El español Juan Andrés, con sus progenitores octogenarios aislados en Madrid, dirige la empresa estadounidense que ha logrado la primera vacuna experimental contra el coronavirus
Cuenta el madrileño Juan Andrés que trabaja 18 horas al día para que todos podamos volver a abrazar a nuestros padres cuanto antes. Los suyos, octogenarios, están encerrados en su casa en Madrid, la ciudad que se ha convertido en uno de los epicentros de la pandemia mundial del nuevo coronavirus que, como un dominó, amenaza con derribar uno a uno los sistemas sanitarios de todos los países. Andrés, nacido en 1964, lleva 30 años en Estados Unidos. Es el director técnico de Moderna Therapeutics, la empresa biotecnológica de Cambridge que ha logrado en un tiempo récord la primera candidata a vacuna contra el virus. Es una carrera científica sin precedentes. Un informe del Imperial College de Londres advierte de que habrá que mantener medidas de distanciamiento social, para evitar millones de muertes, hasta que llegue una vacuna dentro de entre 12 y 18 meses.
Andrés pelea, aislado con su familia en su casa de Boston, para pulverizar los cálculos más optimistas. El 13 de enero, cuando todavía se podía caminar por las calles de la mano, su equipo recibió el código genético de un nuevo coronavirus que empezaba a matar a trabajadores de un mercado de animales vivos en la ciudad china de Wuhan. El 7 de febrero, Moderna Therapeutics ya tenía lista su candidata a vacuna. Este lunes, 16 de marzo, tras saltarse las habituales pruebas en animales, han comenzado un primer ensayo clínico directamente con voluntarios humanos en colaboración con los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU. Andrés, criado en las calles madrileñas del Barrio del Pilar y Manoteras, manda un mensaje de optimismo: “Vamos a vencer”.
¿Cómo se trabaja con esta responsabilidad?
Con muchísima motivación. Estoy viendo muy de cerca el drama que se está viviendo en España. Mis padres y mis cuatro hermanos están en Madrid. Es importante que la gente sepa que hay otra gente que está trabajando muy muy muy duro para poder conseguir la vacuna lo antes posible. Nosotros no nos podemos comprometer ni a fechas ni a cantidades todavía, pero sí nos podemos comprometer a que estamos todos volcados en esto, trabajando 18 horas al día. Paramos solo para dormir. Estamos comprando equipos, anticipándonos al máximo. Y estamos tomando todas las medidas para [evitar la infección de] la gente que tiene que ir a nuestras fábricas.
El miedo es que no podamos volver a abrazar a nuestros padres o abuelos hasta que haya una vacuna.
Exacto. Yo tengo grandes esperanzas en que en el verano disminuirá la infectividad del virus, pero no sabemos lo que va a pasar. Nuestra motivación para ir lo más rápido posible es poder abrazarlos otra vez.
Antes de un año no existirá una vacuna.
Yo creo que no. La cuestión con las vacunas, sobre todo en las pandemias, es qué cantidad logras tener disponible. ¿A cuánta gente se va a poder vacunar? Los expertos dicen que hay grupos de riesgo, sobre todo los ancianos y la gente que está en la primera línea de batalla en los hospitales. Posiblemente ellos y la gente dedicada a actividades en contacto social serán los primeros candidatos para recibir la vacuna. Cuando esté lista, habrá que manejar las cantidades disponibles para llevarlas a los sitios donde haga más falta, pero esa no es nuestra labor. Será tarea de los Gobiernos y de las autoridades cuando la vacuna empiece a estar disponible. Y eso va a ocurrir dentro de meses.
El informe del Imperial College hablaba de entre 12 y 18 meses.
Si son 12 meses o son 18 todavía no lo sabemos. Habrá que ver los acontecimientos. Una de las grandes noticias es que en China se están tomando esto como una cosa personal, porque han sido el foco del mundo. Están exportando mascarillas y ayudando, hay una concienciación social tremenda. Y están entrando también en la guerra para ir a por una vacuna, no solamente para ellos, sino para el mundo. Estamos muchos en esta pelea. Nosotros, en Moderna, hemos sido los primeros en empezar un ensayo clínico. El tiempo dictará si podemos seguir. Estamos trabajando asumiendo que vamos a ser los primeros y queriendo ser los primeros. Y encantados de competir con quien sea, porque eso significa que vamos a tener, entre todos, más posibilidades de tener una vacuna a tiempo.
