1.- ¿Es posible que en España se produzca un fenómeno similar al de Silicon Valley?
Tras las crisis y reestructuraciones industriales de los años setenta y ochenta, España intenta avanzar hacia un modelo económico más productivo, cada vez más dependiente de la industria de la ciencia. Se ha trabajado con los polos industriales de F. Perroux, los distritos industriales de R. Camagni, las ciudades de la ciencia de M. Castell, las incubadoras de empresas e ideas, los centros de innovación y transferencia de la Unión Europea, nuevos campus y, entre otros más, se está introduciendo la competitividad regional con los clusters de Porter. Con estos instrumentos reales y virtuales se ha modificado la estructura de la economía, pero las condiciones han cambiado y ya no son las mismas.
Somos uno de los países europeos con la tasa más baja de producción tecnológica. Esto es una paradoja de la que debemos aprender y por unos años convivir. Tenemos parques e infraestructura científica y desciende el número de empresas innovadoras, no lideramos sectores tecnológicos pero hemos plantado parques y centros sin la necesaria financiación para líneas nuevas de investigación y empresas que puedan catalizar la investigación. Los mecanismos destinados a transferir no se plantearon como tal al inicio y sí como oficinas y espacios para atraer empresas más o menos nuevas. Posteriormente, han surgido nuevos actores que intermedian con universidades y centros de investigación, con el tejido empresarial, con administraciones públicas. En este desusado esquema está siendo difícil secuenciar la industria real poco ávida de hallazgos y crear una atmósfera adecuada para producir tecnología. Así, la transferencia y la innovación siguen siendo una asignatura pendiente.
2.- ¿Qué nos separa y qué nos diferencia de los estadounidenses?
Muchas cosas. Además del Atlántico, el entorno y sus necesidades que no son las mismas, la calidad de las universidades, la industria, el tipo de políticas que se aplican, la misma existencia de unas líneas directrices mejor definidas a plazo en materia de industria y tecnología. Nos diferencia el tamaño, el PIB, una economía mayor que la de España, las universidades y más multinacionales en el sector de las TICs, la electrónica y el conocimiento. La costa Oeste que trabaja en red, es también la de Boeing, Intel, Microsoft o la de enseñas como Starbucks.
Pero también, y sobre todo, nos diferencia la cultura del esfuerzo y el mérito, y el fracaso tan poco arraigados en estas latitudes. Nos separa esa permanente paradoja de la innovación que consiste en disfrutar y sufrir, arriesgar y fracasar, aprender y desaprender. Innovación aquí todavía significa cosa nueva que implica mudanza. La cobertura y aversión al riesgo por aquí, allá la curiosidad por las cosas y los hechos, la investigación e inversión privada, la mayor propensión a la movilidad, a lo desconocido, a la búsqueda permanente de nuevas fronteras, a las buenas prácticas aplicadas, a la ciencia aplicada. Nos diferencia que nosotros hicimos parques tecnológicos y centros para luego ya veremos cómo y con qué los rellenamos, y ellos transformaron ideas y fracasando crearon empresas en garajes y talleres para después analizar la necesidad o no de parques tecnológicos, industriales y empresariales, o capital riesgo y laboratorios. Imitamos artificios que no se adaptan a nuestras necesidades por lo que deberíamos ser capaces de generar otros sistemas que no se hayan probado, que sean nuevos.
3.- ¿Los parques científicos suponen un beneficio para la economía y la investigación?
La economía se beneficia de los parques pues éstos son un producto más que entra en el mercado. Estos proyectos ofrecen suelo y techo abonado tecnológicamente y servicios profesionales. Son positivos para la economía local por las empresas que van creando, aun cuando no todas ellas sean de tecnologías avanzadas y de aquéllos sectores industriales que iban a crear hace 25 años (de punta o alta tecnología). Estas infraestructuras físicas también prestan servicios técnicos, y si hay instalados centros tecnológicos y/o de investigación ayudan a crear un empleo más cualificado cuyas labores suelen estar próximas a tareas y actividades de investigación de mercados, gestores de proyectos y servicios avanzados.
