En siglos pasados, los investigadores registraban sus resultados científicos convirtiéndolos en anagramas
Cuando Galileo descubrió las fases de Venus escribió cartas a varios conocidos con una serie de palabras incomprensibles: Haec immatura a me iam frustra leguntur oy.
En realidad, las palabras eran un anagrama, de manera que reordenando las letras se puede formar otra frase. En este caso: Cynthiae figuras aemulatur Mater Amorum, es decir, la madre del amor (o sea, Venus) emula a Cynthia (la Luna).
Con esta simple estratagema, Galileo se aseguraba de que, si alguien más hacía la observación, él podía demostrar que la había realizado primero, y a la vez, evitaba hacer público su descubrimiento mientras continuaba investigándolo.
En 1676, Robert Hooke también decidió recurrir a un anagrama para “patentar” su ley de elasticidad: ceiiinosssttuv. Más tarde reveló la solución: ut tensio, sic vis, que significa “como la extensión, así la fuerza”.