Una colaboración internacional liderada por instituciones españolas ha reconstruido la histórica genómica de la Península Ibérica
Los resultados, publicados hoy en la revista Science, ofrecen una imagen inédita de la transformación de la población a lo largo de las diferentes etapas históricas y prehistóricas.
Un equipo internacional en el que participan investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y que fue liderado desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y la Universidad de Harvard (EE UU) presenta hoy en la revista Science un mapa genético de la Península Ibérica que abarca los últimos 8.000 años.
Los resultados, basados en el análisis de los genomas de 271 habitantes de la Península de diferentes épocas —y contrastados con datos de estudios previos de otros 1.107 individuos antiguos y 2.862 modernos— ofrecen una imagen inédita de la transformación de la población ibérica a lo largo de las diferentes etapas históricas y prehistóricas.
De este modo, el trabajo logró demostrar que la llegada de grupos descendientes de pastores de las estepas de Europa del Este, entre 4.000 y 4.500 años atrás, supuso el reemplazo de aproximadamente el 40% de la población local y de casi el 100% de los hombres.
“Los resultados genéticos son muy claros en este aspecto. De forma progresiva durante una etapa, que pudo durar unos 400 años, los linajes del cromosoma Y presentes hasta entonces en la Iberia de la Edad del Cobre fueron casi totalmente sustituidos por un linaje, el R1b-M269, de ascendencia esteparia”, explica Carles Lalueza-Fox, investigador del IBE, centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra.
"Si bien este fue claramente un proceso dramático, los datos genéticos por sí solos no nos pueden decir qué lo impulsó", apunta David Reich, investigador principal en la escuela de medicina de Harvard y co-responsable del estudio.
Por su parte, Íñigo Olalde, investigador de la Universidad de Harvard, añade que "sería un error afirmar que la población local fue desplazada, puesto que no hay evidencia de violencia generalizada en ese periodo".
Una explicación alternativa, aducen los autores, sería que las mujeres ibéricas locales prefirieran a los recién llegados de Europa central en un contexto de fuerte estratificación social. El equipo también destaca que los datos genéticos por sí solos no revelan toda la historia, y que las evidencias de otros campos, como la arqueología y la antropología, deben de ser conjugados con estos resultados para comprender mejor qué impulsó este patrón genético.
Un lugar sagrado en Castillejo del Bonete
Como ejemplo de este fenómeno de reemplazo, el estudio documenta una tumba encontrada en un yacimiento de la Edad del Bronce (posterior a la Edad del Cobre) en el yacimiento de Castillejo del Bonete (Terrinches, Ciudad Real). Se trata de un centro ceremonial de la cultura de las Motillas, en La Mancha.
De los dos individuos hallados en el enterramiento de su Tumba 4, el hombre presenta ascendencia de la estepa mientras que la mujer es genéticamente similar a las ibéricas anteriores a la Edad del Cobre. El profesor Luis Benítez de Lugo (UAM), explica la importancia de este yacimiento para entender el fenómeno:
“En Castillejo del Bonete no se observan señales de violencia ni invasión, y sí de aculturación. Hay que tener en cuenta que este gen específico no implica ni rasgos fenotípicos (de apariencia) concretos ni una vulnerabilidad diferente a las enfermedades. La desaparición de los varones preexistentes en un tiempo relativamente corto (algo más de 200 años) debe ser explicada en base a otros argumentos. El varón portador de genes procedentes de las estepas rusas depositado junto a una mujer ibérica en la Tumba 4 fue enterrado de forma similar a otros difuntos en este monumento funerario. No todas las personas de aquella cultura se enterraban aquí”.
“Puede considerarse que las creencias y tratamiento de la muerte en el caso de ese varón no diferían de las de otras personas de la Cultura de las Motillas —continúa el investigador—. Además, la tumba contenía los objetos personales de la pareja, que en ambos casos son característicos del Bronce de La Mancha: dos cuchillos de cobre procedente de Sierra Morena, dos cuencos, uno globular y otro carenado, de cerámica elaborada a mano en la zona, dos botones de marfil, un protector o brazal de arquero en el antebrazo del hombre y un punzón de cobre dentro del cuenco globular”.
Por otro lado, constata el trabajo, tanto la Tumba 1 como la Tumba 5 tienen ancestría reciente de estas poblaciones que llegaron a la Península Ibérica del Este de Europa, como el resto de individuos del Bronce, pero no el 100%. Es decir que tienen ancestros locales y orientales y que, durante la Edad del Bronce, desarrollan prácticas sociales habituales en la Cultura de las Motillas de La Mancha.
“Sabíamos que Castillejo del Bonete fue un centro ceremonial en el que se enterraron personas y objetos procedentes de lugares muy diversos, dentro de un monumento construido en relación al ciclo muerte-resurrección del sol. Ahora es posible afirmar, además, que aquí fueron enterradas personas con una estirpe genética procedente de lugares muy lejanos junto con otras locales y mezcladas, sin que hasta el momento se haya detectado diferencia en las prácticas sociales”, concluye Benítez de Lugo.