¿Cabe la posibilidad de que tengamos una vacuna dentro de 18 meses y no funcione porque el virus haya mutado, como el de la gripe?
Yo creo que no. Estamos monitorizándolo y no parece que el virus esté mutando a una velocidad rápida. El virus no muta a no ser que encuentre condiciones desfavorables. Y, ahora mismo, lo que está encontrando es condiciones superfavorables. El virus entra en el cuerpo de los humanos para poder replicarse y poder vivir. Y no está encontrando ningún problema. No tiene ninguna necesidad de mutar. Cuando haya más seropositivos [personas que hayan superado la infección y teóricamente hayan desarrollado inmunidad] y logremos vencer al virus es cuando puede mutar. No lo sabemos todavía, la comunidad científica lo verá. Algunos virus mutan cuando sus condiciones para replicarse disminuyen, pero no todos. En este momento, las probabilidades de que mute son muy pocas y eso son muy buenas noticias, porque significa que ir hacia la vacuna es algo muy prometedor, porque el virus no nos va a cambiar a mitad de camino.
¿Cuáles son los siguientes pasos?
Hemos entrado en fase 1 [la primera etapa de un ensayo clínico, para ajustar la dosis y descartar posibles efectos secundarios graves], con voluntarios. Obviamente, con las vacunas solo se hacen ensayos con voluntarios sanos, porque es un tratamiento preventivo. Hasta que no tengamos datos no vamos a saber la dosis necesaria y no vamos a poder calcular el tiempo que hará falta. Lo que sí estamos haciendo es adelantarnos lo máximo posible. Normalmente, cuando estás en fase 1 no empiezas a fabricar para la fase 2 de los ensayos. Yo ya estoy fabricando para la fase 2 [la segunda etapa de los ensayos, en la que se evalúa la eficacia de la vacuna con más voluntarios]. Y yo ya estoy preparándome para fabricar en las mayores cantidades que podamos. La siguiente pregunta es: ¿cuántas dosis vamos a poder hacer? Pues no lo sé, porque todavía no sé la dosis. La capacidad será cinco veces mayor o cinco veces menor si esto funciona con dosis de 50 microgramos o si se necesitan 250 microgramos. Esto va a dictar cuándo estará disponible la vacuna. Nosotros estamos haciendo esfuerzos más allá de lo sobrehumano, para estar lo antes posible.
¿Cuándo se conocerán más resultados?
Dentro de entre 8 y 12 semanas sabremos el nivel de actividad en unos cuantos voluntarios. Entonces empezaremos a llegar a cientos de voluntarios y después a miles. A partir de ahí ya tendremos los datos para empezar a vacunar a la gente. Nuestra tecnología es completamente nueva. Tenemos una serie de vacunas [para otras enfermedades] que ya están en fase 2 y su nivel de toxicidad es muy bajo. Por eso las autoridades estadounidenses nos han dejado empezar directamente en humanos.
¿Existe la posibilidad de que fracase la vacuna de Moderna en fase 3 [los futuros ensayos destinados a evaluar la seguridad y la eficacia del tratamiento a gran escala]?
Siempre hay riesgo, pero cuanto más avanzado estés en tus fases, más probabilidades de éxito. Hasta ahora, todas las candidatas a vacunas que tenemos en marcha están funcionando. Yo soy muy optimista, por dos razones: porque conozco la tecnología que tenemos en la mano y porque vamos a por todas. Cada uno de nuestros científicos, cada uno de nuestros empleados, debe tener la sensación de que vamos a salvar el mundo, porque es la motivación que nos va a hacer seguir adelante. Pero hay que tener modestia. Esta es una de las pocas crisis de la humanidad en las que cada persona tiene una labor. Va a haber millones de héroes. Y no tengo absolutamente ninguna duda de que vamos a vencer, pero tenemos que hacerlo entre todos.
La vacuna de la polio, presentada en 1955, no se patentó. ¿De quién será la patente si dentro de unos meses hay una vacuna desarrollada por Moderna?
