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Autor
Juan F. Calero

Pere Bover, experto en ADN antiguo: “Entender el pasado nos ayuda a comprender el presente”

El investigador ARAID en el IUCA de la Universidad de Zaragoza forma parte del equipo internacional que ha secuenciado por primera vez el genoma del extinto lobo Canis dirus, el famoso lobo huargo de Juego de Tronos

Mallorquín, biólogo zoólogo por la Universidad de Barcelona, Pere Bover forma parte de una generación sobre la que Félix Rodríguez de la Fuente ejerció una influencia decisiva. “Despertó en mucha gente la pasión por la naturaleza y, en mi caso, por los animales. Supongo que fue mi primer referente”, apunta. Hoy, Bover es experto en el estudio del ADN antiguo como investigador de la fundación Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID) en el Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales (IUCA) de la Universidad de Zaragoza. 

Pero la vocación investigadora llegó años después de disfrutar con ‘El Hombre y la Tierra’, cuando Pere Bover conoció en Mallorca a Josep Antoni Alcover, investigador científico del CSIC en el IMEDEA (Institut Mediterrani d'Estudis Avançats). “De su mano me metí por primera vez en una cueva. Fue él quien me introdujo en la paleontología insular con el estudio de la cabra enana fósil (Myotragus balearicus)”.

El investigador cree que, desde ese momento, las preguntas ¿qué?, ¿por qué? y ¿cómo?, pasaron a formar parte de su día a día. Tras la tesis doctoral, “afortunadamente”, define su vida como un “no parar”. “He tenido suerte. Por desgracia mucha gente ha tenido que abandonar la carrera investigadora por falta de recursos y opciones”.

Trabajo investigador y Juego de Tronos

Pere Bover ha sido protagonista en los últimos días. La revista Nature ha publicado online un artículo sobre el primer estudio genómico de la especie extinguida Canis dirus, lobo gigante, o lobo huargo, según su nombre de ficción como protagonista de la serie ‘Juego de Tronos’. Junto a 48 investigadores de 9 países, Bover ha demostrado que esta especie procedía de una línea filogenética de cánidos distinta a la de los lobos actuales. El estudio de muestras fósiles de hasta 50.000 años de antigüedad evidencia que el Canis dirus no estaba estrechamente emparentado con los lobos grises de Norte América.

En 2016, el investigador participó en un artículo que demostraba que los bisontes europeos actuales se originaron a partir de la hibridación de uros (los ancestros salvajes del toro doméstico actual) y de bisonte estepario, ya extinguido. Bover señala la importancia de otra investigación que llevó a identificar tres diablos de Tasmania capturados en la Australia continental en el siglo XX como introducciones recientes y no como remanentes de poblaciones ancestrales, en teoría extinguidas en Australia hace 4.000 años.

ADN antiguo: una ventana al pasado aplicada a la realidad actual

Su disciplina está más viva que nunca. “El ADN antiguo, al igual que la paleontología vía métodos no genéticos, nos permite abrir una ventana al pasado. Evidentemente, lo directo y rápido es lo actual, pero esa es una visión muy sesgada de lo que hoy son una especie o un ecosistema determinados. La historia a todos los niveles de un grupo de organismos, y su biodiversidad pasada, son muy importantes para entender su presente”, asegura el investigador.

Bover pone el ejemplo del estudio de las antiguas migraciones humanas para comprender qué somos y de dónde venimos. “El ADN antiguo aporta una información diferente y complementaria a la obtenida mediante el estudio morfológico de huesos (medirlos y estudiar su forma, etc) o de aspectos bioquímicos, como los isótopos, que nos permiten conocer el tipo de dieta o datos acerca de la región que habitaron. Con la genética podemos ir más allá. Es posible determinar aspectos físicos y fisiológicos, cómo se desarrollaron las migraciones, información de parentesco y un largo etcétera”.

Tecnología y estudios en marcha

En los últimos años, el investigador señala que los principales avances en su trabajo han venido de la mano de las mejoras en los protocolos de laboratorio o en el incremento “espectacular” de la cantidad de datos que generan las plataformas de secuenciación a un coste reducido. “Para publicar el primer genoma humano se invirtieron 2.400 millones de euros (año 2003) y hoy bastarían apenas 500 euros”. La ingente cantidad de datos que manejan investigadores como Pere Bover necesita de un poder de computación que también ha evolucionado de manera más que notable.

El investigador prevé un 2021 lleno de actividad. Además de los diferentes estudios en los que está implicado directamente, en el laboratorio de paleogenómica del IUCA de la UNIZAR están analizando la genética de algunos micromamíferos de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca y trabajan en un estudio preliminar de ciervos ibéricos. “Por otra parte, nos ha sido concedido un proyecto para investigar el origen de los primeros pobladores de Mallorca. Lo acometeremos en base a las siete especies animales que introdujeron. Hay otras ideas en marcha. Esperemos que fructifiquen en proyectos de ámbito nacional e internacional”, concluye Pere Bover.

 

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