No todos los parques realizan investigación básica. Los más próximos a las universidades contribuyen a la investigación con proyectos, servicios avanzados, rentando y alquilando a empresas, investigadores y otros centros sus instalaciones y equipos en forma de plataformas especializadas. Recientemente se dedican a crear empresas y empleo. La transferencia y la intermediación son funciones para las que buena parte de ellos, al menos los primeros, no fueron diseñados. Y, además por obvio que sea para realizar transferencia primero hay que producir, captar, hay que tener algo que transferir a alguien. Crear parque no como extensión universitaria sino como espacio de transferencia e interacción día a día es una ardua tarea.
4.- ¿Las nuevas tecnologías se pueden erigir como el sector económico clave del país?
Podemos modificar el espacio, transformar la energía y el tiempo nos dirá. Uno de los factores que determina el fracaso o el éxito tecnológico está relacionado no sólo ni tanto con la competitividad, sino con las habilidades de las empresas para innovar y cambiar los procesos de producción apoyados en manufactura de poco valor con tecnología extranjera, a productos de valor añadido producidos de forma genuina por el país. Este cambio crucial requiere flexibilidad en las políticas, grandes inversiones en capital humano, así como en investigación y desarrollo y buena gestión. Hay que repensar las relaciones entre la industria y la ciudad, entre la investigación y la economía, entre los centros de producción y la universidad, entre la competitividad y la cooperación, entre las prioridades y los recursos, entre virtualidades y realidades.
Según el informe de Funcas, España en la Era de la Innovación, hemos crecido en volumen y calidad de la investigación, pero conviene tener presente que no nos caracterizamos precisamente por la creatividad tecnológica. Vivimos en un país con escaso peso tecnológico pues sólo aproximadamente el 1,6% de todas las aportaciones tecnológicas mundiales, desde la antigüedad, han sido concebidas en España (ver Historia de la Tecnología en España). Las nuevas tecnologías y los campus con las incubadoras modifican la estructura urbana, por lo menos morfológicamente hablando, pues ellos son la contribución de las ciudades desde los años setenta y ochenta cuando éstas entran en crisis económica y social, y responden con nuevas infraestructuras al cambio industrial. La industria salió de las ciudades y para renovarlas se propuso nuevos espacios industriales. Sin embargo, aquí la apuesta por tecnologías nuevas fue débil y como nunca y menos hoy no hay una tecnología ni un único sector sustituto claro, todos son necesarios.
La tecnología jugará su rol en el crecimiento pero será a partir de una combinación entre nuevas y no tan nuevas tecnologías. Decía Stravinski que "seguir un sólo camino es retroceder", y esto es lo que hay que evitar en los sistemas urbanos, tecnológicos e industriales pues no hay sectores ni tecnologías maduras, ni empresas o laboratorios que en monocultivo puedan ser tan rentables, productivas y ubicuas. Sin dispersión pero con la necesaria diversificación y especialización, la contribución sectorial se irá modificando y, a medio plazo, la tecnología tendrá más peso en la estructura económica. Pero según los datos disponibles es una tecnología de nivel medio-bajo, pues en los niveles de alta tecnología y media-alta en los últimos años se ha reducido significativamente el porcentaje de gasto en investigación que las empresas manufactureras realizan.
5.- ¿Qué papel juegan las universidades en la creación y desarrollo de parques tecnológicos? ¿Y las empresas?
Otra paradoja pues se trata de cómo aproximar y gestionar las contradicciones entre mundos distantes y distintos. Estamos ante vectores que han de converger. Las universidades juegan un papel muy importante. Públicas y privadas son tantas como parques, por lo que se abre para todos ellos una época decisiva con más funciones que desarrollar, con más compromisos con la sociedad y con el tejido industrial, pero sobre todo con más responsabilidad para gestionar y organizar activos tangibles y recursos siempre limitados. No hay suficiente financiación para formación profesional, para investigar y para realizar desarrollos tecnológicos consistentes, y sí hay o ha habido para nuevas infraestructuras y desarrollos urbanos.
