En una única hectárea de la mayor floresta tropical del planeta hay más biodiversidad que en todo un país europeo. Y sin embargo, el suelo en el que crece su frondosa vegetación es increíblemente pobre en nutrientes
Hay varias razones para esta aparente paradoja. Por un lado, la composición de la tierra del suelo y las lluvias frecuentes no permiten que los nutrientes no se fijen en el suelo. Por otro, la alta competitividad biológica hace que cuando un ser vivo muere, sus componentes sean rápidamente absorbidos por otros y reincorporados de nuevo al ciclo de la vida.
Sin embargo, existe una interesante excepción. En zonas próximas a asentamientos humanos se puede encontrar un tipo de tierra oscura y fértil conocida como “terra preta”. Es una prueba más de que la Amazonia, lejos de ser una floresta “virgen” o “intacta”, ha coevolucionado junto a los pueblos indígenas que viven en ella.