El escocés James Simpson descubrió las propiedades anestésicas de esta sustancia en una reunión con amigos
La noche del 4 de noviembre de 1847, el médico James Simpson y dos de sus amigos se reunieron en su casa de Edimburgo. El grupo tenía la temeraria costumbre de juntarse para probar en ellos mismos los efectos de diferentes sustancias, con la esperanza de que alguna de ellas tuviese propiedades analgésicas útiles para la medicina.
Aquella noche, por recomendación de un farmacéutico amigo de Simpson, decidieron analizar el efecto de un líquido muy volátil conocido como cloroformo, y que se había probado con éxito con anterioridad en experimentos con animales.
Una vez inhalados los vapores de cloroformo, los tres tuvieron durante un breve instante una sensación placentera, antes de caer desmayados hasta la mañana siguiente. La suerte quiso que la dosis inhalada no fuera ni tan baja como para no tener efecto ni tan alta como para matarles.
Foto de portada: Burkhard Mücke.