Al inicio los parques quedaron en el medio de un esquema un tanto pantocrático como elementos de ayuda al cambio tecnológico e industrial con una industria en declive. En 1975 la industria aportaba el 40% del PIB nacional, en 1980 el 34%, en 1992 con la excusa de la agilidad se desmantela el INI, descontada la crisis actual la industria aporta el 15% al PIB con 80 o más parques que no podrán ser todos de excelencia mundial. Los parques de los años ochenta y noventa son exponentes de un modelo que necesita encontrar un balance entre servicios y manufactura. Algunos ya son sociedades anónimas y parques empresariales y otros, los más recientes, son fundaciones que pueden formular negocios y si captan interesantes ideas junto a OTRIs y Centros de Transferencia podrán desarrollarlas.
Para mejorar la capacidad de transferencia son necesarios mecanismos destinados no a crear más infraestructura dura, pues la investigación y la innovación también se mueven. Hasta hace unos años la innovación se ha concentrado en los laboratorios de pocas empresas, centros de investigación y países, pero las empresas están adoptando arquitecturas abiertas de Von Hippel y Cohen como estrategia competitiva, debido a la importancia que adquieren las fuentes externas de tipo clientes, proveedores, usuarios, universidades y centros de investigación. En este sentido, la falta de peso de la innovación tecnológica en la empresa se debe a ciertas limitaciones para captar y desarrollar modelos de negocio innovadores. Para que las empresas se impliquen hay que plantear proyectos conjuntos de investigación aplicada y desarrollo tecnológico orientado a explorar tecnologías que puedan abrir negocios nuevos, renovar sus productos, procesos o servicios.
6.- ¿Es un buen momento para crear tecnología e industria en España?
En la última década se ha hecho un gran esfuerzo en investigación y en capital humano pero España, que es la quinta economía de la UE, está en el puesto 18 en innovación y solo contribuye con el 0,6% al comercio mundial de alta tecnología, además nuestras exportaciones de alta tecnología descienden. Por otra parte, la última encuesta sobre innovación tecnológica en las empresas, en 2009 revela que el número de empresas innovadoras ha descendido con respecto al periodo anterior. Las aproximadamente 13.000 empresas que realizan actividades de investigación deberían ser en torno a 40.000. Sin embargo, el porcentaje de las mismas que cooperan con otros agentes ya sean parques o centros tecnológicos ha sido superior que en periodos anteriores. En este contexto, lo positivo es que se va incrementando el necesario acervo tecnológico, sólo así podremos mejorar la situación en un periodo donde el gasto en innovación tecnológica está descendiendo, el 11,5% en 2009. No obstante, existen dudas pues con los datos actuales llevamos años desorganizando la industria. Las empresas manufactureras disminuyen y el empleo industrial que en 1980 alcanzaba el 37,5%, en 2009 está en el 27,2%. La industria aunque integrada verticalmente en la europea es muy pequeña y débil, se limita a los sectores de automoción y maquinaria-bienes de equipo que hay que cuidarlos.
Desde un punto de vista económico, la innovación conlleva el uso adecuado de bienes y recursos naturales, empleos cualificados, calidad de los procesos y productos, e innovación tecnológica entendida ésta como un camino o una etapa más a la que se puede llegar desde sectores productivos reales. Cada país está trabajando simultáneamente en este viaje hacia la innovación tecnológica. La incorporación de los parques, campus y centros tecnológicos como instrumentos de transferencia, siendo aspectos muy positivos, sin mejorar la eficacia y sin crear industrias, artesanos, empresas manufactureras y, en definitiva, una sociedad industriosa, no serán suficientes para modernizar los sectores de producción y superar el 15% de la aportación de la industria al PIB. En Europa llega hasta el 18% y en algunos países su aportación supera el 20%. Ahí está la paradoja sueca, la española o, al contrario, la vasca que sin grandes inversiones en investigación registra mejores desempeños en su PIB y en la industria.