La reacción de los países ricos ante el descubrimiento de la nueva variante del coronavirus no está a la altura de las circunstancias
El 23 de noviembre, científicos sudafricanos observaron que algunas de las secuencias que habían subido ese día a la base de datos del Instituto Sanger tenían una serie de mutaciones sospechosas. Esas mutaciones también se observaban en otras secuencias subidas ese día por científicos de Bostwana.
Lo que ocurrió después es bien sabido. Gracias a esta vigilancia sanitaria se ha conseguido indentificar una nueva variante del coronavirus, que ha puesto al mundo en alerta ante un posible recrudecimiento de la pandemia. Pero la primera reacción ha sido castigar precisamente a los países que han identificado la nueva variante y compartido la información con la comunidad internacional. Sobre esto escribe el investigador Jeffrey Barrett en este interesante artículo publicado en The Guardian.