Los resultados confirman la presencia de fragmentos contaminantes de poliéster, acrílico y teflón, con tamaños menores a 5 milímetros y distintas formas y colores
Hasta ahora se sabía que los microplásticos (fragmentos de plástico menores a 5 milímetros) habían llegado al mar, a los ríos y a los suelos de gran parte del planeta. Lo que no esperaban los investigadores era encontrarlos en un espacio protegido de la Antártida, posiblemente uno de los lugares más vírgenes del planeta.
Un estudio reciente, realizado por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Universidad de Alcalá, ha identificado mediante una técnica llamada micro-FTIR, la presencia de microplásticos de poliéster, acrílico y teflón en la Península de Byers (Isla Livingston, Antártida).
Los resultados, publicados en el Marine Pollution Bulletin, muestran que los microplásticos encontrados tenían dimensiones de entre 0.4 y 3.5 milímetros, así como distintos colores y formas (fibras y films).
“Se trata de una zona de la Antártida que ha estado bajo distintas figuras de protección ambiental desde 1966 y cuyo acceso está muy restringido. Solo se puede acceder a la zona por motivos científicos, con un permiso de la autoridad antártica pertinente y en grupos pequeños. De hecho, en las últimas décadas, solo han accedido a esta región un número muy limitado de científicos y por causas muy justificadas”, destacan los investigadores.
Evitar que los plásticos lleguen al medioambiente
La investigación se realizó en uno de los arroyos de agua dulce que circulan en esta región en los meses de verano. Los científicos se aseguraron de que nadie pasaba por las proximidades del arroyo en todo su recorrido durante la duración del experimento, y utilizaron redes para filtrar el agua del arroyo.
Los resultados hacen plantear a los investigadores la pegunta de si queda algún rincón del planeta donde los microplásticos todavía no hayan llegado. “Aún queda mucho trabajo por hacer para entender cómo son transportados hasta allí, pero sabemos de dónde vienen… de las actividades que todos nosotros realizamos”.
Parte de los microplásticos que acaban en todos los rincones del planeta se forman a partir de la degradación de los plásticos de mayor tamaño que desechamos de forma incorrecta. Si evitamos que los plásticos lleguen al medioambiente, también evitaremos que los microplásticos alcancen los pocos lugares vírgenes que nuestra acción como especie ha dejado en el planeta.
“El plástico no es malo, pero está hecho para durar. Sin embargo, una parte importante del que empleamos en nuestro día a día es de un solo uso. Está en nuestra mano reducir, en la medida de los posible, el consumo de plásticos de un solo uso, especialmente aquellos empleados en embalajes”, concluyen los investigadores.
Referencia bibliográfica:
González-Pleiter, M., Edo, C., Velázquez, D., Casero-Chamorro, M.C., Leganés, F., Quesada, A., Fernández-Piñas, F., Rosal, R. 2020. First detection of microplastics in the freshwater of an Antarctic Specially Protected Area. Marine Pollution Bulletin 161 B, 111811. https://doi.org/10.1016/j.marpolbul.2020.111811.