Todavía no nos hemos planteado eso. Nosotros tenemos una plataforma [de medicamentos basados en el ARN mensajero]. No es solo una cuestión de patente, es una cuestión de saber hacer, de tecnología. Pero, de momento, no nos hemos planteado absolutamente nada en ese sentido.
Esta sería la primera vacuna basada en el ARN mensajero.
Exacto. El ARN mensajero es una molécula de información. El cuerpo humano, básicamente, tiene cuatro cosas: agua, carbohidratos (que es la energía), grasa (que es el almacenamiento de energía) y el resto son proteínas. Todas las proteínas se generan a través de las instrucciones en el ADN, que se traducen a través del ARN mensajero. Si hay algo que nuestro cuerpo sabe hacer bien es ARN mensajero para producir proteínas. El pelo, las paredes de las células, las hormonas... Todo eso son estructuras proteicas y todo está conducido a través del ARN mensajero. Nuestra plataforma se basa en eso. Una vez que las autoridades nos dieron el código de la proteína Spike [la llave con la que el virus abre la puerta de las células humanas], inmediatamente generamos el ARN mensajero [la vacuna de Moderna Therapeutics se basa en inyectar un ARN mensajero que produce la proteína S del virus, pero no el resto del patógeno, para generar una inmunidad sin riesgos]. Lo hicimos en cuestión de días. Del 13 de enero al 7 de febrero hicimos la vacuna para el primer ensayo. Esperamos dos semanas para garantizar la esterilidad y la mandamos al Gobierno. Los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU están haciendo ya el primer ensayo clínico y colaboramos con ellos. Estamos yendo muy rápido.
Es una tecnología completamente nueva.
Somos una compañía pequeña, todavía no tenemos producto en el mercado. Tenemos muchos productos en investigación y, obviamente, la tecnología es de ciencia ficción. Utilizamos el cuerpo humano como biorreactor. Le damos el ARN mensajero y el propio cuerpo produce la proteína. Por eso tenemos la posibilidad de ir más rápido que el resto. Al no ser una gran compañía como Merck, Johnson & Johnson, Novartis o Pfizer, nuestros recursos son limitados, pero colaboramos con los Gobiernos para poder hacer la vacuna en grandes cantidades. Tenemos una fábrica aquí en Massachusetts y, según vayamos sabiendo los resultados, nos pondremos a producir lo máximo que podamos.
Ustedes reciben financiación de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias [la CEPI, fundada por los gobiernos de Noruega e India, la Fundación Bill & Melinda Gates, el Wellcome Trust y el Foro Económico Mundial].
Para el primer ensayo hemos recibido una financiación de la CEPI y hemos tenido colaboración con las autoridades estadounidenses. Lo hemos hecho un poco en tripartito. Ese ha sido el primer ensayo, ahora tenemos que seguir. Seguimos en contacto con la CEPI, con el Gobierno estadounidense y con otra serie de autoridades, como la OMS, para seguir colaborando en todo.
La CEPI calcula que se necesitan unos 1.800 millones de euros para desarrollar una vacuna contra el nuevo coronavirus [la CEPI financia otras siete iniciativas diferentes para llegar a una vacuna].
Esos cálculos son siempre teóricos y basados en el pasado. Eso es el desarrollo, pero luego tienes que producirla. Y producirla requiere una infraestructura que es absolutamente monumental. Estamos hablando de decenas de millones dosis. Obviamente, cuando llegue la vacuna habrá muchos seropositivos ya, pero hay muchas incógnitas. No sabemos si el virus mutará y ocurrirá algo parecido a lo de la gripe, de forma que haya que hacer inmunizaciones todos los años. O si bastará con una inmunización, como con la polio, y se podría erradicar. No se sabe todavía.
Con la pandemia de gripe H1N1 del año 2009, los países ricos empezaron a monopolizar las existencias de vacunas. ¿Se va a intentar evitar en esta ocasión?
Nosotros ahí no podemos jugar. Lo único que podemos hacer es ponernos en manos de las autoridades y hacer nuestra labor. Estamos en la parte científica y en poder hacer los ensayos clínicos lo antes que podamos. Es una guerra contra el tiempo.