Fecha
Autor
José Luis Ferreira (Profesor Titular del Departamento de Economía. Universidad Carlos III de Madrid)

Jean Tirole, Premio Nobel de Economía, 2014

Si últimamente los premios Nobel de Economía no suelen ser controvertidos, este año lo es todavía menos. La oportunidad y el merecimiento son celebrados de manera casi unánime. La Real Academia Sueca de Ciencias ha debido de estar también muy segura puesto que le ha concedido el premio a Jean Tirole en solitario, en lugar de hacerlo compartir entre dos o tres economistas, como suele ser habitual. Para ser justos, sí debía haber otra persona compartiendo el premio, Jean-Jaques Laffont, fallecido en 2004, cuya obra es inseparable de la de Tirole.
Hay también bastante unanimidad al interpretar el reconocimiento a Jean Tirole como un reconocimiento a toda el área de la Organización Industrial (también llamada Economía Industrial). Para entender mejor las aportaciones de Tirole conviene saber qué ha aportado esta especialidad al conjunto de la Economía. Los libros de texto suelen comenzar con el estudio de los mercados competitivos para, inmediatamente a continuación, pasar a estudiar los llamados fallos de mercado. Hay quien disputa este orden, pero la línea metodológica tiene coherencia: el mercado competitivo tiene muy buenas propiedades si se satisfacen unas ciertas condiciones. Comencemos por estudiar la situación ideal y, luego, observemos qué ocurre en ausencia de esas condiciones. Estudiando en qué se diferencian de los mercados competitivos tenemos una línea clara de investigación que puede indicarnos de qué manera corregir los problemas que aparecen en los casos de competencia imperfecta.

La obra de Tirole, como el área de Economía Industrial, pretende conocer las propiedades de las distintas maneras en que puede existir la competencia imperfecta

Los problemas clásicos de regulación eran básicamente dos. En primer lugar, si en un mercado prevalecía un oligopolio o un monopolio, la recomendación era abrir el mercado a mayor competencia. En segundo lugar, si el monopolio se debía a la existencia de grandes costes fijos o costes marginales decrecientes, la recomendación solía ser algún tipo de regulación. Esto era así porque la entrada de competencia suponía una dilapidación de recursos al duplicar los costes fijos y porque solían ser sectores donde había interés político en mantener el control. Una regulación típica consistía en estimar los costes del monopolista e imponer un precio político que permitiera sufragar esos costes y que, además, remunerara las inversiones con un beneficio semejante al de otros sectores. El problema con esta regulación es doble: por una parte, existe el incentivo a inflar costes y, por otra, se desincentiva la innovación, ya que no generará mayores beneficios (el regulador bajará el precio al bajar el coste y la empresa no percibirá una ganancia por mejorar). Lo primero ocurre si la empresa tiene mejor información sobre los costes que el regulador y lo segundo ocurre incluso si el regulador tiene esa información. Por estas razones, desde hace varias décadas, los economistas insistían en que la duplicidad de la inversión en costes fijos bien podía ser un bajo precio que pagar a cambio de dar los incentivos correctos a innovar, a reducir costes y aumentar los servicios, mediante la introducción de competencia en el sector que antes era un monopolio natural. Así ha ido pasando en los sectores del transporte aéreo, electricidad y telecomunicaciones, por poner tres ejemplos.

A partir de esos problemas clásicos, la introducción de modelos más complejos de competencia imperfecta, que incluyen relaciones tanto horizontales (empresas que compiten en un mismo mercado) como verticales (empresas que son proveedoras de otras empresas), y que incluyen explícitamente la existencia de información asimétrica, la Economía Industrial se ve obligada a usar los modelos de la Teoría de Juegos y de la Economía de la Información para realizar sus análisis. En Microeconomía, estos nuevos modelos son el aspecto que más radicalmente separa el Análisis Económico moderno del modelo neoclásico. Es importante señalar esto para entender lo erróneo de algunas críticas a la Economía que son, en realidad, críticas a un posible abuso del modelo neoclásico para analizar problemas que están más allá de su alcance. De hecho, muchos medios de comunicación han celebrado este premio como un aviso contra aquellos que piensan que las regulaciones no son necesarias porque los mercados tienden siempre a autorregularse, algo que esos mismos medios parecen entender como la consecuencia política del modelo neoclásico. Esto no es así, aunque requeriría una discusión aparte, como tampoco sería correcto entender que el resto de los premiados sí se enmarcaban dentro del modelo neoclásico. Sucede, simplemente, que es más fácil de entender el alejamiento del premio de este año de lo que falsamente se suele entender como la economía ortodoxa: basta escribir un titular que diga "se otorga el premio Nobel a la regulación de los mercados".

Por supuesto, esto último tampoco es cierto dicho así. Más bien habría que decir que la obra de Tirole, como el área de Economía Industrial, pretende conocer las propiedades de las distintas maneras en que puede existir la competencia imperfecta. Según el caso, no será necesaria ninguna regulación, o será necesaria una menor o una mayor. Incluso podrá ocurrir que alguna regulación teóricamente posible sea difícil o imposible de llevar a la práctica porque el fallo del regulador sea peor que el del mercado. La Economía Industrial ayuda a enfrentarse a cada caso sin prejuicios.

¿Y cuáles son todos estos casos? Imagine el lector los distintos modos en que puede estar estructurado el mercado (p.e., oligopolio, monopolio, competencia monopolística, monopsonio o la existencia de un mercado contestable en el que hay una sola empresa, pero no puede ejercer su poder monopolista porque entraría otra inmediatamente) y las distintas variables estratégicas de las empresas (p.e., tomar decisiones sobre el precio, la cantidad, la inversión en capacidad, la compra-venta de patentes, la colusión horizontal o vertical o el atarse de manos mediante la adquisición de compromisos como inversiones no recuperables si la empresa no sigue adelante); imagine también las distintas maneras en que puede estar repartida la información y las distintas tecnologías, así como la presencia de muchas otras variables relevantes. Cada combinación de estas posibilidades da lugar a un modelo distinto, con el añadido de que pequeños detalles pueden a menudo cambiar las conclusiones. Poner orden en toda esta complejidad es la tarea hercúlea en que Tirol ha sobresalido, no solamente por sus investigaciones, sino por haber escrito el libro de texto más coherente sobre el tema: The Theory of Industrial Organization. A pesar de su edad, sigue siendo el texto de referencia. Muchos aprendimos de él para luego enseñarlo.

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