La cuenca mediterránea es uno de los puntos calientes del planeta que más biodiversidad concentra. Con un alto valor ecológico, es proveedora de un gran número de servicios ecosistémicos –bienes y procesos de los ecosistemas que otorgan beneficios indispensables para la sociedad–, como el secuestro de carbono y la producción de oxígeno
Por razones históricas y culturales, estos ecosistemas han estado sometidos a una gran variedad de presiones antrópicas. En una revisión bibliográfica, publicada en la revista Science of the Total Environment, hemos identificado las principales consecuencias de la actividad humana en la biodiversidad de los humedales costeros del Mediterráneo.
Entre las amenazas provocadas o acentuadas por el hombre, figuran la proliferación de especies invasoras, la salinización y el aumento de la temperatura debida al cambio climático.
En Francia, la concentración de nutrientes desmesurada o eutrofización provoca floraciones de algas y una disminución en el tamaño de las células del plancton.
En Italia, los problemas de salinización dan lugar a la pérdida de biodiversidad en invertebrados, y las especies invasoras depredan sobre especies autóctonas.
Una de las actividades que más repercute en el medio ambiente es la agricultura, principalmente a través del aporte a las aguas de un exceso de nutrientes o de fitosanitarios, incluidos los herbicidas para combatir el crecimiento de malas hierbas, los insecticidas y los fungicidas para erradicar afecciones causadas por hongos.
El cultivo de arroz en la Albufera de Valencia
El arroz es uno de los cultivos más importantes ligados a los humedales mediterráneos, con una fuerte dependencia del agua, ya que los arrozales necesitan permanecer inundados la mayor parte del tiempo.
En concreto, en el Parque Natural de la Albufera de Valencia, este cereal comenzó a producirse de manera intensiva en el siglo XVIII. En la actualidad, el parque alberga 13 000 hectáreas de arrozales, que requieren del uso masivo de pesticidas para mantener unos estándares de productividad suficientes con relación a los precios del mercado.
En la Albufera el arroz se siembra a mediados de mayo. Hasta su cosecha a finales de septiembre, se suceden una serie de eventos caracterizados por la aplicación de distintos tipos de pesticidas, en especial fungicidas, con el objetivo de erradicar o prevenir las distintas plagas que lo amenazan.
Cada vez que se drenan los campos para aplicar estos compuestos, las aguas contaminadas se vierten al lago de la Albufera a través de las acequias.
Consecuencias para la biodiversidad acuática
La aplicación de pesticidas impacta de forma negativa sobre la biodiversidad acuática, tanto en los propios arrozales como en la laguna de la Albufera y los canales de riego del Parque Natural.
En la revisión mencionada anteriormente mostramos los principales efectos negativos de los pesticidas sobre las especies que habitan en estos ecosistemas.
Los peces, por ejemplo, padecen los efectos sobre su sistema nervioso y el tejido hepático. También se ha observado bioacumulación de pesticidas en el tejido hepático y muscular de las aves.
Por otra parte, en las comunidades de invertebrados –las larvas de insectos y los crustáceos que forman el plancton– se ha registrado un aumento de las especies tolerantes a la contaminación y oportunistas –aquellas que se adaptan con facilidad a las nuevas condiciones del entorno– en detrimento de los grupos de especies más sensibles a la contaminación.
El efecto adicional del cambio climático
Otro factor de estrés que afecta a la biodiversidad de los humedales mediterráneos es el cambio climático, ya que interfiere con el uso y presencia de pesticidas en el medio ambiente.
En muchos casos, los aumentos de temperatura hacen que otros procesos como la actividad microbiana se aceleren. Los microorganismos pueden aumentar la degradación de los pesticidas, pero en otras ocasiones pueden transformar estos compuestos en otros más solubles en agua, lo que aumentaría su toxicidad.
Un estudio realizado por el Grupo de Ecotoxicología del Instituto IMDEA Agua en colaboración con el Instituto Noruego de Investigación sobre el Agua y la IE Business School ha evaluado el riesgo ecológico en los arrozales del Parque Natural teniendo en cuenta distintos escenarios climáticos y de aplicación de pesticidas. Utilizando herramientas informáticas hemos elaborado predicciones de los impactos del cambio climático para los años 2050 y 2100.
Influencia de la precipitación y la temperatura
Parte de los resultados obtenidos muestran que los impactos negativos más importantes del cambio climático están condicionados por los eventos de precipitaciones extremas más que por el propio aumento de la temperatura.
Mediante distintos modelos predictivos hemos observado que para 2050 y 2100 las precipitaciones serán menores, pero se concentrarán en periodos más cortos de tiempo. Esto afectará a la exposición a los pesticidas e incrementará el riesgo ecológico de muchos compuestos.
Cuando llueve se suceden procesos físico-químicos que intervienen en la degradación de los pesticidas como la reducción de la evaporación o el incremento de la resuspensión de los compuestos que estaban en el sedimento, además del propio lavado desde las plantas hacia el agua.
Asimismo, compuestos concretos como los fungicidas muestran un riesgo ecológico muy alto en cualquiera de los escenarios climáticos, incluso en los casos en los que se reduce la dosis a la mitad de las aplicadas actualmente.
Escenarios futuros: el Pacto Verde Europeo
Estos resultados ponen de manifiesto la necesidad de adoptar medidas como las incluidas en el Pacto Verde Europeo. Dado que el aumento de temperatura y la disminución de precipitaciones parecen circunstancias irrevocables, las propuestas de mitigación deberán centrarse en la reducción del uso de pesticidas.
Dicha normativa, en su sección “De la granja a la mesa”, indica que para el año 2030 se pretende llegar a reducir un 50 % el uso de pesticidas en los cultivos. Esto disminuirá en gran medida el riesgo ecológico de muchos de los compuestos que se aplican en la actualidad en los campos de arroz.
Claudia Martínez Megías, Investigador predoctoral, IMDEA AGUA
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.