En suma, Castillejo del Bonete revela una unión e integración genética y racial, en un momento de creciente estratificación social y estrés ambiental debido a una crisis climática producida por una gran sequía que se prolongó cientos de años.
Genética vasca
Otra de las principales conclusiones del estudio es que la genética de los vascos actuales apenas ha cambiado desde la Edad del Hierro (hace unos 3.000 años).
Al contrario de lo que apuntan algunas teorías que situaban a los vascos como los descendientes de cazadores mesolíticos o de los primeros agricultores que vivieron en la península Ibérica, los resultados de este trabajo muestran que la influencia genética de las estepas también llegó al País Vasco (de hecho tienen una de las frecuencias más altas del cromosoma Y R1b).
Por el contrario, apenas presentan influencias de migraciones posteriores como los romanos, los griegos o los musulmanes, de las que quedaron aislados.
“Ahora se piensa que las lenguas indoeuropeas se extendieron por Europa de mano de los descendientes de los pueblos de las estepas. En este estudio recomponemos el complejo mosaico genético de la península ibérica, donde encontramos paleolenguas de tipo indoeuropeo, como el celtíbero, y no-indoeuropeas, como el íbero, así como el euskera, que es la única lengua pre-indoeuropea de Europa todavía hablada. Nuestros resultados indican una mayor componente genética de las estepas en celtíberos que en íberos, pero en todo caso hay una cierta disociación entre lengua y ancestralidad”, explica Carles Lalueza-Fox.
Contactos africanos
La distribución de la corriente genética desde África hacia la Península es mucho más antigua de lo documentado hasta el momento. El estudio confirma la presencia en el centro de la península Ibérica, en el yacimiento de Camino de las Yeseras (Madrid), de un individuo procedente del norte de África que vivió hace unos 4.000 años, así como de un nieto de emigrante africano en un yacimiento gaditano de la misma época.
Ambos individuos portaban considerables proporciones de ancestralidad subsahariana. Sin embargo, se trata de contactos esporádicos que dejaron poca huella genética en las poblaciones ibéricas de la Edad del Cobre y del Bronce.
Además, los resultados indican que hubo flujo génico norteafricano en el sureste de la Península en época púnica y romana, mucho antes de la llegada de los musulmanes a la Península en el siglo VIII.
Romanos, griegos, fenicios, visigodos y musulmanes
El análisis del mapa genético muestra profundas modificaciones de población en la península Ibérica en períodos históricos más recientes.
“Documentamos por primera vez el impacto genético de los mayores acontecimientos de la historia de la península. Los resultados muestran que para cuando comenzó la Edad Media al menos un cuarto de la ancestralidad ibérica había sido reemplazada por nuevos flujos de población provenientes del Mediterráneo oriental (romanos, griegos y fenicios), lo que revela que las migraciones durante este periodo seguían teniendo una gran fuerza en la formación de la población mediterránea”, explica Íñigo Olalde.
Uno de los ejemplos de este fenómeno mencionados en el trabajo es la colonia griega de Empúries, en el noreste peninsular, fundada entre los años 600 antes de nuestra era y el período tardorromano. Los 24 individuos analizados se dividen en dos grupos de herencia genética distinta: uno compuesto por individuos con una ancestralidad típica griega y otro compuesto por población genéticamente indistinguible de los íberos del cercano poblado de Ullastret.
“El artículo analiza también la llegada a la Península de los visigodos y los musulmanes. Entre los primeros se han localizado dos individuos en el yacimiento de Pla de l’Horta (Girona) con clara ancestralidad del este de Europa y un ADN mitocondrial típico de Asia. Del período islámico se han analizado individuos de Granada, Valencia, Castellón y Vinaroz, que muestran un componente norteafricano cercano al 50%, mucho mayor que el residual 5% que se observa en la población ibérica actual. En este caso se trata de una ancestralidad que fue casi eliminada durante la Reconquista y la posterior expulsión de los moriscos”, comenta Lalueza-Fox.
Por último, el estudio —junto con otro que también se publica hoy en Current Biology— identifica por primera vez la presencia de una estructura genética espacial y temporal entre los cazadores recolectores de la península Ibérica durante el Mesolítico (hace aproximadamente 8000 años). En el noroeste, los cazadores mesolíticos que vivieron pocos siglos antes de la llegada de los primeros agricultores muestran una afinidad genética con los cazadores recolectores centroeuropeos. Esa ancestralidad no estaba presente en los anteriores cazadores recolectores de esa misma región ni en los cazadores recolectores contemporáneos del sureste de Iberia a finales del Mesolítico.
Referencia bibliográfica:
Iñigo Olalde et al. “The genomic history of the Iberian Peninsula over the past 8000 years”. Science. DOI: 10.1126/science.aav1444