el Rosalind Franklin, destinado a buscar indicios de vida presente o pasada en el subsuelo de Marte. El vehículo, el primero europeo que recorra el planeta rojo, contará con una novedosa tecnología española. La empresa Thales Alenia Space, ubicada en la localidad madrileña de Tres Cantos, ha desarrollado la electrónica que controla todas las partes móviles del rover (las ruedas, los paneles solares y la cámara). El diseño de sus componentes ya es un reto en sí mismo, ya que un solo fallo puede dar al traste la misión. Pero es que además, para hacer sitio y acomodar el laboratorio interno que llevará el rover, irán colocados en el exterior, lo que ha obligado a prepararlos para soportar temperaturas infernales sin dañarse. Y esto nadie lo ha había hecho antes.
«Somos los únicos en el mundo que nos hemos enfrentado al reto de diseñar y fabricar esta tecnología. Hoy por hoy, ni la NASA la tiene», asegura José Arnedo, jefe de proyecto en la compañía. Los módulos electrónicos creados por Thales, llamados unidades de control de los actuadores (ADE), son los primeros que se sacan fuera de las 'tripas' de un rover. Funcionan en un amplio rango de temperaturas que oscilan desde los 113ºC bajo a cero a los 85º C. «Durante siete años hemos probado más de un centenar de configuraciones, montajes y componentes diferentes», afirma.
La circuitería también está preparada para soportar una alta radiación y las fuertes vibraciones que se producirán en algunos momentos, como el lanzamiento o el despliegue de los paneles solares. Para garantizar que todo vaya bien, los técnicos han simulado errores en cada uno de sus miles de componentes. «Nuestro diseño está preparado para evitar que si hay un fallo, este se propague y dañe otra zona del circuito», explica el ingeniero.
Fuera de la 'panza'
Los ADE serán importantes desde el mismo momento del amartizaje. Permitirán el despliegue de las ruedas y de los paneles solares del rover, un proceso crítico. «Si perdiéramos los paneles no tendríamos energía y la misión acabaría», apunta Arnedo. Los módulos están situados fuera de la 'panza' del rover, uno a cada lado, conectados con todas las partes móviles: las ruedas, el mástil y los dos paneles solares. En el desplazamiento, no solo impulsarán los motores sino que también coordinarán el movimiento de las seis ruedas para que la trayectoria a seguir, definida desde la Tierra, se haga con una precisión extrema. «Equivocarnos en la trayectoria puede ser catastrófico. Podríamos llegar a una zona de la que es imposible salir», señala. Para la cámara, se exige la misma precisión, «para saber por dónde vamos y dónde tomar muestras».
Como el objetivo del Rosalind es localizar rastros de vida, la compañía española ha tenido requisitos de limpieza muy estrictos. «No nos podemos permitir llevar bacterias desde aquí, por lo que hemos seguido procesos de esterelización punteros», dice Arnedo.
'Wheel walking'
Bautizado en homenaje a la científica detrás del descubrimiento de la estructura del ADN, el Rosalind Franklin mide dos metros de altura y dos y medio de longitud, y se mueve sobre seis potentes ruedas. Se parece mucho a sus homólogos de la NASA, el Curiosity o el Perseverance, que actualmente ruedan por Marte, pero se distingue por algunas de sus capacidades, especialmente por su laboratorio interno. Precisamente eso hace que, con sus 290 kilos, sea mucho más pesado que los otros rovers.
Cuando llegue a Marte, en marzo de 2023, utilizará un potente taladro para tomar muestras a dos metros por debajo de la superficie marciana. Después, depositará las rocas en su interior para analizarlas en busca de biomarcadores. El Perseverance también recoge muestras marcianas, pero las dejará en un lugar determinado para que en un futuro otra nave venga a recuperarlas y las lleve a la Tierra. Otra característica del rover es el 'Wheel walking', su capacidad para salvar grandes obstáculos, rocas que aparezcan en su camino incluso ligeramente superiores al tamaño de la rueda.
El Rosalind Franklin está ya listo, en una sala ultralimpia en las instalaciones de Thales Alenia Space en Turín. Desde la ESA están convencidos de que llegará a tiempo para la fecha de lanzamiento en septiembre. Solo una vez cada dos años y durante unos diez días, la mecánica celeste permite que una nave espacial llegue a Marte desde la Tierra de manera eficiente.
Un kilómetro de autopista
Los módulos españoles han requerido una inversión de 11 millones de euros. Para aquellos que el gasto en proyectos espaciales les parece un despropósito, Arnedo recuerda que es muy similar a lo que cuesta un kilómetro de autopista. Además, se trata de desarrollos que finalmente repercuten en nuestro día a día. «La tecnología para comunicarnos con un punto que está a 225 millones de km hace que, por ejemplo, tener internet en casa sea más sencillo y barato. Y que sea más accesible a todo el mundo reduce la brecha digital, lo que también es una forma de luchar contra la pobreza», señala Arnedo. Igualmente, este tipo de proyectos permiten crear «empleos de calidad». Y por último, si después de todo Rosalind tiene éxito y encuentra rastros de vida, «sin duda, nuestra concepción del Universo cambiará».